Somos Región pretende ser un partido regionalista que podría arañar 
votos y escaños al PP, pero ha sido desplazado en las encuestas (y en la
 percepción general) por la irrupción de Vox, un partido 
antirregionalista. Extraña paradoja. Dos partidos que, aun en el 
espectro de la derecha, tienen una contraria orientación en su diseño 
político respecto al factor territorial; sin embargo, carecen de espacio
 para competir entre ellos, de modo que Vox parece neutralizar al otro. 
Esto significa que, en el fondo, no es tan importante la carcasa como el
 hecho de la funcionalidad 'antiPP'. Hay un electorado procedente del PP
 que pretende ubicarse en un lugar distinto en que brillen sin ropaje 
las 'ideas fuertes' de la 'derecha sin complejos', y estaba dispuesto a 
votar tanto a un partido regionalista como a otro antirregionalista, 
daban igual los argumentarios fundacionales siempre que la organización 
resultante viniera a morder al PP de una u otra forma. 
En ese pulso, 
desde el principio se vio claro que Vox sacaría a Somos de la pista 
incluso a pesar de que la estructura del partido de Garre está mejor 
armada al día de hoy que la de los recién llegados, pero éstos llevan 
carrerilla y no les hace falta más que la marca. 
En
 Somos son conscientes de este inoportuno contratiempo, de ahí que 
algunos de los más advertidos dirigentes sientan estos días un 
irresistible vértigo que los tienta a la escapada. Empezando por José 
Gabriel Ruiz, que fue tal vez el principal animador para la creación de 
ese partido y el que infundió más confianza a Garre para que diera el 
paso. 
 Inicialmente
 fue el 'cerebro gris' de esta operación una vez que su acercamiento a 
Ciudadanos, tras haber quedado descolgado del 'nuevo aparato' regional 
del PP, no tuvo recorrido. Ruiz permaneció un tiempo en 'terreno de 
nadie', pues se distanció de Valcárcel por mantener su lealtad a Garre 
frente a PAS, y esto antes de que PAS se distanciara de Valcárcel. 
Ciudadanos aprovechó en ese trayecto los conocimientos de Ruiz, tras el 
paso de éste por la Administración regional, acerca, entre otras cosas, 
de las interioridades de la desaladora de Escombreras, y los utilizó en 
la comisión de investigación que sobre ese proyecto se abrió en el 
Parlamento regional. Pero esa comandita no funcionó mucho tiempo, de 
modo que Ruiz se empleó a fondo en la 'operación Garre'. Hasta ayer 
mismo, en que lo dejó tirado tras varios años en que le prodigó un 
amplísimo reguero de alabanzas. 
Justificó su dimisión como 'número dos' 
con argumentos abstractos e insinuaciones tiquismiquis, impropias de 
quien ha permanecido desde que le salieron los dientes en sucesivos 
cargos de la Administración gracias a un partido, el PP, que nunca se ha
 distinguido por las delicadezas que ahora le son a Ruiz tan 
perentorias. Es obvio que ha buscado un pretexto para quitarse de 
enmedio a la vista de las señales que indican que Somos no pirula.
En
 teoría, él debería haber sido el más indicado candidato a las 
elecciones generales. Pero no ha querido ser llevado al seguro 
sacrificio. En su lugar, pretendía que Garre ocupara esa plaza, una 
sugerencia insólita: ningún líder territorial se ha presentado nunca a 
las generales, ni siquiera Álvarez Cascos cuando fundó Foro Asturias. 
Un
 líder regionalista debiera liderar la política en su feudo, pues si se 
encarama a todas las candidaturas proyectaría la imagen de que no hay 
referentes institucionales complementarios, aumentando la impresión de 
personalismo o de abarcar una muy reducida área de influencia en la que 
no pueden crecer otras personalidades que puedan aspirar a obtener 
respaldo popular.
Ruiz habría 
estado dispuesto a concurrir al Congreso si las elecciones generales se 
hubieran celebrado después que las autonómicas, pero por su actitud es 
fácil deducir que sólo lo habría hecho si Somos hubiera tenido un 
resultado aseado en la Asamblea Regional, lo que le habría proporcionado
 un impulso. 
Pero no se atreve a comparecer electoralmente el primero, 
de ahí que pretenda que Somos eluda presentarse a las generales o que lo
 haga Garre. Si éste hubiera aceptado, en el caso de que obtuviera un 
escaño ¿tendría que renunciar a ocuparlo para volver a competir un mes 
después en las autonómicas o habría de dejar a Ruiz ese papel para 
convertirse éste así en el líder regional efectivo del partido? 
¿Pretendía jubilar a Garre en Madrid para quedarse él de candidato a la 
presidencia de la Comunidad? ¿Y cómo justificar, en otro supuesto, que 
un partido hecho y derecho desaproveche la oportunidad de promocionarse 
participando en unas elecciones generales? 
Ciertas espantadas no 
pueden sorprender a la vista de las trayectorias. Somos, sí, pero somos 
lo que éramos, o dicho de otra forma, esto es lo que hay.
(*) Columnista

 
 
No hay comentarios:
Publicar un comentario