martes, 28 de noviembre de 2017

Los Reyes cierran en Caravaca su asistencia a los tres jubileos españoles de este año, enmedio del afecto popular




MADRID.- Con ocasión del Año Jubilar 2017 de la Santísima y Vera Cruz de Caravaca, Sus Majestades los Reyes, don Felipe y doña Letizia, visitaron esta mañana la localidad murciana de Caravaca de la Cruz que este año celebra un nuevo Jubileo. 

Tras una breve explicación del rector de la Basílica de la Vera Cruz sobre el templo, su historia y la colección artística que alberga, Don Felipe y Doña Letizia ocuparon sus lugares en el presbiterio. Después de depositar el rector la Santa Cruz sobre el altar, el obispo de Cartagena dio comienzo a las preces jubilares.
Una vez finalizada la ceremonia religiosa y recorrer el claustro y el Museo de Arte Sacro, Orfebrería, Ornamentos y Pintura, don Felipe y doña Letizia firmaron en el Libro de Honor de la Real e Ilustre Cofradía de la Santísima y Vera Cruz.
Sus Majestades los Reyes se dirigieron posteriormente a la Iglesia de la Compañía de Jesús para visitar la exposición “Signum, la gloria del renacimiento en el reino de Murcia”. 
Esta muestra, organizada con motivo del Año Jubilar, reúne más de medio centenar de obras de los siglos XV y XVI, entre pinturas, esculturas, tejidos, piezas de orfebrería y arquitectura y textos.
Don Felipe y Doña Letizia recorrieron la exposición acompañados por el comisario, Juan Ignacio Ruiz, y agradecieron su trabajo a los patronos y colaboradores de la Fundación "Camino de la Cruz" y los patrocinadores del Año Jubilar. Este acto puso fin a la visita de Sus Majestades los Reyes a Caravaca de la Cruz.
A su llegada a Caravaca habían recibido a Sus Majestades los Reyes, así como a su llegada a la Real Basílica-Santuario de la Vera Cruz, el presidente de la Región de Murcia, Fernando López Miras; la presidenta de la Asamblea Regional de Murcia, Rosa Peñalver; el delegado del Gobierno en la Comunidad Autónoma de la Región de Murcia, Francisco Martín Bernabé; el alcalde de Caravaca de la Cruz, José Moreno Medina; la secretaria de Estado de Turismo, Matilde Asián; los portavoces de los grupos municipales en el Ayuntamiento; la hermana mayor de la Real e Ilustre Cofradía de la Santísima y Vera Cruz de Caravaca, Elisa María Giménez-Girón, y la Junta Directiva de la Hermandad; el obispo de la Diócesis de Cartagena, José Manuel Lorca; el vicario episcopal de Caravaca-Mula y comisario del Año Jubilar, Jesús Aguilar, y el rector de la Basílica de la Vera Cruz, Emilio Andrés Sánchez.
Tras la visita a Signum, y antes de regresar a Madrid, don Felipe y doña Letizia se interesaron y mostraron su preocupación por la situación de sequía en toda España y también en la Región de Murcia.

El 9 de enero de 1998, San Juan Pablo II concedió a la ciudad de Caravaca de la Cruz la concesión de la celebración de un Año Jubilar a Perpetuidad en torno a la devoción a la Vera Cruz, a celebrar cada siete años, sumándose de esta manera a los otros jubileos que se celebran también a perpetuidad en Jerusalén, Roma, Santiago de Compostela y Santo Toribio de Liébana.
Para ganar las indulgencias plenarias, el peregrino debe participar en una celebración en la Basílica Menor-Santuario de la Vera Cruz, con la devoción e intención de ganar el jubileo y orar por las intenciones del Papa. Además, debe recibir confesión sacramental y comunión eucarística, bien en el santuario o unos días antes o después de la peregrinación en otra iglesia. 
La Cruz de Caravaca es un “lignum crucis”, un trozo de madera perteneciente al madero en que murió Jesús de Nazaret. Se conserva en un precioso relicario en forma de cruz de doble brazo horizontal y uno vertical. Es una cruz oriental, patriarcal y pectoral que, según la tradición histórica, perteneció al patriarca de Jerusalén. 
Se trata de una Reliquia avalada por su procedencia patriarcal de Tierra Santa y su vinculación a la Vera Cruz, descubierta en el Siglo IV por Constantino (335-347) o por su madre Santa Elena (según la tradición en el año 325-326) y de la que se hicieron tres partes, siendo entregada la primera al patriarca de Jerusalén y traídas las dos restantes a Constantinopla y Roma.




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