Me sumo a las críticas a la acción de la
 Junta Electoral Central claramente sesgada a favor de la opción 
unionista. Está claro que, por su composición, este órgano no puede 
garantizar juego limpio en la campaña, dado el carácter referendario de 
la consulta. La Junta está compuesta por miembros en representación de 
los partidos dinásticos, unionistas, sin duda mayoritarios en España; 
pero no en Cataluña, en donde son minoritarios. El órgano no es 
representativo y, en consecuencia, no puede ser imparcial, pues la parte
 mayoritaria no está representada. 
Pero estos asuntos, siendo importantes, no son decisivos. Los decisivos son los que atañen a la eficacia
 de la Junta. La catarata de prohibiciones, interdicciones y supresiones
 que produce este órgano, poseído de un activismo casi frenético, quiere
 aquietar, sino aniquilar, el impulso y la movilización inependentistas.
 Seguramente todas las medidas adoptadas tienen apoyatura en algún texto
 legal. Es probable que haya alguna norma, decreto, orden, o providencia
 que declare inicuas y condenables expresiones como "presidente del 
gobierno en el exilio" o "presos políticos". También lo es que habrá 
reglas sobre lo que los interventores, apoderados, etc puedan llevar en 
el ojal de la americana. 
La
 acción de esta Junta, que es una correa de transmisión del gobierno, 
estará mejor o peor razonada en términos de legalidad, esos en los que 
se enreda Rajoy, pero tiene un efecto obviamente contraproducente. Tan 
obvio que es extraño que no lo vean. Meterse a dar órdenes en las formas
 de expresión y comunicación libres de la sociedad, que enseguida se 
hacen invisibles porque se asimilan, es garantizar que estas cobran 
nuevos bríos, nuevas fuerzas. La mejor manera de animar un movimiento de
 protesta es hostigarlo, reprimirlo cuando no es posible exterminarlo 
que es como la derecha entiende deben resolverse los conflictos 
políticos.
Los
 nazis obligaban a los judíos a llevar una estrella de David amarilla; 
estos obligan a los cargos de los partidos a quitarse el lazo amarillo, 
al Ayuntamiento de Barcelona a quitar también el amarillo. Barcelona va a
 llenarse de amarillo. Ya he visto digitales en amarillo, las redes 
vienen en groc. Querían apagar el amarillo, el color del escándalo, y lo
 han avivado. 
A
 eso me refería más arriba con lo de la eficacia. La imagen que el 
bloque del 155 está dando es escalofriante. Amparado en el 155, el 
ministro Méndez de Vigo ha zanjado por su buen criterio y capricho un 
contencioso entre Cataluña y Aragón por un patrimonio histórico, a favor
 de Aragón. Amparado también en el 155, el ministro Dastis, de 
Exteriores, decide extender la prohibición de libertad de expresión de 
España a Bélgica y tiene el aplomo de pedir a Puigdemont que no haga 
declaraciones, que no hable, que se calle. Justo lo que están haciendo 
en Cataluña.
Con
 un 155 verdadero paraguas de la arbitrariedad gubernativa, la única 
garantía que cabe el 21D es la presencia de observadores extranjeros. ¿O
 es que no ha demostrado ya suficientemente este gobierno en minoría 
parlamentaria que es capaz de todo? En el todo entra confiar el recuento
 a una empresa que garantice el pucherazo. 
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED

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