Según arrecian las revelaciones, todo, 
hasta los episodios más rocambolescos, va tomando sentido. La famosa 
“gestapillo”; las curiosas imágenes de Ignacio González, creo, y un su 
amigo en algún lugar del Caribe, portadores de sendas bolsas de plástico
 en las que, según ellos, había toallas; el enrevesado asunto del ático 
evanescente de González; el octogenario padre de este, despachando en el
 Senado.
Realmente,
 el gobierno de Madrid, y de España entera, en los últimos años ha sido 
una muestra de la picaresca hispana de todos los tiempos, desde los 
primitivos de llevarse unos dineros extras mensualmente en forma de 
sobresueldos o enchufar al padre, la madre, los primos, los allegados, 
hasta los más ultramodernos de encriptar mensajes y camuflar los 
latrocinios por métodos telemáticos.
Según parece, Aguirre era sistemáticamente espiada en su propio despacho y,
 según parece también, González, su mano derecha, sabía todo sobre la 
cabeza en tanto que esta, la cabeza, no sabía nada de su mano derecha. 
Vaya cabeza. Aguirre pasa de ser una política audaz y que habla alto a 
convertirse en un ser ridículo, un fantoche de cuya vanidad se 
aprovechan unos truhanes para perpetrar sus fechorías.
La
 señora es ya una mojama política. La cazatalentos, vaya, que ha 
resultado ser la más tonta de la cuadrilla. El personaje que esta 
penúltima curva del laberinto de la corrupción ha revelado a nueva luz 
es el inenarrable expresidente de la CA de Madrid. La historia de las 
complicadas fechorías que se le imputan, su capacidad de organización, 
su manejo de los hilos del poder, sus tratos con otros gobernantes, sus 
presuntos vínculos con las otras tramas delictivas del PP y su supuesta 
práctica de interferir en los procedimientos judiciales dibujan un 
personaje insólito, uno que, a diferencia de la lideresa, ha pasado de 
ser una especie de fiel y oscuro mandado a resultar una especie de genio
 de la maquinación, un artista de la doble vida: gobernante de 
día/ladrón de noche. Alguien a quien faltaría tiempo para dedicarse a la
 gobernación, es decir, lo suyo.
No
 contento con lo anterior, el personaje intentó hacerse con Caja Madrid,
 para lo que contó con el apoyo cerrado de la necia vanidosa a la que 
espiaba y manipulaba. Con la Caja en la mano, este pillastre hubiera 
comprado no el Brasil, sino la China entera. Por desgracia para ellos, 
otro presunto delincuente, Rodrigo Rato, contaba con apoyos superiores: 
Rajoy y Zapatero. También en el trinque hay escalafón, sobre todo entre 
profesionales.
Puede
 parecer algo exagerado, pero no lo es. El personaje está tallado en 
roca granítica. Tras abandonar el gobierno de la CA de Madrid ha 
realizado diversas actividades. Una de ellas, escribir dos artículos por
 semana para La Razón, al precio de más de quinientos pavos la pieza, 
como si fueran reflexiones de Churchill. Así el periódico devuelve en 
parte al exgobernante la pasta que este le adjudicó arbitrariamente en 
subvenciones, que otorgaba en razón inversamente proporcional a la 
difusión. Porque el gobierno del PP es literalmente el gobierno del 
hampa: las promociones se acuerdan según enchufes y parentescos; las 
subvenciones, según afinidades delictivas.
Y, por si alguna duda quedara, ahora asoma otra aventura insólita del héroe, que estaba al parecer negociando un proyecto para privatizar la sanidad pública de Egipto
 utilizando para ello fondos de la cooperación. Cree tener experiencia 
porque ya intentó hacerlo en el gobierno de Aguirre y, al final, no pudo
 pues se lo impidió el Tribunal Constitucional. "Privatizar" llama este 
pájaro a apandar con todo lo público para metérselo en el bolsillo o en 
el algún jeque amigo a cambio de la correspondiente mordida. De la nueva
 jugada nos hemos enterado por grabaciones de la policía. El espía, 
espiado.
No se me negará que de la banda de ladrones del PP salen tipos novelescos, a la par que patibularios: Bárcenas, Camps, Mato, Matas, Barberá, Fabra, Granados, González... una galería de hampones digna de una película de cine negro.
No se me negará que de la banda de ladrones del PP salen tipos novelescos, a la par que patibularios: Bárcenas, Camps, Mato, Matas, Barberá, Fabra, Granados, González... una galería de hampones digna de una película de cine negro.
No
 se sabe cuánto tiempo tendrá la conexión árabe entretenida a la opinión
 pública, pero se le echa encima otro escandalazo de típica corrupción 
pepera con los parques eólicos de Castilla y León.
 Es injusto que se mezcle en esto al pobre Eolo. Estos parques de 
Castilla y León debieran llamarse “parques herméticos”, de Hermes, el 
dios de los ladrones. Y desfalco, expolio de lo público a lo grande, 
para hacer más grande aun lo privado, lo de los bolsillos privados, las 
fincas, las cuadras, las piscinas. Comisiones para arriba y para abajo, 
licitaciones fraudulentas, amaños, adjudicaciones ilegales, 
malversación, en fin…el estilo de la casa. Doce o catorce imputados.  El
 saqueo de lo público.
Abrumado
 por la avalancha de corrupción y las tarascadas de la izquierda que 
pide su dimisión o una moción de censura, Rajoy ha dado luz verde a la 
formación de una comisión interna del PP para luchar la corrupción, como
 si esta fuera algo ajeno al PP, algo venido del ultraespacio. La idea y
 el momento son tan chuscos que invitan al comentario festivo. Sabido es
 que, cuando no se quiere resolver un problema, se nombra una comisión. 
Pero esta en concreto tiene más gracia. ¿A quién van a nombrar para 
presidirla y componerla? ¿Qué quiere decir "luchar" en el PP? Y ¿qué 
competencias tiene? ¿Puede investigar o tiene que empezar por 
investigarse a sí misma? Su función última ¿será descubrir y denunciar 
la corrupción o encubrirla?
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED 

 
 
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