Los Tovar, sanchistas de pro, apostaron por Patxi López.
 Esto en un primer momento, cuando tras el programa de Évole, en que el 
ex secretario general puso nombre a quienes le habían presionado para 
que fuera un buen chico, rectificó su impresión sobre Podemos y tomó 
prestado de Zapatero el concepto de ´nación de 
naciones´ a propósito del conflicto catalán, se transmitió la impresión 
general de que Pedro Sánchez, además de defenestrado, estaba muerto, es 
decir, que tuvo una mala caída desde la ventana de Ferraz desde la que 
fue arrojado. 
La alternativa era Patxi, aunque finalmente, al ver que el
 otro resucitaba contra todo pronóstico, Tovar negó la mayor. Nunca fue 
patxista. Se puso en plan neutral. A cinco minutos del final del 
partido, claro. Tan neutral se puso que se fue a Suiza, es decir, dijo 
que renunciaría a seguir en la secretaría general.
 Demasiado 
tarde para su hija, protegida de la guerra en labores de intendencia 
maternal. A la espera de que escampara a ver si todavía queda alguna 
posibilidad de apuntarse a caballo ganador, bien por empatía, bien por 
integración. Tal vez aquel ridículo «me abstengo en la investidura de Rajoy por
 imperativo» pueda ser recuperado hoy como una contribución simpática al
 triunfante sanchismo. Tovar padre se hace a un lado para ver si la 
neutralidad suiza de su hija, que prefirió irse al WAM antes que al mitin murciano de Pedro Sánchez (ojo,
 cualquiera habría hecho lo mismo, por Dios, no hay color) surte efectos
 para el futuro de la dinastía, aunque ésta podría haberse consolidado 
si la ambición personal de papi no se hubiera mezclado en el momento 
oportuno con la lógica del diseño político necesario, tan claro y 
evidente a los ojos de todos, dentro y fuera del PSOE. Allá ellos, oye.
 Bien. Los Tovar,
 es decir, un resquicio de aparato restante de esa ambición, estaban con
 Patxi, aunque, ya digo, al final sólo un poquito o nada. Y la oposición
 a los Tovar, con Susana. Las alcaldesas estaban con Susana. No les ha 
ido mal del todo porque, visto cada uno de los feudos, los resultados de
 la andaluza pueden calificarse de resistentes, aunque fueran 
insatisfactorios para ella en casi todos los frentes.
 Esto, visto
 en abstracto, produce cierta perplejidad. Porque, veamos: si el aparato
 está con Patxi o se pone oportunistamente neutral en previsión del 
fiasco de la precipitada apuesta por el vasco, y la oposición al aparato
 se hace susanista ¿qué ha pasado aquí? Resulta que Murcia ha calcado 
los resultados nacionales y el líder triunfante en estos lares ha 
resultado ser Pedro Sánchez. ¿Quiénes son los padres locales de esa victoria? Si rebuscamos, hallamos a dos, alcaldes por más señas: el de Alhama y el de Calasparra.
 ¿En serio? No parece posible que sobre las espaldas de estas dos 
personalidades, de relativo peso en la organización, pueda grabarse la 
placa conmemorativa del tsunami sanchista. Pongamos que éste se ha 
producido contra todos, tanto contra el aparato como contra la oposición
 al aparato. Esto es lo divertido del caso. En Murcia no hay sanchistas 
que puedan reivindicar la victoria, salvo, claro, los militantes que la 
han hecho posible voto a voto, es decir, el 50% del censo socialista que
 no ha obedecido a ninguna de las tendencias locales, protagonizadas por
 los diversos dirigentes que habían querido instalarse en la ola de las 
que inicialmente parecían opciones emergentes. Qué chasco. Ya digo: una 
victoria sin padres. Insólito en la vida política.
 Como para hacérselo ver. Resulta que hay alguien hay fuera. Los militantes.
 Y eso a pesar de que estaban aleccionados y advertidos. Se les ha dicho
 por activa y por pasiva que debían olvidar sus propias opiniones y 
ponerse en el lugar de las que se les suponen a los potenciales 
votantes. Que votante y militante son cosas distintas. Hasta el punto de
 que algunos de los que pagan cuota han acabado preguntándose: ¿qué hago
 yo aquí si en vez de expresar mi opinión verdadera debo atenerme a la 
que tienen supuestamente, según los dirigentes, aquellos que han de 
votar el partido que yo sostengo? Un contradiós. La cosa ha llegado al 
punto de que una de las elecciones democráticas más limpias de las que 
se tienen noticias se empieza a hacer pasar como un disparate 
irresponsable, sólo porque el resultado debiera haber sido otro. Los demócratas de toda la vida empiezan a tenerle miedo a la democracia. Y es que en Murcia no ha ganado nadie. ¿O es que han perdido todos?
(*) Columnista

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