Definitivamente, a Fernando López Miras (FER) le va el ‘mindfulness’.
 Así es como se denomina en inglés la técnica de atención consciente 
para combatir el estrés creada por el doctor neoyorkino Jon Kabat-Zinn, a
 partir de una mezcla de la medicina y la psicología occidentales con 
esencias de las enseñanzas budistas, sin la menor inclinación religiosa y
 con la única finalidad de atemperar el espíritu. 
Es una filosofía de 
vida que gana adeptos por momentos, como la dieta vegana o el yoga, y 
que se apoya en la meditación, una práctica que el presidente de Murcia 
parece ejercitar también en su vida cotidiana, a juzgar por el ritmo 
calmoso y alejado del estruendo que imprime a la presidencia de la 
Comunidad Autónoma. Apenas nos acordamos ya, pero esta era una región 
muy ruidosa hace justamente un año. 
El próximo miércoles se 
cumplirán doce meses de la caída de Pedro Antonio Sánchez (PAS), cercado
 por sus líos judiciales, y salta a la vista que aquel terremoto 
político de alta intensidad que sacudió a la Región en los primeros días
 de abril de 2017 no solo dio paso a un nuevo presidente, Fernando López
 Miras, sino también a una distensión de la vida pública tan acusada que
 la hace casi aburrida. 
Al margen de otras consideraciones, como si FER 
sigue o no enganchado al pinganillo de su antecesor, habrá que admitir 
que el relevo en San Esteban resulta hoy balsámico para la institución, 
en la medida en que ha dejado atrás, o rebajado al menos, el daño 
reputacional que PAS ocasionó durante su enrocamiento y ha despejado la 
incertidumbre que acogotó a la sociedad murciana ante una crisis que 
parecía inacabable. 
Y donde antes había agitación y estruendo, 
porque PAS era un presidente fragoroso, ahora se oye el silencio en los 
despachos de un Gobierno -a punto de ser remodelado-, que a veces da 
incluso la impresión de haber perdido la iniciativa. Con Valcárcel y con
 PAS habría sido impensable, por ejemplo, que instituciones como la 
Cámara de Comercio de Murcia y el Consejo Económico y Social (CES) no se
 hubieran visto presionadas o cuando menos consultadas por el Ejecutivo 
en la elección de sus dirigentes. 
No es el caso. La nominación de Miguel
 López Abad para dirigir la Cámara responde por completo a la voluntad 
de los empresarios, que incluso han marcado los tiempos y han resuelto 
asimismo con total autonomía (sin importarles que solo manejan un tercio
 de los votos en el Plenario) que José Antonio Cobacho presida el CES, 
anticipándose formalmente a lo que manda la ley: la propuesta previa de 
un candidato por parte del jefe del Gobierno regional.
Esta podría
 entenderse como una señal de debilidad del presidente, o asociarse, por
 el contrario, a los rasgos de su personalidad: la prudencia, la 
necesidad de darle mil vueltas a las cosas, concentrarse al máximo antes
 de tomar una decisión, meditarlo todo mucho. El ‘mindfulness’. 
Desde 
que FER llegó al palacio de San Esteban, la legislatura camina cansina, 
como si estuviera agotada, pese a que aún le quedan catorce meses por 
delante, y da la impresión de que el presidente se resiste a lucirse, 
pese a que reúne algunos logros de los que poder presumir: ha conseguido
 situar en la agenda política nacional el problema del agua, del que 
antes solo se hablaba en Murcia (aunque está por ver con qué resultado 
final), y en su corto mandato se han aprobado en Madrid inversiones de 
800 millones en infraestructuras (arcos Noroeste y Norte de Murcia, 
autovía Zeneta-San Javier y tercer carril de la autovía con Alicante). 
Además, y si todo transcurre según el guion, podrá hacerse la foto 
inaugural del aeropuerto de Corvera y la de la llegada del AVE en 
vísperas de los comicios de mayo de 2019.
Es posible que los 
actores de la legislatura se hayan detenido para tomar impulso de cara a
 una larga campaña electoral, pero no deberíamos descartar que se hayan 
dejado contagiar por la cadencia del presidente tranquilo. El PSOE de 
Diego Conesa ni siente ni padece, ocupado como está en cuidar la 
política municipal más que en reafirmarse como el grupo principal de la 
oposición en la Asamblea Regional. 
A Podemos se le ve menos aguerrido 
que al principio, tal vez frenado por la tendencia a la baja de su marca
 electoral en las encuestas. Ciudadanos no puede disimular que se pasa 
el rato pidiéndole la hora al árbitro. La nueva formación de Alberto 
Garre, ahí está, ahí está, como la puerta de Alcalá, viendo pasar el 
tiempo, pero sin terminar de arrancarse. Y el PP ha aminorado tanto la 
velocidad con la que se movía en la etapa de PAS que se arriesga a 
perder el protagonismo que está obligado a mantener, como fuerza 
mayoritaria y encargada de gobernar. 
A fin de recuperar la cabeza de la 
carrera, FER ha introducido las primarias en el PP y ha primado la 
lealtad a las siglas del partido en la renovación de su Comité 
Ejecutivo, al tiempo que prepara una segunda ley de simplificación 
administrativa que sacará a la luz a 20.000 empresas sumidas en la 
alegalidad, aprobará la rebaja del tramo autonómico del IRPF y pondrá en
 marcha la Agencia Regional de Clima y Medio Ambiente, con la intención 
de desatascar los miles de trámites medioambientales empantanados en la 
burocracia. 
Para encauzar tales objetivos, está a punto de 
cambiar en parte a su Gobierno, en una remodelación que responde a la 
necesidad de procurarle un impulso a su acción política -algo común y 
muy aconsejable en los tramos finales de cualquier legislatura-, pero 
que en gran medida estará también determinada por el carácter paciente y
 la química personal del presidente con sus colaboradores, así que 
échense a temblar los consejeros que a los ojos de López Miras hayan 
pecado de impetuosos o hayan ninguneado el papel del PP en sus agendas.
(*) Columnista

 
 
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