Leo con estupor el sesgo que se está realizando por la judicatura y 
los medios de comunicación españoles de la inhibición del gobierno 
español en la defensa del magistrado del Tribunal Supremo Pablo Llarena. 
Aunque esta abstención es únicamente parcial, el espíritu de la 
decisión del Ministerio de Justicia viene a resolver algo que es obvio 
para cualquier persona mínimamente juiciosa: de las demandas recibidas 
por Llarena que tienen que ver con declaraciones públicas que ha hecho 
se tiene que defender él, con su dinero; y no ha de salir el pago de las
 costas del erario público. 
Todo tiene su origen en la demanda civil presentada en Bruselas por 
el president Puigdemont y los consellers en el exilio contra Llarena 
después de que el magistrado se pronunciara sobre el procés y sus 
responsables el pasado mes de febrero en Oviedo. Su posicionamiento 
público sobre si hay o no presos políticos podría atentar contra su 
imparcialidad a juicio de los demandantes. 
El juez belga ha citado a 
Llarena para el día 4 en Bruselas y la defensa cuesta dinero, 
seguramente algunos miles de euros. ¿Por qué se la hemos de pagar entre 
todos si el demandado lo es a título individual y no se encontraría en 
esta situación si no se hubiera querido explayar públicamente de un 
asunto que no podía?
Pero, ya me perdonarán, lo más divertido de todo es que desde el 
Tribunal Supremo y desde la judicatura se alega indefensión y que el 
Gobierno ha dejado vendido a Llarena a lo que suceda en Bélgica. 
¿Indefensión? Hombre, hay que ser más prudente con las palabras. Porque,
 si hablamos de indefensión, el juez Llarena puede ponerse a la cola, a 
mucha distancia, de los presos políticos catalanes con los que se ha 
llevado a cabo una tropelía sin parangón en la judicatura a partir de un
 relato inconsistente, que desvirtúa lo que sucedió en Catalunya y que 
solo busca dar un escarmiento al independentismo para que olvide sus 
proyectos durante una generación.
El juez Llarena no está indefenso ni ha quedado vendido a lo que 
suceda en Bruselas. Todo es mucho más sencillo: no tenga miedo, señor 
Llarena, si tiene razón, la justicia belga se la dará y la demanda será 
rechazada. Algo que, por otro lado, a cualquier juez debería 
satisfacerle.
(*) Periodista y ex director de La Vanguardia

 
 
No hay comentarios:
Publicar un comentario