NUEVA YORK.- La
 pandemia de coronavirus está ejerciendo una presión incalculable sobre 
las cadenas de suministro que producen y transportan la comida del 
mundo. Sin embargo, hay un factor vital aún más difícil de controlar que
 la compra de pánico: el clima.
Un
 periodo de clima extremo que devasta las cosechas podría obligar a los 
países a implementar políticas alimentarias más proteccionistas, creando
 un efecto dominó a través del comercio mundial. 
Las preocupaciones 
sobre el acceso al trigo y otros alimentos básicos ya han llevado a 
países como Kazajstán y Rusia a introducir restricciones a la 
exportación, lo que genera temores de una crisis alimentaria mundial que
 no se ha visto en una década. Hasta ahora, las restricciones se han 
limitado a unos cuantos países que imponen medidas a corto plazo.
Hay
 motivo de preocupación. El clima más seco ha afectado a las regiones 
clave de cultivo en el Mar Negro, Argentina y todo Europa. Detrás de las
 preocupaciones climáticas cotidianas, el calentamiento global juega un 
papel cada vez más importante en la determinación de la fortaleza de los
 suministros de alimentos. La amenaza de sequía extrema o aguaceros 
torrenciales solo hace que sea más difícil predecir lo que sucederá.
“El
 cambio climático es el elefante en la sala en todas estas discusiones”,
 asegura Tim Benton, director de investigación de riesgos emergentes en 
Chatham House en Londres y experto en seguridad alimentaria.
Por
 ahora, los suministros son amplios y nadie está hablando de fracasos en
 las cosechas. Sin embargo, la amenaza sigue siendo que la situación 
puede pasar rápidamente de cómoda a grave.
Esas
 preocupaciones están comenzando a surgir a medida que un periodo seco 
prolongado en el principal productor de trigo, Rusia, amenaza con dañar 
la cosecha de este año. Mientras tanto, en Rumania, una sequía severa 
está erosionando las expectativas de una cosecha mayor este año.
En
 la vecina Ucrania, las reservas de agua están en su punto más bajo en 
seis años, mientras que Francia y otros productores de granos en Europa 
también se enfrentan a una sequía este año. Además de eso, la sequedad 
en Argentina está aumentando la presión sobre los exportadores de 
cultivos que luchan con los niveles de agua más bajos desde 1989 en el 
río Paraná.
Los
 próximos tres meses son críticos para las cosechas de trigo en el 
hemisferio norte, ya que la cantidad de humedad y las temperaturas son 
importantes para el crecimiento de los cultivos. Las medidas 
proteccionistas han resurgido recuerdos de las crisis de los precios de 
los alimentos de 2008 y 2011, cuando los altos costos causaron 
inestabilidad política y económica en todo el mundo. Varios países 
prohibieron las exportaciones de granos, empeorando la situación.
Hoy,
 los suministros de trigo siguen siendo abundantes gracias a las 
excelentes cosechas del año pasado. Los consumidores pueden estar 
acumulando alimentos básicos como la harina y el pan, pero una vez que 
termine la compra de pánico, el mundo probablemente todavía tendrá una 
gran cantidad de trigo, dijo el Consejo Internacional de Granos el mes 
pasado.
Si
 bien se prevé que las reservas mundiales de trigo aumenten a un máximo 
histórico esta temporada, no todos los suministros están disponibles 
para la exportación, con aproximadamente la mitad de las reservas 
mundiales almacenadas en China, asegura Benjamin Bodart, director de CRM
 AgriCommodities en Newmarket, Inglaterra.
“Simplemente no podemos permitirnos una sequía este año”, dijo.
Partes
 de los océanos Atlántico, Pacífico e Índico alcanzaron récords de calor
 el mes pasado, según los Centros Nacionales de Información Ambiental de
 EE.UU. Las altas temperaturas podrían ofrecer pistas sobre la ferocidad
 de la temporada de huracanes en el Atlántico, la erupción de incendios 
forestales desde la región amazónica hasta Australia, y si continuará el
 calor récord y las tormentas eléctricas severas que arrasan el sur de 
EE.UU.
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