España no es un país muy apropiado para hacer negocios. Lo certifica 
cada año un informe elaborado por técnicos del Banco Mundial, que en su 
última edición nos ha colocado en el puesto 32 a nivel mundial, con el 
pequeño consuelo de haber adelantado una plaza, ya que en la edición 
anterior estábamos en el puesto 33. Quizás más importante que el puesto 
en sí mismo es ver qué países están por delante de nosotros o cuáles de 
nuestros principales socios y compañeros de viaje están mejor o peor 
situados que España en la clasificación.
Los criterios que maneja el equipo de análisis del Banco Mundial para
 catalogar a los países son muy variopintos, desde las condiciones 
administrativas para facilitar la apertura de nuevas empresas o la 
diligencia para conceder permisos de actividad hasta el nivel de 
impuestos pasando por la legislación laboral o el funcionamiento de las 
leyes y de las instituciones encargadas de aplicarlas, las condiciones 
de acceso a la financiación, el clima social y otros muchos. 
Últimamente, la rebaja de impuestos ha sido una de las vías por las que 
las facilidades para hacer negocios han mejorado, aunque no esté claro 
que esta vaya a ser una ventaja capaz de persistir en el tiempo, dad9o 
el delicado equilibrio de las cuentas públicas en España y la necesidad 
de afrontar cuestiones tan capitales como el equilibrio de las cuentas 
de la Seguridad Social, en donde habrá que ir pensando en una subida de 
impuestos como vía prácticamente segura y única para solventar este 
asunto.
La lista de quienes nos preceden en esta virtuosa condición de ser 
buen escenario para hacer negocios integra a países como Reino Unido, 
Dinamarca, Suecia, Alemania, Portugal, Holanda o Francia. Por detrás, 
países como México, Italia, Brasil o Argentina, entre otros muchos, 
ponen de relieve lo mucho que podría hacer nuestro país para ganar 
puestos en este listado. La facilidad para hacer negocios implica 
normalmente una mayor capacidad para atraer inversiones, crecer y crear 
empleo con mayor dinamismo que nuestros competidores.
Por lo tanto, progresar en esta lista hacia posiciones más 
adelantadas sería un objetivo bastante deseable. El progreso en esta 
clasificación hacia posiciones más adelantadas no implicaría 
necesariamente una batalla fiscal para ver quien exige menos impuestos a
 sus empresas, ya que, por citar algunos ejemplos, países como Dinamarca
 o Suecia, con niveles de presión fiscal muy superiores al español, se 
sitúan entre los diez países del mundo en los que hacer negocios es más 
fácil o tropieza con menores obstáculos.
Hay, por ejemplo, otras virtudes que exhiben los países más 
adelantados a la hora de facilitar el trabajo a los emprendedores, como 
el tiempo que se tarda en crear una empresa o el número de requisitos 
que se exigen a los empresarios para montar una nueva actividad, 
cuestiones que en España asemejan una auténtica jungla que no tiene más 
justificación que el afán intervencionista, muchas veces desprovisto de 
justificaciones.
Gente dispuesta a emprender en España no escasea. Lo malo es que una 
buena parte de los interesados en emprender iniciativas se cansa y toma 
rumbo a otros derroteros más favorables para sus actividades. Hace ya 
unos cuantos años que son muchas las empresas que desarrollan la mayor 
parte de su trabajo fuera de nuestras fronteras. No es un mal asunto, 
desde luego, pero posiblemente una parte de estos exilios voluntarios 
responde a una respuesta a las dificultades de desarrollar la actividad 
en el interior del país.
(*) Periodista y economista
http://www.republica.com/retablos-financieros/2016/10/26/hacer-negocios-en-espana/

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