Por primera vez, una decisión del Presidente del Gobierno, aunque sea
 en funciones, ha sido contestada por el Rey, negándose a viajar a 
Argentina como Sánchez había dispuesto.
El Ejecutivo quería tener al Soberano lejos de España para maniobrar 
libremente en la elección de un gobierno Frankestein. Como hizo 
mandándole a Cuba con el fin de poder darse el abrazo con Pablo Iglesias
 sin la presencia de Felipe.
Y es que la relación entre Zarzuela y Moncloa no es tan fluida como 
Sánchez contaba, cínicamente, en su libro “Manual de resistencia”: 
“Entre Felipe y yo existe una relación de complicidad que supera y sigue
 superando a día de hoy, lo institucional …. Hablamos con toda 
sinceridad …. Nos reconocemos mutuamente como las personas que vamos a 
sacar al país del resto del bloqueo”.
Mas bien está siendo que no. Muy al contrario. Sánchez es lo peor que
 puede tener España en estos momentos. Y malo, muy malo, para la 
Monarquía incapaz de reconducir la situación.
Parece mentira que Felipe VI se olvide del articulo 56.1 de la 
Constitución que le asigna un poder como moderador y árbitro. 
Desgraciadamente y sin saber por qué ni modera ni pito tiene para 
arbitrar el partido.
Tampoco aplica el articulo 62 que le autoriza, constitucionalmente 
hablando, a nombrar al presidente del Gobierno. Sorprendentemente, es el
 propio Sánchez quien se ha confirmado y erigido en el único árbitro 
para designar a quien nombrar sin contar con el Jefe del Estado que le 
están creciendo los enanos.
No los siete del cuento sino los miles y miles que aparecen poniendo 
en peligro la Institución. No olvidemos que Gabriel Rufián, uno de los 
posibles socios como líder de Ezquerra Republicana, llama a Felipe VI 
“el rechazao” y que el patriotismo se llama … Republica. ¡Toma ya!
PD. Lo que no es de recibo es que Moncloa haya 
impedido que el Jefe del Estado inaugurara la Cumbre del Clima (COP25) 
que reúne en Madrid a 50 Jefes de Estado para mayor gloria del 
presidente del gobierno en funciones, Pedro Sánchez, que tomó la palabra
 en este acto.
Aunque el soberano si ha cumplido con un deber de cortesía ofreciendo
 una recepción en el Palacio Real a todos los mandatarios e invitados a 
la Cumbre, donde, ¡finalmente! se le ha “permitido” dirigirse a ellos.
(*) Periodista

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