Después de una jornada informativamente caótica y de haber conseguido
 soliviantar como nunca a sus socios de gobierno, a los partidos de la 
oposición, a las autonomías, y de poner en serio riesgo la prórroga del estado de alarma que tiene que aprobar el Congreso de los Diputados, Pedro Sánchez y su ministro de Sanidad, Salvador Illa, corrigieron sobre las 20 horas la última idea de bombero que el Ejecutivo español había anunciado por la mañana: los niños menores de 14 años solo podrían salir de casa acompañados de sus padres para ir a comprar al supermercado, al banco o a las farmacias.
No hay que ser ningún lince para concluir que el Gobierno había 
tomado la peor decisión posible ya que se permitía a los niños acudir a 
centros cerrados donde las posibilidades de contaminación son mucho más 
altas y, en cambio, se les prohibían los paseos cerca de casa y al aire libre. 
Enviar a los niños allí donde expresamente la OMS ha señalado que era 
mejor evitar hacerlo al ser posibles focos de contagio era de tal 
ridiculez que solo hubiera podido ser superada, por ejemplo, 
permitiéndoseles la entrada en hospitales. Los trabajadores de todos 
estos centros comerciales y de atención a los ciudadanos que están en 
primera línea de lucha contra la pandemia con gran sacrificio personal 
y, en condiciones, muchas veces, más que precarias, no se merecían este 
dislate del Ejecutivo español.
Hay una obsesión casi enfermiza por parte del gobierno español por 
distanciarse el máximo posible de las decisiones que adopta el Govern 
catalán. Basta que desde Barcelona se haga una propuesta para defender 
justo la contraria y en este caso concreto hay mucho de ello, pensando 
que el rédito político puede vencer siempre las decisiones de los 
técnicos que lo único que hacen es poner su experiencia al servicio de 
los gobiernos. 
Es cierto que la Generalitat tiene su propia propuesta de desconfinamiento
 que será, como todas las cosas, opinable y discutible. De hecho, por 
ejemplo, en uno de los borradores del equipo que capitanea Oriol Mitjà 
llegó a aparecer el domingo la opción de un pasaporte de inmunidad
 (vinculado a un certificado digital) que llegó a hacer suyo el equipo 
del president Torra y que, con el paso de las horas, el típex acabó 
borrando.
Pero había otras perfectamente válidas como las franjas horarias para
 los paseos de los niños y los desconfinamientos territoriales que 
estaban mucho más trabajadas que la permanente improvisación del 
gobierno español. Y cuando no hay improvisación hay mando único ya que cualquier excusa es buena para que el Govern no tenga margen alguno para llevar a cabo una política propia. 
Tanto es así que la territorialización del desconfinamiento se decidirá
 en Madrid para que no sean Catalunya o el País Vasco quienes acaben 
aplicando las medidas decididas a sus propios ciudadanos. Quizás habrá 
que empezar a decir que el PP no se hubiera atrevido a más. En todo 
caso, a lo mismo.
(*) Periodista y director de El Nacional

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