Los socialistas aparentan y se consumen en un debate agónico sobre el
 apoyo a Rajoy/gobierno PP para la investidura, tema que resolverán el 
domingo, pero entretanto la nueva mayoría se materializa en el Congreso a
 cada pleno. Ayer funcionó una mayoría de los 255 (PP, PSOE, Ciudadanos,
 PNV, navarro, canario y asturiano) frente a 84 de la oposición 
Podemos-catalanes-Bildu y cuatro abstenciones de los valencianos de 
Compromis. 
Así pasó la reforma de la ley de Estabilidad Presupuestaria 
que amplía los márgenes de déficit. Otro tanto ocurrió el miércoles con 
la convalidación del decreto ley de reforma del impuesto de sociedades 
modificando el sistema de retenciones para aumentar los ingresos 
tributarios este año y justificar ante Bruselas que se han tomado 
medidas para reducir el déficit. Una monumental chapuza que modifica por
 la puerta trasera el polémico impuesto de sociedades, en este caso para
 perjudicar a las grandes empresas (a todas las del IBEX y a otras 9.000
 que facturan más de 10 millones de euros al año).
La mayoría PP-PSOE-Ciudadanos, funciona a bloque sin merecer atención
 de los medios ofuscados con las batallitas de salón de los socialistas.
 Los mismos que claman contra Rajoy aprueban leyes salidas del gobierno 
provisional, a través de su grupo parlamentario. Debe ser que es más 
fácil el NO retórico que explicar los votos positivos a asuntos 
concretos, a actos efectivos de gobierno.
El nuevo gobierno que tomará posesión la primera semana de noviembre 
tendrá que trabajar duro y aprender a negociar (arte que el PP tienen 
bastante oxidado) para sacar adelante Presupuestos y otras leyes 
inevitables en esta legislatura, pero ya tiene una senda abierta a las 
mayorías cualificadas para leyes críticas.
Para los socialistas los primeros meses de la legislatura no van a 
ser fáciles, mientras no definan su dirección y línea estratégica, lo 
cual pasa por un Congreso. Durante este tiempo estarán sometidos, cada 
semana con Pleno del Congreso, al riesgo de ruptura de la disciplina de 
voto.
El filósofo norteamericano Aaron James publicó este año un curioso 
panfleto titulado “Trump, ensayo sobre la imbecilidad” (traducción libre
 del término inglés “asshole”, para el que sirve gilipollas, tonto del 
culo, detestable…) en el que advierte la ruptura del respeto mutuo en 
política y refresca la vigencia del “contrato social” roussoniano como 
camino para recomponer la dignidad de la política, James propone tres 
leyes: 1ª No dividirás a la ciudadanía, 2ª No despreciarás a nadie, ni a
 tus adversarios y 3ª cumple las dos anteriores.
La propuesta sirve para España, donde desde hace algo más de una 
década el desprecio, el discurso del odio, se ha instalado en el 
discurso político y parlamentario con notable desprecio a los argumentos
 de razón, al debate con fundamento y al respeto a la verdad y a las 
opiniones ajenas.
En cualquier caso, los hechos empiezan a acreditar que los acuerdos 
parlamentarios para lo concreto son posibles, están funcionando, aunque 
apenas se note.
(*) Periodista y politólogo

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