Una manifa multitudinaria contra la 
corrupción recorría ayer las calles de Valencia y se detenía ante el 
domicilio de Rita Barberá increpándola e insultándola. Si fuera filósofa
 la señora aprovecharía para reflexionar sobre la mudanza de las glorias
 mundanas y lo tornadizo de la fortuna: ayer, "alcaldesa de España", 
"milagro valenciano", "la invencible"; hoy, 24 años después, "choriza", 
"ladrona", "a la cárcel contigo".
¡Quién
 lo diría de este pueblo valenciano siempre tan sumiso, que llevaba un 
cuarto de siglo dando mayorías absolutas a una recua de presuntos 
ladrones, Camps, Barberá, Fabra, Grau, Blasco, Rus, etc.! Un pueblo que 
ponía a dura prueba todas las conclusiones de la psicología social, de 
la sociología y la ciencia política mostrando que a la gente no le 
importa que la roben, la pisoteen, la escupan, porque vive de la 
demagogia de un puñado de sinvergüenzas. Y, por cierto, ¡qué demagogia! 
¡Qué estupideces y vulgaridades soltaban estos pájaros para celebrar sus
 victorias!
Ahora
 se pide que la justicia actúe sin piedad y que Barberá renuncie a su 
aforamiento que no es otro cosa que un santuario para evitar su 
procesamiento. En efecto, su propio partido debiera pedirle que lo 
hiciera... pero no lo hará.
Porque
 el problema no es Rita Barberá que, por supuesto, no es un caso 
aislado. Tampoco es el PP del País Valenciano que tampoco es un caso 
aislado. El problema es todo el PP, una organización de presuntos 
malhechores montada desde el principio con el supuesto ánimo de robar, 
estafar, malversar, expoliar y financiarse ilegalmente.
¿Se
 acuerda alguien de cuando Aznar decía que el PP era "incompatible con 
la corrupción"? Por entonces ya había casado a su hija en un acto de 
estúpida megalomanía al que había asistido la flor y nata que hoy pulula
 por cárceles y juzgados de España. ¿De cuándo Rajoy, rodeado de sus 
fieles en la cúpula del PP -varios de ellos ya pringados en la 
corrupción- decía que no había trama Gürtel sino que era una trama 
contra el PP? 
Desde
 el momento de su fundación, este partido de franquistas, 
nacionalcatólicos con una pátina de liberalismo cursi, hace ya más de 
veinte años, parece haberse dedicado al saqueo sistemático del erario en
 provecho de una increíble cantidad de ladrones y sinvergüenzas que han 
estado cobrando comisiones, mordidas o sobresueldos, incluido su 
presidente nacional que, por insólito que parezca, todavía no ha 
dimitido.
No
 son casos aislados. No es que el partido esté corrupto. Es que se puso 
en pie para corromper el conjunto de las instituciones de la democracia 
española. Y, mediante su sistemática financiación ilegal y el pago en 
negro de las elecciones, lo ha conseguido porque, a estas alturas, todos
 los triunfos electorales del PP son nulos, como nulos son todos los 
actos de unas autoridades en todos lo niveles que han sido proclamadas 
de forma fraudulenta.
No
 hay que disolver el PP del País Valenciano y nombrar una comisión 
gestora. Hay que disolver el PP de España, declararlo ilegal, mandar a 
su presidente a prestar declaración ante el juez, nombrar una comisión 
gestora y facilitar cuanto antes la formación de un gobierno de gente 
honrada que saque al país de esta pesadilla de ladrones sin escrúpulos, 
sin cultura y sin dignidad.
Malabarismos
No va a ser fácil la constitución del 
gobierno. Va a ser muy difícil. Una filigrana. Casi juegos malabares. 
Pero los partidos, sus dirigentes, tienen que conseguirlo. El país debe 
cerrar esta etapa de saqueo mafioso y no prolongar cuatro o cinco meses 
más la agonía de un partido de presuntos forajidos, la patulea 
valenciana, la balear, los Rato, Blesa, Granados, etc. y los que sin 
duda engrosarán en próximas fechas la lista de ladrones. Los 
negociadores tienen una responsabilidad inexcusable de poner punto final
 a esta era de latrocinio e involución franquista.
Y
 tienen también la de constituirse en un gobierno que pueda entablar 
relaciones con el de la Generalitat para tratar de buscar una solución 
civilizada, democrática y pacífica al desbarajuste que la imbecilidad de
 la oligarquía nacional española ha provocado.
Son dos retos que no admiten demora. 
La
 semana parece comenzar bien. El PSOE negocia con Ciudadanos, con IU, 
con Compromís, con el PNV y Coalición Canaria. Solo ha excluido al PP, 
cosa que me parece correcta pues no hay nada de qué hablar con esa 
asociacion de presuntos malhechores, y a los partidos independentistas, 
ERC y DiL, cosa que no me lo parece por cuanto aunque reivindiquen 
objetivos a los que el PSOE se opone frontalmente, están en su derecho, 
lo hacen dentro de la legalidad (a diferencia del PP) y debieran recibir
 el mismo trato que los demás.
Excluido,
 mejor dicho, autoexcluido, está Podemos quien lanzó un ultimátum 
bastante inepto e  imposible de recoger y, de ese modo, bloqueó 
unilateralmente las negociaciones. El PSOE, con mayor sentido de la 
diplomacia, sin embargo, mantiene abierta la línea del diálogo y serán 
los otros quienes tendrán que dar algún paso.
De
 momento siguen encerrados en la triquiñuela de que el PSOE debe elegir 
entre ellos y C's. Ya no dicen el PP porque resultaría chusco, pero es 
curiosa la contumacia de esta gente en el error. Es como si creyeran 
que, a base de reiterarlo, dejara de ser un error para convertirse en un
 acierto. Como esa afirmación que siguen largando de los cinco millones 
de votos que nunca fueron tales, igual que los 69 diputados tampoco lo 
fueron y ahora ya va estando claro que no lo son. Como si el hecho de 
repetir que han de "hablar con una sola voz" ocultara que no la tienen y
 que están tan fraccionados como es habitual en los ámbitos de esta 
izquierda neocomunista, al estilo de IU, de la que muchos de ellos 
proceden 
Un
 mal asunto, desde luego. Ya a cierta distancia del 20D y los humos del 
momento, algunas cosas empiezan a estar claras: el bipartidismo no se ha
 hundido y el PSOE ha aguantado bastante bien una arremetida fuerte en 
circunstancias adversas. Tan bien que es la pieza de la centralidad 
política, la única en torno a la cual puede fraguarse una coalición y a 
la que estos recién llegados pretenden confundir mediante logomaquias de
 principiantes. En esas condiciones y aunque les humille confesarlo, es 
Podemos quien tiene que elegir entre seguir en su estrategia de acabar 
con el PSOE (provocando nuevas elecciones) o pactar con él. Y cada día 
que pasa, esa elección anuncia peores consecuencias por cuanto, en 
efecto, el PSOE no se hunde ni se "pasokiza".
Y, por cierto, los sondeos y encuestas, por mucho que las terminales mediáticas de Podemos, como Público o la Sexta las "interpreten", cada vez pintarán peor para la formación morada. 
Una
 nuevas elecciones, sin duda, serán un desastre para el país pero, tal 
como van las cosas, no, precisamente, para los partidos que muestran 
ánimo de pactar y evitarlas. 
Es elemental. 
  
 
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