Parece que el ex ministro,
          ex presidente del
          Congreso, José Bono, ha dado en la
          diana de lo que le puede suceder al partido
          socialista si su actual secretario general, Pedro Sánchez, se
          empeña en que sean
          las bases quienes decidan sus políticas. Que a este paso,
          elecciones tras
          elecciones, al final al pesoe sólo le voten sus militantes, y
          no son millones
          precisamente.
      
Es la eterna disyuntiva que
          se vive en todos
          los partidos donde se gobierna gracias a varios millones de
          votos no cautivos
          que una vez apoyan a la derecha y en otras a la izquierda. Son
          millones de
          votos moderados, que no tienen ideología propia muy definida y
          deciden en cada
          ocasión por criterios puntuales.
      
Los militantes suelen estar
          más involucrados
          y por razones obvias más radicales que los votantes. Por eso
          sólo se les
          utiliza en contadas ocasiones, porque su radicalidad pone en
          peligro al propio
          partido al que pertenecen. Es el eterno dilema: cerebro contra
          corazón.
      
Y es que en Génova este regalo
          ofrecido por Pedro Sánchez -el niño grande que después de que lo llevaran en
          helicóptero privado a
          un restaurante leonés está empeñado en llegar a ex presidente
          del gobierno,
          como sea- y muñido durante años por la
          vicepresidenta, una auténtica muñeca diabólica de
          Moncloa, se ha producido antes de lo previsto.
      
Porque el equipo de Soraya
          llevaba años, con
          la inestimable ayuda de los servicios secretos, planificando
          la crecida de una
          izquierda más radical que le robara los votos al socialismo
          para dejar fuera
          del bipartidismo al PSOE. Solo tuvo que orientar a los de
          Podemos, a Pablo
          Iglesias, en la senda mediática adecuada. Y tras las presiones
          correspondientes
          a los medios que comen del presupuesto oficial, todo fue coser
          y cantar. 
      
La cerrazón de Pedro "NoNo"
          y su
          deriva hacia pactar con podemitas e independentistas con tal
          de llegar a
          Moncloa ha hecho el resto. Y en el fondo se lo deben a un
          Rodríguez Zapatero
          que invento el cordón sanitario para arrinconar al Partido
          Popular iniciando la
          deriva guerracivilista que parece haberse contagiado a parte
          de la militancia
          socialista que incluso apoyarían a un Secretario a General
          pactar con quienes
          planean romper España. 
      
La imagen en los
          noticiarios de unos
          dirigentes atrincherados en la sede de Ferraz, donde no
          permiten la entrada de
          cargos históricos, puede laminar al partido que supo ser
          Estado en tiempos de
          González. Y es que "Pedro, si tiene que morir, lo hará
          llevándose por
          delante lo que haga falta", como anticipó en okdiario.com la
          mediática Beatriz Talegón antes de que
          dimitiera la mitad de la Ejecutiva.
(*) Periodista 

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