Hay un momento en la vida en que la situación es tan mala
 que sólo puede mejorar. El magistrado del Tribunal Supremo Pablo 
Llarena decretó esta noche prisión eludible con fianza (les da una semana 
para presentarla) para la Mesa del Parlament y dictó la libertad con 
cargos para Joan Josep Nuet. 
A Carme Forcadell no le dio este plazo e 
ingresó en Alcalá Meco, de donde presumiblemente saldrá mañana tras 
depositar la fianza, lo que resulta una humillación innecesaria. La 
decisión produjo cierto alivio en la sociedad catalana, no únicamente 
entre el independentismo, porque abre un camino para que salgan de la 
cárcel el exvicepresidente Oriol Junqueras y siete de sus consellers. 
Esperemos que también facilite la libertad de los presidentes de la ANC y
 Òmnium. La niebla que oscurece la política podría empezar a despejar.
En el momento en que la juez Lamela envió a la cárcel a 
ocho miembros del Govern, se inició lo que Antoni Puigverd ha calificado
 de incendio político irreparable. Ciertamente, había pocas 
posibilidades de reconducir la crisis catalana con una campaña electoral
 tranquila, pero la decisión de la juez al decretar prisión sin fianza 
añadió gasolina al fuego. 
Los magistrados no se dedican a hacer 
política, pero sería importante que tampoco la perjudicaran. Una campaña
 electoral con candidatos en la cárcel resultaría el peor de los 
escenarios. Es imprescindible que los partidos puedan aportar soluciones
 al conflicto catalán. E incluso proponer fórmulas para recomponer la 
convivencia y recoser la sociedad.
Necesitamos recuperar las instituciones y componer un nuevo relato 
colectivo. Y el Gobierno debería ser generoso a fin de superar esta 
etapa, con todo lo que ha supuesto de desgarro. Todos nos merecemos un 
acuerdo satisfactorio para cerrar heridas. Con la esperanza de que 
vuelvan los días maravillosamente aburridos, en los que la política no 
alteraba el ánimo ni favorecía el resentimiento. 
(*) Periodista y director de La Vanguardia

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