La división de poderes es uno de los pilares de la democracia que tiene 
como misión evitar el ejercicio arbitrario del poder y, en último 
extremo, la corrupción, a través del contrapeso y equilibrio entre el 
ejecutivo, el legislativo y el poder judicial. 
En Murcia, el 
ejecutivo descansa sobre un Gobierno que es elegido sobre la base 
mayoritaria de los diputados del legislativo. Esto da lugar a que, en 
muchas ocasiones, la labor legislativa sea siempre del partido 
mayoritario que suele imponer sus ideas, confundiendo, con demasiada 
frecuencia, los roles de ejecutivo y legislativo. La oposición queda así
 como un testigo mudo que no puede hacer valer sus enmiendas, con lo que
 su capacidad de intervención se resume, muchas veces, en la pataleta o 
en la corrección de erratas o de algún que otro dislate legislativo y, 
en ocasiones, ni siquiera eso.
Las últimas elecciones pueden 
cambiar esta situación. Con frecuencia, la discusión se centra en quién 
controlará el ejecutivo, cuando en realidad la pregunta clave debe ser: 
¿quién controlara el legislativo? La razón es simple; el ejecutivo, por 
definición, debe preocuparse por poner en marcha las leyes que apruebe 
el legislativo, al tiempo que éste controla la actuación de aquél a 
través de las diferentes comisiones. Un ejercicio de democracia nunca 
visto en este país. 
En la situación actual en Murcia, el partido 
mayoritario, gracias a una legislación electoral creada con escuadra y 
cartabón, tiene 22 diputados, frente a los 23 de la oposición, formada 
por tres partidos. La unión de estos 23 diputados electos de cara al 
control de la Mesa de la Asamblea, supondría equilibrar las diferentes 
sensibilidades con las que los murcianos votaron el 24 de mayo, pues es 
esta Mesa quien acepta las iniciativas legislativas, bajo informe del 
Consejo de Gobierno en los casos que dependen de hacienda. 
La 
Mesa está formada por un presidente, elegido en primera vuelta por 
mayoría absoluta o por mayoría simple en segunda vuelta; dos 
vicepresidentes, elegidos al unísono entre los dos más votados, y dos 
secretarios, elegidos también al unísono entre los dos más votados. Si 
la oposición no logra ponerse de acuerdo en la elección del presidente, 
el vencedor será, evidentemente, el PP, con lo que ganaría la 
presidencia, una vicepresidencia y una secretaría, lo que dejaría fuera 
cualquier iniciativa legislativa por parte de la oposición y así 
diríamos adiós al control del ejecutivo por parte del legislativo. 
Pero
 para que la oposición se ponga de acuerdo obviamente tendrán que 
repartirse los ´sillones´, por lo que el presidente debería ser una 
persona de cintura con reconocida calidad y con capacidad de 
negociación. El juego podría variar entre los partidos en liza, pero 
parece claro que a día de hoy tenemos dos discusiones diferentes sobre 
el tapete: la primera ¿quién controlará la Mesa? y la segunda ¿quién 
será el próximo presidente de la Comunidad Autónoma? 
Sería una 
lástima para todos, y especialmente para los movimientos sociales, que 
ambas discusiones fueran en paralelo o se convirtieran en una única 
cuestión. Para nosotros, incluso, es más importante quién controla el 
legislativo que quién gobierna en esta Región. Porque a lo largo de 
estos años hemos visto como el ejecutivo rehuía la discusión de temas 
espinosos a través de su control de la Mesa, o como se paralizaban 
mociones que hubieran puesto en duda ese perenne servilismo del 
ejecutivo ante los dictados de Madrid y Fomento, con respecto a tantas 
cosas y especialmente al incumplimiento del Convenio de 2006 sobre al 
soterramiento de las vías del tren. 
Por ello queremos dejar 
patente y rogamos a toda la clase política que en la Mesa estén 
representados todos los partidos. Sólo así se podrán presentar a 
discusión iniciativas que nos atañen a todos. Una verdadera regeneración
 democrática donde la Asamblea actuaría como un verdadero motor 
legislativo en diálogo con el ejecutivo del que saldría fortalecida toda
 la ciudadanía.
Si la negociación de la Mesa fracasa, la oposición
 tendrá que jugar a la contra. Entonces, incapaz de presentar propuestas
 en la Asamblea, no le quedará otro papel que denegar la propuestas del 
ejecutivo, el cual venderá como una supuesta inestabilidad, como ya lo 
ha venido haciendo, para llevarnos a elecciones anticipadas; cuando en 
realidad, lo que estaremos experimentado será, por primera vez, el 
verdadero juego democrático: la división de poderes. Algo muy necesario y
 posible, por otra parte, gracias a la no aprobación de esa reforma del 
Estatuto de Autonomía al que algunos grupos se vendieron con la promesa 
de una reforma de la ley electoral. Menos mal, todavía hay tiempo de 
hacer política.
 
 
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