Alarmado, y en parte entristecido, por las noticias de cientos de inmigrantes recogidos en pateras, y desembarcados en el Puerto de Cartagena. Viendo como se colapsa el Centro de internamiento, Enterado que por las calles de Cartagena andan deambulando cerca de cien inmigrantes ilegales con un bocadillo y un kit de aseo proporcionado por Cruz Roja; sigo leyendo, y constato que esos hombres, mujeres, y niños, no vienen de países asolados por tremendas guerras étnicas, o por devastadoras hambrunas, vienen de Marruecos o de Argelia; y conociendo, como conozco, esos países y aun siendo consciente del bajo nivel de renta per cápita, pienso que algo muy tentador deben saber esos emigrantes para abandonar su patria, y jugarse la vida en una mísera patera cruzando el Mediterráneo.
Corre por las redes un video cuyo protagonista es un marroquí de pega que establece comunicación, a través de su móvil, con su primo Hassan que sigue en Rabat.
Toda la conversación es una entusiasta invitación para que su primo venga a España. Los argumentos que esgrime el inmigrante son de lo más de convincentes: Está cobrando una subvención de 600 euros al mes por no trabajar; 200 euros por hijo, lo que dada la condición prolífica de esta raza supone una pasta; 50 euros a la semana para poder comprar alimentos. Si está en Cataluña 400 euros cada dos meses para aprender catalán; como les cuesta trabajo la inmersión en tan hermosa lengua, no extraña que tarden más de un año en el empeño. Colegio gratis para esos hijos, gratuidad que incluye desayuno, comida y merienda. Sanidad y farmacia a coste cero. ¡Vaya bicoca!
Omito el resto de la “parla” referida a robos sin condena, a estafas toleradas en la compra de coches, alquileres impagados, y otros temas que no vienen al caso por no abarcar al común, y ser adorno indebido en el guión del citado vídeo.
Incrédulo por lo que creo una exageración xenófoba, recabo información y compruebo que un importante tanto por ciento de las canonjías referidas son ciertas. Y siendo así ¿como nos extraña ese flujo constante de marroquíes y argelinos? Creo que, muchos de ellos, andan buscando esas tremendas e injustificadas “chupetas” con que nuestros legisladores, usando y abusando de los impuestos que tanto nos cuesta pagar, ponen en marcha para congraciarse, desde una mal entendida solidaridad, con esos progres de salón, que con sus “buenismos” no consiguen otra cosa que fomentar el vicio de cobrar sin trabajar, cuestión esta mal vista entre occidentales, pero más tolerante entre orientales.
Corre por las redes un video cuyo protagonista es un marroquí de pega que establece comunicación, a través de su móvil, con su primo Hassan que sigue en Rabat.
Toda la conversación es una entusiasta invitación para que su primo venga a España. Los argumentos que esgrime el inmigrante son de lo más de convincentes: Está cobrando una subvención de 600 euros al mes por no trabajar; 200 euros por hijo, lo que dada la condición prolífica de esta raza supone una pasta; 50 euros a la semana para poder comprar alimentos. Si está en Cataluña 400 euros cada dos meses para aprender catalán; como les cuesta trabajo la inmersión en tan hermosa lengua, no extraña que tarden más de un año en el empeño. Colegio gratis para esos hijos, gratuidad que incluye desayuno, comida y merienda. Sanidad y farmacia a coste cero. ¡Vaya bicoca!
Omito el resto de la “parla” referida a robos sin condena, a estafas toleradas en la compra de coches, alquileres impagados, y otros temas que no vienen al caso por no abarcar al común, y ser adorno indebido en el guión del citado vídeo.
Incrédulo por lo que creo una exageración xenófoba, recabo información y compruebo que un importante tanto por ciento de las canonjías referidas son ciertas. Y siendo así ¿como nos extraña ese flujo constante de marroquíes y argelinos? Creo que, muchos de ellos, andan buscando esas tremendas e injustificadas “chupetas” con que nuestros legisladores, usando y abusando de los impuestos que tanto nos cuesta pagar, ponen en marcha para congraciarse, desde una mal entendida solidaridad, con esos progres de salón, que con sus “buenismos” no consiguen otra cosa que fomentar el vicio de cobrar sin trabajar, cuestión esta mal vista entre occidentales, pero más tolerante entre orientales.
No quiero con ello decir que no haya inmigrantes que con su trabajo estén ganando su pan, para ellos mi reconocimiento.
Ese efecto llamada es tan real como pernicioso. Está distorsionando nuestra convivencia, nos obliga a un debate innecesario donde la caridad se intenta oponer al egoísmo; donde los que advierten que a este desmán hay que encontrarle solución; que las fronteras no pueden ser tan permeables, y que a las subvenciones hay que ponerle coto, se les tacha por los “progres buenistas” como insolidarios, e incluso “fascistas” que es el vocablo de moda entre tanto asno que a buen seguro no sabe lo que significa ese adjetivo.
Pregunten a nuestros emigrantes de antaño en que condiciones tenían que partir a Alemania o Francia. Siempre con contrato de trabajo sin ninguna subvención, y cuando el contrato se acababa de vuelta a casa sin rechistar.
Y mientras tanto el Rey de Marruecos y el Jefe de Estado de Argelia, entre calada y calada del narguilé, riéndose a mandíbula batiente de los bobos gobernantes españoles a los que no les importa regalar tanto dinero a sus compatriotas, sacarlos con ese cebo de sus países, y así ellos menos bocas que alimentar.
Nunca se debe generalizar; desde ese convencimiento estoy seguro que no todos los inmigrantes, que de un tiempo a esta parte nos invaden, lo hacen con el antedicho señuelo; otro sí digo: ¿Porqué no probamos a limitar al máximo tanta canonjía y tanta prebenda?. Prestemos ayuda al que realmente la necesite, pero no admitamos a nadie que pretenda vivir subvencionado, y lo que es peor que intente imponernos su cultura, sin intentar adaptarse a la nuestra.
Ese efecto llamada es tan real como pernicioso. Está distorsionando nuestra convivencia, nos obliga a un debate innecesario donde la caridad se intenta oponer al egoísmo; donde los que advierten que a este desmán hay que encontrarle solución; que las fronteras no pueden ser tan permeables, y que a las subvenciones hay que ponerle coto, se les tacha por los “progres buenistas” como insolidarios, e incluso “fascistas” que es el vocablo de moda entre tanto asno que a buen seguro no sabe lo que significa ese adjetivo.
Pregunten a nuestros emigrantes de antaño en que condiciones tenían que partir a Alemania o Francia. Siempre con contrato de trabajo sin ninguna subvención, y cuando el contrato se acababa de vuelta a casa sin rechistar.
Y mientras tanto el Rey de Marruecos y el Jefe de Estado de Argelia, entre calada y calada del narguilé, riéndose a mandíbula batiente de los bobos gobernantes españoles a los que no les importa regalar tanto dinero a sus compatriotas, sacarlos con ese cebo de sus países, y así ellos menos bocas que alimentar.
Nunca se debe generalizar; desde ese convencimiento estoy seguro que no todos los inmigrantes, que de un tiempo a esta parte nos invaden, lo hacen con el antedicho señuelo; otro sí digo: ¿Porqué no probamos a limitar al máximo tanta canonjía y tanta prebenda?. Prestemos ayuda al que realmente la necesite, pero no admitamos a nadie que pretenda vivir subvencionado, y lo que es peor que intente imponernos su cultura, sin intentar adaptarse a la nuestra.
La caridad bien entendida empieza por nosotros mismos los españoles, esos que cada día se levantan para con su trabajo, muy duro en muchos casos, allegar medios para sostener a sus familias, y que ve con tristeza que cada vez tiene que pagar más impuestos para entre otras cosas mantener no solo a esos inmigrantes sino a la pléyade de políticos inútiles e innecesarios.
Estoy seguro que la mayoría de mis compatriotas piensan que no tienen obligación de mantener a nadie más. Ya San Pablo decía en la epístola a los Tesalonicenses: “El que no quiera trabajar que no coma”.
(*) Ex presidente de la Autoridad Portuaria y de la CHS
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