La inamovilidad es el núcleo de la 
propaganda del PP.  Justo lo que espera la gente: continuidad, solidez,
 certidumbres. Y lo que más odia: lo imprevisible, la incertidumbre. 
Nosotros seremos corruptos, incompetentes y franquistas, pero somos 
seguros y previsibles, como siempre dice Rajoy, a quien suelen 
acusar sus críticos de dontancredismo. Ese congreso se prevé de 
aclamación al líder que ha conseguido de nuevo el gobierno con la 
complicidad de una oposición a la que tiene a su merced.
Los
 detentadores del poder en el PSOE, la junta gestora y su líder en la 
sombra, Díaz, se esfuerzan por elaborar otro relato: el PSOE facilitó el
 gobierno de la derecha por sentido de Estado pero ahora hace una 
oposición rigurosa, aunque constructiva, desde luego. Quedan días para 
comprobar esta interpretación; los que faltan hasta la votación de los 
presupuestos. Hasta ahora, la imagen que el PSOE ha ofrecido es la de la
 complicidad con el gobierno (y, en lo referente a Cataluña, absoluta 
coincidencia). No está descartado que los gestores socialistas cumplan 
su reiterada palabra y voten contra los presupuestos. 
Pero, a la vista 
de su ejecutoria, es harto dudoso. Y sobre todo lo es porque el gobierno
 está en posición de amenazar con la convocatoria de elecciones 
anticipadas, algo que los demás partidos estatales, PSOE, Podemos y C's 
saben que no pueden permitirse. Si por ese temor el PSOE cede en los 
presupuestos (con algunas concesiones para salvar la cara) ya quedará 
meridianamente claro que el relato de la junta gestora de la oposición 
eficaz es una fábula. El PSOE vendió su posible progenitura por un plato
 de lentejas y ahora no tiene primogenitura ni lentejas.
El
 congreso del PP será de aclamación para dar esa imagen de firmeza y 
unidad que se considera tranquilizadora frente al electorado. En 
realidad es el punto de partida para unas posibles elecciones que pueden
 darse en cualquier momento. Y esto es aun si cabe más amargo para el 
PSOE porque es posible que, aun haciendo todas las concesiones 
imaginables, no pueda evitar esa temible convocatoria de elecciones. 
Piénsese que esta también podría venir motivada en cualquier momento por
 un giro insospechado en la maraña procesal en que está involucrada una 
gran cantidad de cargos y ex-cargos del PP. 
No es descabellado pensar 
que Rajoy sea llamado a declarar en alguna sesión de la Gürtel, los 
sobresueldos, los mil y un dislates que se han cometido y que decida 
disolver y convocar, en cumplimiento de la acrisolada doctrina del PP de
 que las urnas exoneran todo tipo de culpabilidades, como sostenía 
Camps. Claro que tratándose de Don Tancredo, no es seguro que una 
aventura procesal de ese calibre tuviera tales consecuencias.  
Los del PSOE andan también dando vueltas a su congreso,
 pero para retrasarlo cuanto puedan porque, ignorantes de su posición 
política real, lo único que les interesa es colocar en la secretaría 
general a Susana Díaz. Las bases lo quieren para abril; los golpistas, 
para junio. La verdad, es indiferente. Ni en abril ni en junio va a 
conseguir Díaz lavar su imagen. El recurso a un golpe de mano, una 
conspiración palaciega con elementos de traición y venganza, una 
defenestración injusta, una sobrecarga de ambición personal ilimitada y 
una evidente falta de categoría producen una impresión devastadora de 
cualquier aspiración. Y eso no se olvida en tres ni en cinco meses. 
El
 camino del PSOE hacia la autoinmolación parece imparable. A saber si no
 lo aniquilan unas elecciones anticipadas. La cuestión está en si pierde
 sus votos a favor de Podemos y C's, como vaticina un reportaje de Público que
 es parte interesada en aquello de lo que informa o si esos votos se 
quedan en donde están, se van a la abstención o a algún otro partido de 
izquierda que pueda formarse de aquí a las elecciones. 
Los dos 
principales, PSOE y Podemos sufren tensiones internas de importancia y 
nadie puede descartar en absoluto sendas escisiones. Palinuro defiende 
siempre una posible alianza entre socialdemócratas del PSOE y de 
Podemos. Sería una oferta muy atractiva para mucha gente de la 
izquierda. Lo malo es que, para hacerla real habría que contar con los 
partidarios de Sánchez y los de Errejón y ya estaríamos frente al 
problema tradicional de la izquierda, el que la mantiene en situación de
 subalternidad: los personalismos. 
Mucha
 gente se hace cruces de por qué hay siete millones de españoles y más 
que votan a la derecha, a esta derecha. Casi nadie se responde que sea 
por lo que sea, esos votantes piensan que no tienen nada mejor que 
votar. No digo más.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED 

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