La decisión
 del Banco Santander de hacerse con el Banco Popular es una decisión 
de Estado. Como ha dicho la presidenta de la entidad, Ana Patricia 
Botín, es una compra que dará certidumbre y estabilidad al sistema
 financiero español y eso es bueno para España, para Europa y para el
 crecimiento de la economía española. Pero hay unos grandes 
perdedores: los aproximadamente 300.000 accionistas que pierden
 toda su inversión y a los que el Gobierno no parece haber 
protegido de los errores de gestión y de supervisión. 
Cómo
 podrán mantener su confianza en el ministro de Economía, Luis de 
Guindos, cuando recuerden que hace solo unos días, el 19 de abril, con 
ocasión de un encuentro con el sector financiero con presencia de los 
medios de comunicación aseguraba que "Popular no tiene problemas de 
solvencia ni de liquidez" y que "es un banco solvente y su futuro lo 
decidirán sus accionistas".
No va a ser el caso. Tanto los accionistas como los tenedores de 
bonos, salvo los seniors, perderán toda su inversión. Parece lógica la 
propuesta de Organización de Consumidores y Usuarios que ha pedido al 
Ministerio de Economía y al Banco de España que promuevan un arbitraje o
 un mecanismo extrajudicial inmediato que aporte una solución lo más 
rápida y económica posible a estos más de 300.000 accionistas del Banco 
Popular.
La operación diseñada por el equipo ejecutivo del Banco Santander 
debe asumir compromisos que no pongan en riesgo su propia viabilidad. A 
falta de la comprobación a fondo de la verdad de las cuentas del 
Popular, las ‘due diligence’ habituales, la entidad realizará una 
ampliación de capital de 7.000 para poder tener una mayor cobertura de 
los riesgos inmobiliarios.
La entidad prevé un aumento de la rentabilidad del orden del 14 %, 
pero el beneficio por acción no crecerá hasta el año 2018. Pese a que va
 a destinar 7.900 millones para ampliar la cobertura de los riesgos 
inmobiliarios, que pasará del 45 al 65 %, estima que en 18 meses se 
habrá desprendido como mínimo de la mitad de esa cartera.
De ser así, estas ventas generarán nuevos recursos y se reducirán las
 necesidades de provisiones. Todo ello lleva a comprender el malestar de
 los accionistas y de las organizaciones de defensa de los consumidores 
que consideran que el Gobierno debería haber tenido en cuenta como 
mínimo el valor que el mercado estaba dando al Popular al cierre de la 
bolsa el martes por la tarde.
No se puede decir que el Ejecutivo no tuviera margen de actuación. Es
 la primera operación que se hace en el Marco de Resolución Europeo. 
Desde que se aprobó esta directiva en el 2014, expertos y observadores 
habían pensado que la primera entidad en pasar por el nuevo sistema de 
recuperación de la Unión Bancaria seria la italiana Monte Dei Paschi Di 
Siena.
Pero primero el Gobierno de Renzi, y desde el año pasado el ejecutivo
 liderado por Paolo Gentiloni, se han resistido a que los accionistas 
perdieran todo su capital y, con el apoyo del Gobierno, tratan de sacar 
adelante la entidad sin el menoscabo de los intereses de quienes han 
apostado su capital confiados en lo que le habían dicho hasta ahora los 
supervisores y el Gobierno.
Como han insistido Gobierno y el propio banco no habrá ayudas 
públicas. En este sentido no va a tener un coste para el contribuyente, 
pero no se puede obviar que tendrá un coste para accionistas y bonistas.
Resulta lógico que la oposición quiera la inmediata comparecencia del
 ministro de Economía, Luis de Guindos, que él mismo había pedido para 
comparecer a petición propia. Al ser a petición propia tendrá la ventaja
 de no tener que responder nada más que en una ocasión a las preguntas 
de la oposición.
Lástima. Sería una oportunidad para tratar de aclarar al máximo 
posible todo lo que ha sucedido en los últimos meses para que el Popular
 se haya convertido en una entidad inviable.
No se debe olvidar que fue la entidad financiera más rentable del 
mundo junto al Banc One, ahora también absorbido, en este caso por el 
JPMorgan,  durante ocho años consecutivos en los años noventa.
Seguro que con ocasión de la constitución de la Comisión de 
Investigación de la Crisis Financiera, el caso Popular va a ocupar un 
lugar destacado. Una primera explicación la podemos encontrar en 
términos intelectuales en el libro de Aristóbulo de Juan, ‘De buenos 
banqueros a malos banqueros’. Pero nos hace falta conocer los detalles. 
¿Por qué el Popular no quiso utilizar nunca ayudas públicas para 
afrontar la crisis y el Gobierno se lo permitió si hoy hemos sabido que 
estaba en quiebra?
(*) Periodista

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