El partido que algún juez considera una 
presunta asociación para delinquir y su jefe, sospechoso de haber 
cobrado sobresueldos en B, lanzaron el domingo a la fuerza pública, sin 
control ni protocolo algunos, a machacar a la ciudadanía catalana. 
Unas 
imágenes de violencia y crueldad insólitas inundan las redes y están en 
todos los medios del mundo. Porras, pistolas, escopetas, contra urnas y 
papeletas. La agresión brutal a miles, decenas de miles de ciudadanos 
que querían votar... y, pese a todo, votaron con un comportamiento 
cívico ejemplar.
¿O
 no votaron? El gobierno recurre al arma que ya empleó cuando el 
atentado del 11M: la mentira. Dice Rajoy, dice Santamaría y sus 
ministros, dicen los medios, que no hubo referéndum. Contra toda 
evidencia en contrario. Como cuando dijeron que el atentado de Atocha 
fue obra de ETA, siendo Rajoy uno de quienes propalaron tamaño embuste. 
No hubo referéndum. Los ciudadanos no votaron. No había urnas, ni 
papeletas, ni ciudadanos.
Pero
 la realidad pasa por encima como una apisonadora: referéndum es para la
 opinión internacional, referéndum para las redes sociales, referéndum 
para Cataluña y, sobre todo, para la Generalitat, que actuará en 
consecuencia, cumpliendo el mandato que de él se deriva con un 90% de 
votos favorables, de declarar la independencia. 
Negar
 la realidad tiene consecuencias. Quizá sirva en este caso para ganar 
elecciones en España, pero no ayuda un ápice a arreglar la situación en 
Cataluña. Al contrario. El voto que se gana en España entrando a saco en
 Cataluña exige más saco, la supresión de la autonomía, la intervención 
del Ejército. Es de suponer que, antes de llegar a aquí, la UE habrá 
intervenido.
Es
 inevitable. El gobierno no sabe qué hacer para impedir que el 
referéndum cuya existencia niega tenga efectos todavía más negativos. Y 
la oposición tampoco. La brutalidad policial del domingo provocará 
reacciones internacionales más intensas forzando al gobierno a una 
solución negociada para presidir la cual podría valer cualquier español 
excepto Rajoy. 
La
 oposición, especialmente el PSOE, ha respaldado la acción del gobierno y
 se ha hecho corresponsable de una barbarie que ha levantado la 
indignación mundial. Y ahora no sabe cómo salir de la charca salvo 
implorando unas conversaciones y unos diálogos que incluyan a Podemos y,
 es de suponer, los indepes, y que nunca se darán porque el interés de 
Rajoy es ganar elecciones prometiendo recuperar Cataluña a base de 
someterla. 
Lo
 malo para esa misma oposición es que, aunque los diálogos propuestos 
pudieran darse, llegarán tarde. Una vez declarada la DUI, Cataluña ya no
 está interesada en solución negociada alguna, sino en su reconocimiento
 como Estado independiente. Lo único que podría hacer vacilar este 
propósito sería una propuesta de sustituir la DUI inmediata por un 
referéndum pactado con el Estado a fecha fija. Y aun esto suscitará 
serias disensiones dentro del campo independentista pues habrá quienes 
digan que la DUI ya procede de un referéndum y no hace falta otro.
Por lo demás, hoy hay convocado un paro general en Cataluña que será una prueba más de la masiva, cívica, pacífica y firme voluntad de la sociedad catalana de gobernarse a sí misma. El gobierno puede continuar en su ridícula línea de embuste, sosteniendo que tampoco ha habido paro general. Mañana tendrá que decir que tampoco se ha dado una DUI.
Por lo demás, hoy hay convocado un paro general en Cataluña que será una prueba más de la masiva, cívica, pacífica y firme voluntad de la sociedad catalana de gobernarse a sí misma. El gobierno puede continuar en su ridícula línea de embuste, sosteniendo que tampoco ha habido paro general. Mañana tendrá que decir que tampoco se ha dado una DUI.
Es materialmente imposible imaginar combinación alguna de políticos españoles capaces de entender la situación.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED 

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