FRÁNCFORT.- Ryanair fue uno de los 10 mayores contaminadores de Europa, luego de que sus emisiones de dióxido de carbono en vuelos intraeuropeos aumentaran 7% el año pasado. Los otros 9 pecadores son plantas eléctricas a carbón.
Las
 cifras publicadas por la aerolínea esta semana sugieren que el 
historial ambiental de Ryanair probablemente no mejorará pronto. La 
aerolínea irlandesa espera llevar 153 millones de pasajeros en el año 
fiscal 2020, u 8% más que en el año fiscal que terminó en marzo. Para 
2024, espera llevar 200 millones de pasajeros al año, cuatro veces más 
que en 2007. El resultado de este rápido crecimiento sin duda será 
mayores emisiones de carbono.
No
 obstante, la célebremente malhumorada Ryanair aprovechó su presentación
 a inversionistas de esta semana para autodeclararse "la aerolínea más 
verde y limpia de Europa". 
Y su aseveración no es del todo errónea: su 
historial ambiental es mejor de lo que se entiende comúnmente. Aun así, 
la lucha contra el calentamiento global puede ser la mayor amenaza a sus
 ambiciones.
Para
 evitar una emergencia climática aun más severa, las personas tendrán 
que recortar voluntariamente sus vuelos o el costo de los viajes aéreos 
tendrá que subir para disminuir la cantidad de viajeros. En cualquier 
caso, el modelo de negocio de aerolínea de bajo presupuesto que ha hecho
 notoria a Ryanair parece vulnerable.
Afortunadamente,
 su director ejecutivo, Michael O’Leary, parece haber abandonado su 
posición de larga data y extremadamente irresponsable de que el cambio 
climático ocasionado por el ser humano no es real. Sin importar sus 
insensibles opiniones sobre los "ecoguerreros" (su término, no mío), su 
compañía tiene muchas prácticas recomendables desde una perspectiva de 
eficiencia de carbono.
Esto
 se debe, sin duda, a preocupaciones financieras. El combustible es el 
mayor gasto de Ryanair, así que usar menos es bueno, tanto desde la 
perspectiva financiera como desde la ambiental. Las emisiones absolutas 
de la compañía son menores que las de sus pares europeos con más rutas 
intercontinentales.
Nada
 de esto significa que Ryanair esté exonerado del cambio climático. A 
diferencia de la generación de electricidad o la industria automotriz, 
donde la energía solar y los automóviles eléctricos están desplazando al
 carbón y los motores de combustión, la tecnología no resolverá el 
problema de las emisiones de la aviación pronto. 
Los aviones de 
pasajeros con cero emisiones seguirán siendo un sueño por décadas, y el 
cambio a combustibles de menor carbono sigue siendo limitado por los 
costos. Las emisiones de las aerolíneas probablemente seguirán 
aumentando.
Actualmente,
 la industria representa 3,5% de las emisiones de gases de efecto 
invernadero de la Unión Europea, pero se espera que las emisiones 
aumenten por lo menos 20% para 2040. No es un panorama alentador.
Las
 aerolíneas del mundo han acordado poner límite a sus emisiones netas de
 carbono en 2020 y recortarlas en 2050 a la mitad en comparación con 
niveles de 2005, pero para hacerlo tendrán que pagar proyectos de 
compensación cuestionables. 
Ryanair también tiene la obligación de 
comprar créditos de carbono bajo el esquema de comercio de emisiones de 
la UE. Estos costos de la disminución del carbono han subido. Analistas 
de Berenberg anticipan su impacto financiero en 150 millones de euros 
(167,5 millones de dólares) en el año fiscal 2020, o 14% de sus estimaciones de 
ganancias corporativas.
Ryanair
 se ha comprometido con un crecimiento vertiginoso sin importar los 
costos adicionales. Pero es totalmente posible que los gustos de los 
consumidores que impulsaron su auge en las últimas tres décadas se 
reviertan.
En
 Escandinavia, ya está creciendo un movimiento de boicot a los vuelos, 
en favor de quedarse en casa o utilizar medios de transporte más 
limpios, como los trenes. La afligida operadora de viajes Thomas Cook 
Plc culpa a esto en parte por sus decepcionantes resultados financieros.
 No es de sorprender que O’Leary no planee crecer mucho en esa región.
A
 falta de un cambio social más extendido, dependerá de los gobiernos 
obligar a Ryanair y a sus pares a cobrar más para limitar los viajes 
aéreos innecesarios. El año pasado, la tarifa promedio de Ryanair fue de
 escasos 37 euros, a causa de un despilfarro de capacidad y una guerra 
de precios en toda la industria. Su objetivo parece ser mantener los 
precios bajos para sacar a sus rivales de la competencia; bueno para los
 pasajeros, pero no necesariamente para el ambiente.
Actualmente,
 las aerolíneas europeas no pagan impuestos por el combustible de sus 
aviones, y los tiquetes suelen estar exentos de los impuestos sobre las 
ventas, otra de las razones por las que las tarifas de Ryanair son tan 
baratas. Sin embargo, Holanda y Suecia han introducido impuestos a la 
aviación y muchos países están presionando por un arancel de la UE. Esta
 semana, el presidente de Francia, Emmanuel Macron, puso su peso detrás 
de un impuesto europeo al querosén.
Por
 supuesto, los gobiernos siguen siendo extremadamente inconsistentes 
respecto a los viajes aéreos. Muchos, como el Reino Unido, siguen 
empecinados en construir pistas. Y si los impuestos a la aviación suben,
 a Ryanair probablemente le iría mejor que a sus rivales debido a sus 
menores costos de operación. Sin embargo, su crecimiento y su potencial 
de ganancias se verían afectados. La antigua negativa de O’Leary a creer
 en la ciencia climática todavía puede venir a atormentarlo.

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