El 15 de marzo del año 44 antes de  Cristo fue asesinado Julio César a
 quien un augur -dicen que observando la entrañas de unas ocas a las que
 había degollado- le advirtió: “Cuídate César de los Idus de marzo ”.
Y en tal día, César le hizo llamar  y riendo le dijo: “Los Idus de 
marzo ya han llegado.” A lo que éste mirándole con lástima le contestó: 
“Si, pero aún no han acabado”.
Para los hombre y mujeres de España, el día 15 de marzo los astros 
que rigen el destino del mundo, se han convocado para sembrar la desazón
 y la  incertidumbre.
La pandemia con sus devastadores efectos económicos, junto a la 
ruptura familiar de Felipe VI con su padre, el rey Juan Carlos y la 
desaprensiva e insolidaria actuación de los secesionistas catalanas, 
incapaces de  aportar un solo gramo de solidaridad y de empatía con sus 
compatriotas, se han unido demostrando la fragilidad del país.
Los afectados somos todos, a los que se nos llama a la unidad como el
 bálsamo de fierabrás que todo lo cura. Saldremos juntos, nos dicen, 
mientras España cierra fronteras y se refugia en el letargo de cada 
casa, combatiendo la pandemia con el mismo método conocido, el 
aislamiento, con el que ya en la Edad Media se luchaba contra la peste, 
la viruela o el cólera.
Los políticos nos reclaman como en una guerra sangre, sudor y 
lágrimas, pero ninguno pide perdón, aún cuando ha cambiado la expresión 
sus caras. La sonrisa de autosatisfacción con la que el presidente 
Sánchez hacía habitualmente el paseíllo en la sala de prensa del Consejo
 de Ministros, andando con la misma seguridad con la que Robert Mitchum o
 John Wayne se movían en un western al entrar en el saloon, ha 
desaparecido.
La coordinación de las administración sanitaria en España, compartida
 en las 17  Comunidades, ha sido ineficiente y revela que no hay un 
protocolo con el que combatir las emergencias sanitarias. El sistema no 
ha dado una información homogénea y centralizada desde el primer momento
 que permitiera activar la alarma y todavía a fecha de hoy el recuento y
 la metodología en la evaluación diaria de casos no ha sido explicada. Y
 la experiencia de cómo han actuado otros países a los que antes había 
llegado la epidemia no se ha tenido en cuenta.
Ha sido necesario acordar el Estado de alerta para que el Gobierno 
pueda asumir un mando centralizado que coordine recursos de 
profesionales, medios materiales y organización hospitalaria.
Que tenemos excelentes profesionales, con entrega, dedicación y 
retribuciones escasas es una evidencia. Pero los médicos, enfermeras y 
sanitarios trabajan  integrados en una estructura y organización que 
está administrada y dirigida con criterios políticos, en 17 
compartimientos territoriales. La respuesta de Torra y Urkullu, reacios a
 perder el control de su administración sanitaria, a los que el Ministro
 de Sanidad excusaba en la rueda de prensa de la Comisión ministerial, 
expresa insolidaridad y  el concepto patrimonial de sus medios y 
territorios. Para salir juntos de esta crisis es necesario trabajar 
juntos en una organización profesional bien estructurada.
El despliegue militar de la Unidad de emergencias, con profesionales y
 medios que aportan logística, recursos y experiencia ha sido tardío. 
Como también la coordinación con la sanidad privada y concertada que ha 
puesto sus hospitales al servicio de los ciudadanos.
Y la información y la transparencia no ha fluido generando 
situaciones indeseables como la falta de explicación en la prescripción 
de los test del virus, derivación de enfermos y asignación de material 
médico necesario en los casos graves.
Se han perdido test realizados, se han demorado respuestas desde los 
centros de información y una devaluación del riesgo de la crisis ha 
estado instalada durante semanas.
El Estado en el siglo XXI tiene medios y recursos que los ciudadanos 
ponemos en manos de los representantes políticos que tienen que 
administrar con profesionalidad e inteligencia.
(*) Abogado y Registrador de la Propiedad

 
 
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