“A la Infanta le irá bien”. Cuando Rajoy dijo esto en el inicio del 
caso Nóos, no es que el Presidente acreditara talento como adivinador, 
es que maneja el cotarro, mueve los hilos, y sabe cómo funcionan las 
cosas. Si le hubieran preguntado por la suerte que correría Álvaro 
Pérez, su amigo y leal colaborador, la respuesta, de ser sincero, habría
 sido “le va a ir mal de cojones”. Esto es lo grave. El control que el 
Ejecutivo ejerce sobre los otros dos poderes. Respecto al judicial, por 
el manejo de los hilos del Consejo General del Poder Judicial. 
Vale que 
no tenga capacidad jurisdiccional, pero lo tiene sobre nombramientos, 
traslados, expedientes y otros aspectos esenciales de la carrera. Unido 
al control estricto de la Fiscalía. Y todo ello deriva en una Justicia 
insoportable, lenta, ineficaz y controlada políticamente. O sea, todo lo
 que no debe ser la Justicia en un Estado de Derecho.
Mientras Mas y sus ex consejeras esperan la sentencia del Tribunal 
Superior de Justicia, llega al Supremo el asunto catalán. Mañana lunes 
comienza el juicio en la sala segunda contra Francesc Homs, acusado de 
prevaricación y desobediencia al participar en la organización del show 
independentista en el referéndum del 9-N. Veremos si el resultado de 
ambos sumarios es coincidente o contradictorio.
En la espera de esa sentencia y de este juicio, se han conocido 
nuevos datos que apuntalan los indicios sobre corrupción en la antigua 
Convergencia y Unió, bajo el control de clan Pujol, y de Artur Mas 
también, al que cada día señalan más pruebas de las que van apareciendo.
 El puzzle del saqueo a manos llenas, prolongado en el tiempo, que 
suministraron nacionalistas e independentistas a los catalanes se va 
completando. Era un gang que se llevaba el dinero público, que 
funcionaba con tintes mafiosos, que imponía comisiones estratosféricas a
 empresarios que, en vez de plantarse y denunciarlo, aceptaban el juego y
 apoquinaban.
Y claro, ahora Mas, cuando aparecen implicaciones suyas personales 
que le comprometen seriamente, se pone estupendo e insiste en envolverse
 en la estelada, asumir un papel de víctima que ya no se creen más que 
los ciegos que no quieren ver, y denunciar una campaña contra “la 
libertad de Catalunya”. Sería para partirse de risa si ni resultara 
dramático. Y muchos ciudadanos catalanes les siguen bailando el agua, le
 compran la mercancía, e incluso le ayudan con su nuevo partido, al que 
se suman algunos por convicción y muchos otros para ver si pueden seguir
 trincando, viviendo de lujo, comprando coches y compañía y viviendo del
 erario y el trinque. Ojo con el Partit Demócrata Catalá, que va a dar 
que hablar.
Y en Andalucía, ya lo advertí en este andén, se viene otra mundial. 
En el sorteo para elegir quienes juzgaban a Chaves y Griñán en el caso 
de los ERE, cuantitativamente el escándalo de corrupción más grave que 
hemos conocido, el agraciado con la presidencia del tribunal, y además 
con la responsabilidad de redactar la sentencia como ponente, fue un ex 
alto cargo de Chaves y Griñán en la Junta de Andalucía. Y todavía no ha 
evidenciado el tipo que tenga intención alguna de abstenerse y apartarse
 del caso. Con un par.
Con este panorama, resulta una quimera pensar que el personal pueda 
tener la más mínima confianza o respeto en la Justicia. ¿Cómo respetar o
 confiar en una institución que empieza por no respetarse a sí misma? 
Pero así son las cosas, y así van a seguir siendo por ahora, no nos 
engañemos. Una justicia intervenida por el poder político en la que las 
sentencias llegan muy tarde y siempre favorecen a quién le interesa a 
los que mandan de verdad. 
Tengo ganas de preguntarle a Rajoy cómo le irá
 a Chaves y Griñán. Me temo que la respuesta sería “les va a ir bien, 
como a la infanta”. Más que nada por aquello del chiste del dentista: 
“¿No nos haremos daño verdad doctor?”. Y es que Rajoy necesita ahora al 
PSOE, y nos les puede hacer esa putada. Qué tristeza. Qué vergüenza. 
Cuánta indecencia.
(*) Periodista

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