España no se acerca al fin del mundo, ni Cataluña está al borde de su
 independencia. Más bien al contrario los últimos acontecimientos de las
 elecciones generales del 20-D y el pacto de gobierno catalán, que ha 
llevado a la Generalitat a Puigdemont y dejado ‘de lado’ a Artur Mas, 
son hechos clarificadores que abren un abanico de nuevas expectativas 
donde el manejo de los tiempos y la capacidad de diálogo serán piezas 
fundamentales para lograr un desenlace razonable de tan enrevesada 
situación española en la que nada se puede descartar.
Precisamente los que apresuradamente se rasgan las vestiduras y nos 
lanzan advertencias apocalípticas, como ocurre ahora con un nervioso 
Rajoy -de nuevo tocado por las últimas revelaciones de Bárcenas-, lo que
 pretenden es solo y exclusivamente salvarse ellos con el discurso de la
 salvación de la patria, la que tampoco está en peligro.
El discurso que Rajoy utiliza siempre en primera persona: ‘mientras 
yo sea Presidente del Gobierno, yo no consentiré, yo, yo y yo’. Nunca 
habla del Gobierno de España o de España porque considera que España es 
él (y su oscura circunstancia) y nadie más.
Por eso Rajoy, tras la investidura de Puigdemont, dice: ‘no dejaré 
que nadie se arrogue poderes ilimitados’, como si el nuevo Presidente de
 Cataluña ya estuviera actuando en contra de la ley. Mientras desde el 
nacionalismo catalán -donde abrirán un paréntesis hasta que a aclare la 
formación del Gobierno en España, se empiezan a enviar mensajes a Pedro 
Sánchez para que no se enrole en la ‘legión invencible’ de Rajoy y no 
renuncie a sacar al PP del poder con ayuda de Podemos e incluso de los 
nacionalistas vascos y catalanes.
Sobre todo ahora que, constituido el gobierno catalán, las variantes 
de los pactos han aumentado porque en el Congreso de los Diputados van a
 entrar en juego los escaños de PNV, CDC y ERC. Naturalmente Rajoy lo 
sabe y lanza arengas patrióticas a los socialistas para que eviten la 
tentación de un pacto ‘contra natura’ constitucional, al tiempo que le 
envía un ‘S.O.S.’ a Susana Díaz, la patriota de cartón, para que salte 
de una vez sobre la secretaría general del PSOE, por España, Andalucía y
 la Humanidad, como dice el himno blanco y verde del Sur.
Tranquilo, Don Mariano, tranquilo, porque esto no hizo nada más que 
comenzar y tiempo habrá para ir desenredando la madeja que atenaza el 
momento político español. Pronto se constituyen las Cortes y pronto se 
iniciarán las consultas del rey Felipe VI. Del que Rajoy desea recibir 
un mandato para presentarse a su investidura como jefe del Gobierno a 
pesar de no tener los apoyos necesarios para lograrlo. Pero con clara 
intención de utilizar la sesión de investidura para presentarse como el 
salvador de la patria, presionando al PSOE para actúe en su favor.
Aunque Rajoy debería medir los riesgos de ese debate de investidura 
si es cierto, y él lo sabe, que Bárcenas lo tiene grabado en 
conversaciones que evidencian su complicidad con la doble contabilidad 
del PP. Asunto que ya lanzó con la mayor dureza -‘usted no es una 
persona honesta’- Pedro Sánchez en el debate electoral de televisión y 
que va a poner a prueba la aparente candidez de Albert Rivera. Al tiempo
 que le dará a Pablo Iglesias la oportunidad de lucirse en ese debate ‘a
 cuatro’ en el que habrá fuego cruzado entre todos ellos, con los 
nacionalistas en el papel del ‘quinto invitado’ de la sesión.
Aunque aún no se ve la salida del túnel nacional ya sabemos que en su
 interior se aprecia una mayor claridad una vez despejada la incógnita 
catalana. Y ahora llega el turno de la política nacional donde no caben 
cheques en blanco ni adhesiones incondicionales, y donde las posibles 
variantes en los pactos y con o sin los líderes actuales -como ocurrió 
en Cataluña- abren nuevas oportunidades y soluciones, incluida la del 
nuevo adelanto electoral. El que han querido evitar en Cataluña con la 
marcha de Artur Mas.
(*) Periodista

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