Experiencia, toda. Dinero, más que suficiente. Ganas de trabajar, 
infinitas. Este triunvirato bien podría definir la vida de José Ignacio 
Goirigolzarri, a la sazón actual presidente de Bankia. 
Allá por 2009, y con más de tres décadas de experiencia a sus espaldas, 
abandonaba BBVA con una indemnización millonaria (67,8 millones de 
euros). De esas que no cobra el más común de los mortales. 
Aspiraba a sustituir a Francisco González, pero tras el anuncio de éste 
de alargar su edad de jubilación, sus sueños se vieron truncados.
 Salía por la puerta no deseada. Con galones y con una hoja de servicios
 impecable. Suyos son productos que hicieron historia, como el Libretón BBVA. Pero frustrado. Muy frustrado. Como el alpinista que está a pocos metros de hacer cumbre en el Everest y no lo consigue.
Había perdido una batalla, pero no la guerra. Y el campo de batalla le dio una nueva oportunidad. El Partido Popular, que apostó por la continuidad de González, ahora le ponía al frente de un ejército formado por siete antiguas cajas de ahorro:
 Caja Madrid, Bancaja, Canarias, Ávila, Caixa d’Estalvis Laietana, 
Segovia y La Rioja. ¿Recuerdan la película ‘Doce del patíbulo’? En ella,
 un comandante debe adiestrar a lo peor de lo peor del ejército de 
Estados Unidos (algunos de los soldados con condenas a muerte) para una 
misión suicida. Para temblar.
Por valentía, por orgullo, o por sabedor de que podía hacerlo, 
Goirigolzarri acabó aceptando el reto. ¿Con qué armas contaba? Una sobre
 todo: conocía el negocio al dedillo. ¿Pero sabía lo 
que se cocinaba en esa casa? Ahí es cuando empezó a transpirar. Un 28 de
 noviembre de hace cinco años, a primera hora de la mañana, se reunió 
con 300 directivos para explicarles qué significaba el plan de 
reestructuración (reducción de plantilla, cierre de oficinas…).
“Lo pasé muy mal. Fue la reunión más dura de mi vida.
 Al acabar me tuve que cambiar de traje por la sudada enorme que tenía 
encima”, afirmó en un acto organizado por Nueva Economía Forum. Volvamos
 a la película bélica. En ella, Lee Marvin (el comandante) les dice a 
los militares condenados que sí, que es una misión suicida, pero que si 
no la aceptan, algunos acabarán fusilados. Si dicen que sí, y 
sobreviven, serán libres. En este caso, para ellos, para los directivos,
 la ‘condena a muerte’ no era otra que quedarse sin empleo.
Bankia y Goirigolzarri se ponen manos a la obra
Uno de los aspectos que más llamó la atención a José Ignacio 
Goirigolzarri fue que, a pesar de sus más de tres décadas de experiencia
 en el sector bancario, cuando se sentó con quienes llevaban las riendas
 de las entidades fusionadas, a la práctica mayoría no les conocía. No 
eran genuinos banqueros. Eran más bien políticos. Gente sin experiencia.
 Por eso echó mano de los suyos. Y cambió totalmente el consejo de administración. “En una organización que cambia, los cambios deben comenzarse por arriba”, subrayó.
Por ejemplo, sustituyó a unos 800 consejeros externos, lo que supuso 
un ahorro de 700 millones de euros anuales en dietas. Pero había que 
hacer frente a las preferentes y a la salida a Bolsa. Una piedra en el 
camino trazado. Bankia se convertía en algo así como una especie de 
apestado de cara a la sociedad.
“No hay dolor”, que diría Rambo. E hizo suyo el lema de los 
gladiadores: fuerza y honor. Nada de lamentaciones. “Los empleados de 
Madrid, cuando cogían un taxi, le decían al taxista que les llevarán al 
intercambiador de Plaza de Castilla. Les daba vergüenza decirle que trabajaban en Bankia”, recuerda. Había que levantar la moral a la tropa.
Cuando parecía que tenía todo perfilado, los resultados acompañaban, 
se conseguía recuperar clientes que habían abandonado la entidad, y 
atraer a otros nuevos, apareció un nuevo enemigo: las tarjetas black. Un
 despilfarro, un auténtico escándalo, en el que metieron mano a un pastel de 15 millones de euros 82 consejeros y directivos de Caja Madrid. Para echarse a llorar. Todo el trabajo de campo se venía abajo. La credibilidad recuperada podría irse al traste.
No fue así. Y ahí la ‘culpa’ fue del propio Goirigolzarri. Utilizando
 sus propias palabras, la receta fue “realismo y transparencia”. No sólo
 por este caso. Fue un mantra que se auto impuso desde su aterrizaje. 
“No había que ocultar lo que había y las medidas que se iban a hacer”, 
dijo en el acto de Nueva Economía Fórum.
Y, como no hay dos sin tres, los peritos del Banco de España atacaron con nueva artillería, al afirmar que las cuentas de 2011, elaboradas por Rodrigo Rato (su antecesor en el cargo) y reformuladas por el propio Goirigolzarri,
 no reflejaban la imagen fiel de la entidad. ¡Para no resudar! ¿Cómo 
mandar a tu cohorte a la batalla cuando tus galones están en entredicho?
 ¿Con qué fuerza moral? ¿Creería su escuadrón sus palabras? ¿Había 
perdido su credibilidad? Finalmente, el juez ni le citó, ni abrió un 
proceso contra su persona.
Y entonces respiró. Porque si hay una cosa clara que tiene José 
Ignacio Goirigolzarri es que “sólo el ejemplo legitima el liderazgo”. Y 
él no podía ser un mal ejemplo. Un axioma que tuvo muy claro desde el 
momento que puso pie en la entidad: “El proceso de transformación de Bankia no lo iba a hacer un líder salvador, sino cada una de las personas que trabajan allí. Porque solo los hechos legitiman. La implementación transforma la realidad”.
Ahora tiene ante sí un nuevo reto, que no es otro que la fusión con 
BMN. Sobre la mesa, un Expediente de Regulación de Empleo (ERE) que 
podría afectar a unas 2.000 personas. ¿Sudores fríos? Es posible, aunque
 es probable también que en el otro lado de la balanza ponga todos 
aquellos componentes que hacen más fuerte el producto resultante. Por no
 hablar de la futura privatización de la entidad.
“El futuro está lleno de retos. Pero prefiero estos retos que a los del año 2012.
 Entonces Bankia era una cuestión de supervivencia”, sostiene. José 
Ignacio Goirigolzarri ha superado la prueba. Y con nota. Ha salvado a su
 tropa. Una tropa que lo veía todo negro. “Y eso genera orgullo de 
pertenencia. Mantener esta transformación anímica es lo más importante 
para mí”, recalcó en el citado acto. Costarle, le ha costado sudores. ¿Y
 quizás alguna lágrima?
(*) Periodista
https://www.merca2.es/sudores-goirigolzarri-bankia/

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