Con nocturnidad, reunido en el Congreso de los Diputados tras el 
Pleno del martes con el discutido Luis Alegre, su hombre de confianza en
 Madrid, al que han querido cargarse los partidarios de Iñigo Errejón, 
dimitiendo diez consejeros de la dirección autonómica madrileña, Pablo 
Iglesias, secretario general de Podemos, decidía cesar al número tres 
del partido, responsable de la organización, agradeciéndole el trabajo 
realizado, aunque, y todo en el mismo párrafo oficial, “los últimos 
acontecimientos dan muestra de una gestión deficiente”, adelantando 
además, que a todos los efectos, y a la espera de una nueva elección, él
 como secretario general, asumiría el puesto. Un capítulo más de las 
tensiones internas en las que vive Podemos, y que en el fondo tanto le 
gusta a Iglesias, por lo que pueda parecerse a su serie de culto “Juego 
de Tronos”.
Quienes desde Podemos han venido pregonando que por fin la gente 
normal se ha incorporado a la política, y ha entrado en las 
Instituciones, hay que decir que esa gente normal se ha comportado, con 
la misma lógica que los “viejos partidos“, incluso con menos democracia 
interna que la que existe en la “vieja política“, sin ningún tipo de 
debate y, además, sin posibilidad de defensa, sobre el que ha caído 
durante las horas que han seguido al cese, todo tipo de acusaciones (es 
la consigna) de “gestión deficiente”. Todo el Asamblearismo de antes, 
esas Asambleas de Barrios o Asambleas temáticas, han desaparecido como 
por arte de magia. Ni hace falta la consulta a las bases sobre qué tipo 
de pactos hay que hacer en estos momentos tan decisivos para este país, y
 mucho menos para debatir el cese de un hombre clave dentro de un 
partido que acaba de asumir importantes responsabilidades políticas, y 
que aunque esté empezando, se ha convertido en pocos meses, en el cuarto
 de este país.
Si además a ese hombre, responsable de la organización del partido, y
 del equipo de Errejón (que por cierto acaba de ganar el control de 
Euskadi) se le acusa de haber promovido todo el movimiento de dimisión 
de los miembros de la dirección de Madrid, estamos ante una lucha de 
poder o, ante el descubrimiento de algún tipo de “conspiración interna” 
que ha provocado esa decisión, tomada personalmente por Iglesias, con lo
 que se desvanecen todas las versiones dulcificadas que han dado hasta 
ahora de que, simplemente, estábamos ante una “crisis de crecimiento“ y 
no en un en frotamiento entre dos facciones (de eso habla Iglesias con 
preocupación), cuyas cabezas visibles serían Iglesias y Errejón. Una 
tercera facción sería la de Izquierda Anticapitalista en la que estarían
 la líder andaluza Teresa Rodríguez, Pablo Echenique y el eurodiputado 
Miguel Urbán.
La situación actual es que la rebelión ha sido por un hombre de 
Iglesias, Luis Alegre, que prácticamente ha desaparecido de la escena 
política como responsable de Madrid, y que en vez de averiguar lo que 
realmente pasa en Madrid, destituyen al número 3, aprovechando las 
crisis que existen en estos momentos en Galicia con las Mareas, en 
Cataluña con el partido de Colau, en Cantabria o en la Rioja, donde ha 
habido que montar gestoras. Todo ello precedido de una carta enviada a 
la militancia por Iglesias en la que, con una notable cursilería, habla 
de “defender la belleza” del proyecto político frente a los “sectores 
oligárquicos que quieren acabar con Podemos”.
Dando a entender que habría un sector dispuesto a facilitar la 
investidura de un Gobierno PSOE-Ciudadanos y negando la existencia de un
 Podemos más condescendiente, frente a un Podemos más radical. Carta 
contestada por el primer dimisionario de Madrid, el diputado Emilio 
Delgado con el consiguiente tuit: “Lo que parece evidente a estas 
alturas es que tenemos una idea de la responsabilidad, de la belleza, y 
de los cuidados, bien distinta”. 
Un tuit más en esa guerra en las redes 
sociales en las que Sergio Pascual se ha convertido en la principal 
víctima, frente al desconcierto de muchos militantes y votantes de 
Podemos que no saben muy bien qué es lo que está pasando y si, 
efectivamente en esa lucha sorda que existe, ha jugado un papel decisivo
 quienes piensan en el posibilismo: en la abstención por lo menos en un 
Gobierno presidido por Sánchez como defendería Errejón y buena parte de 
los suyos o en nuevas elecciones como en su fuero interno quiere 
Iglesias por lo que ha empezado a poner orden (su orden, claro) en el 
partido.
Ojo que estamos a un cuarto de hora de que empiece a circular la 
especie que una de esas facciones, de las que según Iglesias, tienen que
 cuidarse todos los militantes, ha pactado ya con el Ibex, o sea con lo 
que se llama ahora “sectores oligárquicos”. Para Juan Carlos Monedero, 
ligado, sobre todo a Iglesias y crítico con Errejón y Carolina Bescansa,
 probablemente el más lúcido de todos, lo que ha ocurrido es que “hemos 
alimentado la locomotora y sacrificado los vagones” Es decir que estamos
 entre un juego de locomotoras… y un Juego de Tronos.
(*) Periodista

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