El Sobresueldos dice a quienes quieren 
oírlo –que cada vez son menos, pues es obvio que el hombre no dice una 
verdad así lo aspen- que el referéndum del 1/10 no va a celebrarse 
porque es inconstitucional y por lo tanto ilegal. No perderemos tiempo 
en analizar sus razones porque no merece la pena. Los conceptos de 
“constitucionalidad” y “legalidad” han quedado fulminados con un 
gobierno corrupto hasta los calzones, cuyo sentido de la legalidad es 
como el de la honradez y uno que ha hecho mangas capirotes con el 
Tribunal Constitucional hasta el punto de convertirlo en una especie de 
consejillo político de gentes adictas.
Nos
 dedicaremos mejor a los aspectos prácticos. Exactamente, ¿cómo piensa 
Rajoy impedir ese referéndum que la Generalitat está empeñada en 
celebrar y contra el que, en realidad, no tiene razones? ¿A qué medios 
recurrirá? Según la inteligencia más aguda del gobierno, no se considera
 conveniente la aplicación del artículo 155 CE. Sáenz de Santamaría pasa
 por ser esa inteligencia más aguda; imagínese cómo serán las menos 
agudas, por ejemplo, la de Rafael Hernando. 
Además
 de descartar el empleo del art. 155, tampoco goza de grandes simpatías 
la aplicación de la Ley de Seguridad Nacional, ese bodrio arbitrario que
 cocieron en 2014 entre Rajoy y Rubalcaba en contra de los catalanes. El
 ejecutivo se resiste asimismo a  aplicar la legislación de excepción 
por la mala imagen exterior de España. 
Y,
 si ya no cabe bombardear Barcelona cada cincuenta años (los últimos 
bombardeos fascistas tuvieron lugar en 1938), ni enviar al ejército, 
¿cómo va a impedir el también conocido como “señor de los hilillos” que 
los catalanes celebren su referéndum? El recurso a la ilegalidad de la 
guerra sucia tampoco parece dar ya buenos resultados. Se encomendó a la 
pareja de psicópatas al mando del ministerio del Interior que lo dejaron
 todo peor que estaba y ha quedado reducido a una comisión de 
investigación y un documental sobre “las cloacas del Estado” que pone 
los pelos de punta.
Cabe
 esperar una reacción típica de este gobierno que ha conseguido ya batir
 todos los records de corrupción a escala mundial, consistente en su 
inveterada práctica de decir una cosa y hacer otra, generalmente la 
contraria. Uno de esos casos es el de las recientes actividades de la 
Guardia Civil en el Principado que está actuando, según parece, por 
iniciativa propia, sin respaldo de mandato judicial y siguiendo órdenes 
de no se sabe quién, aunque se intuya. 
Cuando
 los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado actúan por iniciativa 
propia, sin cobertura de autoridad legítima, se convierten en 
organizaciones ilegales, de carácter parapolicial y cabe hablar de un 
estado de excepción más o menos encubierto. La arbitrariedad del poder 
consiste en ignorar y silenciar las actividades presuntamente ilegales 
de la Guardia Civil y completar la amenaza de estas con recursos de 
inconstitucionalidad de carácter preventivo ante un Tribunal 
Constitucional que opera como un brazo ejecutor de la política del 
gobierno, ajustando sus tiempos a las necesidades de este.
Parece
 claro que el gobierno movilizará a sus jueces y tribunales para dar una
 apariencia de legalidad a lo que no es otra cosa que una imposición 
arbitraria del poder. En un alarde de modernidad “democrática” esta 
derecha parece decidida a sustituir a los militares por los jueces y con
 los mismos fines represivos. Añaden los más viejos del lugar que no 
conviene confiar en que dicha substitución sea definitiva, salvo que los
 jueces consigan una “pacificación” de esa díscola población, como la de
 los militares, cosa poco probable. 
Queda
 claro que el presidente sobresoldado no tiene ni idea de cómo resolver 
el “problema catalán” y que confía en su habitual recurso de la 
inacción, en el entendimiento de que si esta no consigue parar la 
consulta, se echará mano a los demás recursos, empezando por el uso de 
la fuerza.
De
 hecho ya se ha comenzado con las actividades de la Guardia Civil sin el
 correspondiente amparo judicial. Piénsese en qué puede pasar si en el 
curso de estos interrogatorios a los cargos públicos y funcionarios de 
la Generalitat, sucede alguna desgracia, prevista o imprevista. Para 
curarse en salud, la Generalitat ha denunciado en el juzgado a la 
Guardia Civil, supongo que por extralimitación de funciones y abuso de 
poder. A su vez, la Guardia Civil ha pedido amparo a los Mossos 
d’Esquadra frente a la manifa que la CUP tiene anunciada para mañana 
frente a su casa cuartel. 
Está
 provocándose una situación de enfrentamiento institucional y 
desbarajuste de gobierno, lo que no es menos alarmante por el hecho de 
ser lo esperable en unos gobernantes neofranquistas cuyo espíritu 
democrático es inexistente.
Del
 otro lado, es llamativo el silencio de la izquierda no independentista,
 tanto española como catalana. Los Comunes todavía no han encontrado 
tiempo para condenar la actividad presuntamente ilegal de la Guardia 
Civil. Y PSOE y Podemos guardan un silencio cómplice frente a las 
arbitrariedades en Cataluña. Es de recordar aquí el famoso texto 
erróneamente atribuido a Brecht, siendo de Niemöller, acerca de quién no
 actúa y se rebela contra las injusticias porque afectan a otros sin 
darse cuenta de que él siguiente en la lista será él. 
Lo mismo con la 
izquierda: si esta no tiene la entereza y el espíritu de denunciar las 
arbitrariedades contra los independentistas, cuando los neofranquistas 
vayan por ella, tampoco habrá quien la defienda. No se olvide que el 
Sobresueldos, el gobierno y el PP actúan de acuerdo con pautas 
democráticas porque no les queda más remedio, igual que Rajoy tuvo que 
declarar ante el juez por obligación y a rastras, aunque luego dijera, 
con su habitual cinismo, que estaba contento de haber colaborado con la 
justicia. Ellos actúan más a gusto en contextos autoritarios.
Podemos
 no está jugando limpio en el asunto del referéndum y las declaraciones 
de sus dirigentes cada vez se parecen más a las del PP. El PSOE comulga 
con ellas de antes. Su  propuesta de reformar la Constitución para 
neutralizar el referéndum es tardía, inviable y pobre. Cuando le 
aprietan las clavijas en asunto de la nación catalana, el PSOE camina 
del brazo del PP. Y que no se le ocurra aventurarse por vías nuevas, que
 llega la caudilla del sur, enarbolando la bandera de la una, grande y 
libre y empieza a mover la silla de Sanchez de nuevo. El 
plurinacionalismo es una bagatela y, aun así, despierta las iras 
encendidas de los socialistas más carpetovetónicos.
En
 resumen, una izquierda inútil, incapaz de aportar soluciones a los 
problemas colectivos si no es aceptando el marco conceptual y la idea de
 España de la derecha. Algo completamente absurdo porque esta tiene un 
interés patrimonial en el asunto (ya que considera que España es su 
cortijo y los españoles, sus esclavos), pero aquella, la izquierda, no 
tiene –o no debiera tener- otro que la justicia y el respeto a los 
derechos de los pueblos. De todos. No solo del suyo. Pues cuando solo se
 tienen en cuenta las intereses del pueblo propio, no se tiene en cuenta
 ningún interés salvo el del partido.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED 

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