La cuestión de la posible reforma constitucional es un asunto 
recurrente en casi todos los partidos políticos, si bien  desde 
perspectivas diferentes. 
Una de las reformas más demandadas es la de la 
estructura territorial de Estado si bien con una tendencia opuesta a la 
de la del sentido común si este existiera, claro está; y ello porque lo 
que algunos pretenden es aumentar las condiciones de autogobierno de las
 comunidades a partir de la consideración de que España es un Estado 
Plurinacional, un concepto inexistente en la mayoría de los españoles 
pero que a base de adoctrinamiento mediático puede ir calando.
Lo que nadie apunta al respecto de esa posible reforma es la posición
 contraria: la de la racionalización del sistema. Sólo el partido VOX es
 quien lo hace clamando en el desierto toda vez que el sistema 
autonómico de taifas en el que se ha convertido el desarrollo autonómico
 es algo ya implantado con un muy difícil retorno a una situación de 
sensatez. 
Si bien no sería tan descabellado el hacerlo, siempre desde la
 propia Constitución, si alguien explicara al sufrido español el coste 
que para las arcas del Estado supone el mantenimiento de este sistema, 
cálculos que algunos estiman en unos 100.000 millones de euros anuales 
lo que obliga- además de por otras razones – a un endeudamiento que ya 
alcanza al 100% del PIB. Por cierto el pago de esta deuda supone para 
España el pago de 100 millones de euros diarios.
Una posible solución – como apunta Don Melitón Cardona, eminente 
diplomático – sería sin menoscabo de la actual división territorial 
modificar “un marco constitucional muy contraproducente en un país 
centrífugo, con el resultado de que nunca antes en la historia de España
 se había llegado a tal grado de desigualdad entre ciudadanos y 
territorios españoles, no ya en los niveles de renta sino en los de 
servicios y derechos básicos. Sólo por eso, creo que sería muy 
conveniente una reforma de la Constitución española, aunque no en la 
dirección de acentuar las diferencias, como algunos pretenden, sino en 
la de eliminarlas de raíz. 
Por eso, si yo tuviera que proponer una 
reforma constitucional (lo que no es ni será el caso, claro está) 
insistiría en suprimir la capacidad normativa de las Comunidades 
autónomas respetando las de mera gestión, lo que nos permitiría suprimir
 diecisiete “parlamentos” autonómicos con el consiguiente ahorro para el
 Erario público y la consiguiente simplificación de nuestra 
legislación”.
Sin duda el llevar a cabo una reforma como la descrita reviste una 
tarea casi imposible salvo que en algún momento el ciudadano de a pie 
llegara a ser consciente de que este despilfarro está incidiendo 
directamente sobre su bienestar toda vez que lo que está en riesgo es 
nada menos que la de su pensión por la que ha cotizado durante tantos 
años y que en estos últimos años está siendo dilapidada en el 
mantenimiento de este sistema.
Se le atribuye a Albert Einstein la frase: “Si tuviera una hora para 
salvar el mundo, utilizaría 59 minutos en definir el problema y un 
minuto en resolverlo”. Y el problema hoy para el ciudadano medio es que 
el despilfarro de nuestros políticos alcanza tal magnitud tal que nos 
encaminamos a la quiebra. Una situación sólo evitada a través de más y 
más deuda.
Hoy nos encontramos con que la seguridad social es deficitaria toda 
vez que de los más de ochenta mil millones de euros con los que llegó a 
estar dotado el Fondo de Reserva de la Seguridad Social apenas queda 
nada. Por ejemplo en  2012, 2013 y 2014 se sacaron 43.000 millones de 
euros. Y no solo eso. También se ha dejado en la ruina al Fondo de 
Prevención y Rehabilitación de las Mutuas, del que se han extraído más 
de 5.000 millones de euros más.
Hoy nuestros políticos sólo piensan en las próximas elecciones 
generales, y en lugar de decirle a la sociedad española la verdad, que 
no hay dinero para seguir pagando las pensiones actuales, se dedica a 
sacar dinero de la “hucha” de las futuras, y el que venga detrás, que 
arree. Mientras tanto a seguir endeudándonos.
Esta es de forma muy sucinta y resumida la situación en la que nos 
encontramos: Un Estado despilfarrador y carente de recursos suficientes 
para mantener un sistema político esperpéntico que utiliza la conocida 
como hucha de las pensiones para ir poniendo parches y parches además de
 un endeudamiento creciente.
El Estado de las Autonomías tal y como lo vemos hoy  es un desastre, 
cuatro veces más caro que uno centralizado y fuente del mayor grado de 
despilfarro y corrupción de toda la historia de España.
La democracia se basa en la existencia de ciudadanos informados que 
toman decisiones racionales pero esto exige que aquellos estén al tanto 
de cuanto pasa y creo que no es el caso.
Pese a todo cabría dar por bueno este sistema político y las posibles
 reformas constitucionales de las que tanto se habla  si de verdad fuera
 el fruto de una demanda social imperante, algo que me temo no es así. 
Lamento decir que la tan cacareada presión centralista de la que tanto 
se habla no es más que la excusa de políticos avispados en busca de su 
ranchito taifa particular. 
Hoy mediante el uso desorbitado de los medios
 y mediante la educación es posible que la percepción de la  población 
haya cambiado – se la han cambiado – pero también es verdad que vemos 
pocas alusiones a que hemos creado un Estado sobredimensionado e 
ineficaz y  vemos escasas organizaciones políticas que apunten a la 
realidad y digan las cosas claras. 
Y el caso es que me temo que no lo 
vamos a ver por una sencilla razón: aquellos que tendrían que meterse a 
la tarea son  precisamente los que han creado este desaguisado y no creo
 que sean voluntarios para hacerse el “harakiri” pues supondría el fin 
de su mamandurria.
¿Reforma del Estado de las Autonomías? Sí, pero dígase la verdad al 
ciudadano del coste actual de este sistema y del que mediante una 
reforma constitucional se propone. Una reforma que salvo determinados y 
oscuros intereses nadie querría si supiera los efectos que sobre su 
estado de bienestar supone, por ejemplo, sobre sus pensiones, hoy en 
peligro.
Y dejemos la carga fiscal que este sistema exige para otra ocasión.
Todo esto es un simple dislate.
(*) General de División de Infantería de Marina (R) y vocal del Consejo Directivo de Eurodefense

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