La esperada comparecencia de Daniel Baena, teniente coronel de la Guardia Cvil y responsable plenipotenciario de la investigación policial del procés en
 el Tribunal Supremo, ha dejado más dudas que certezas. Sobre todo, la 
cuestión más importante que ha quedado en el aire es si estábamos ante 
el responsable de la cuenta de Twitter desde la que se vertieron duros 
ataques al independentismo y que responde al perfil de Tácito en
 la red social. 
Cosa que ha negado con la misma seguridad aparente que 
hace un tiempo manifestó todo lo contrario a un periodista y así está 
grabado. No es una cuestión menor y puede acabar siendo nuclear, ya que 
la investigación policial en parte estaría sesgada y contaminada al ser 
él instructor. Y plantearía, si hubiera realizado falso testimonio y se 
pudiera demostrar, un interrogante nada menor: ¿es de fiar una persona 
así?
El juez Marchena ha blindado hasta la fecha al 
testigo en dos cuestiones capitales: la primera, rechazando la petición 
de las defensas para que Twitter certificara si el teniente coronel 
Baena es realmente Tácito. La segunda, no aceptar la declaración del 
periodista que había grabado su declaración en la que reconocía que 
sí que lo era. 
No parecen dos cuestiones menores, sobre todo si acaban 
sirviendo para esclarecer la verdad, pero el juez Marchena no ha dejado 
la más mínima rendija abierta al respecto. Dos respuestas negativas que 
dejan la cuestión en un aparente punto muerto. Y eso que en las últimas 
horas ha aparecido un nuevo indicio que reflejaría que Tácito y Baena 
son la misma persona. 
Si en la cuenta de Twitter de Tácito aparecía como
 imagen una serpiente de cascabel, esta imagen idéntica
 se reproduce en la cuenta de Facebook personal de Baena. No supo 
responder a esto el responsable de la Guardia Civil y lo atribuyó a una 
casualidad.
Dada la gravedad de las penas que se piden para los procesados, en 
algún caso, como es sabido, más de 25 años, debería hacerse todo lo 
posible para eliminar cualquier sombra de duda. Todo ello 
repercutiría en beneficio de la imparcialidad que se viene demandando 
desde el inicio del juicio. 
Uno de los acusados, Jordi Sànchez,
 el expresidente de la ANC a quien la fiscalía acusa de rebelión y para 
el que pide 17 años de prisión, aseguraba nada más acabar la declaración
 de Baena que el juicio era una farsa y que tenía más claro que nunca 
que la prisión era injusta. 
El mismo grado de perplejidad por las 
declaraciones de Baena lo expresaban diversos abogados defensores y el 
hecho de que hubiera quedado más clara que nunca en la sesión de hoy la causa general contra el independentismo.
Desde el primer día, el juicio ha ido acumulando zonas oscuras en las
 que o bien no se podía entrar, como el visionado de las periciales que 
contrapongan testificales repletas de falsedades, el criterio 
diferenciado a la hora de advertir a los testigos sobre una declaración 
bajo juramento o promesa de falso testimonio, o la manga más o menos 
ancha a la hora de esquivar con evasivas respuestas comprometedoras. 
Nada tiene, sin embargo, la dimensión de lo vivido este martes en el 
Supremo. Este es un capítulo que no debería cerrarse en falso.
(*) Periodista y ex director de La Vanguardia

 
 
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