Las normas anticorrupción presentadas al Parlamento por Rajoy 
constituyen un nuevo insulto a la inteligencia de los ciudadanos. Prueba
 que esto es así el que el PP de la Región de Murcia, infectado de la 
cabeza a la cola, no se siente concernido. Peor aún: en el ayuntamiento 
de Murcia, el mismo día y a la misma hora, hacían piruetas para esquivar
 resoluciones de elemental compromiso ético, y el diputado por Murcia y 
comisionado de Economía, Martínez Pujalte, emitía declaraciones en su 
línea habitual de ensalzar a los chorizos, en este caso a la del Jaguar 
invisile, disculpada incluso por Rajoy en sede parlamentaria. 
Nadie en 
Murcia se considera obligado a dimitir a resultas de esa nueva 
normativa, en la que los diputados siguen sin tener que explicar los 
motivos y gastos de sus viajes y demás monaguerías, pues en caso de 
tener que hacerlo el propio presidente del Gobierno se vería en un apuro
 a sumar al de los sobresueldos en cajas de puros.
Lo que sí parece claro con este formulario es que intentarán levantar
 en peso a los jueces y fiscales que prolonguen sus diligencias de 
investigación en los más intrincados casos sin que esto derive en 
refuerzos para la dotación de la Justicia o de normas para la 
agilización burocrática de los requerimientos judiciales a otras 
instancias del Estado, como Hacienda, por ejemplo, o una política 
realmente efectiva desde España y desde Europa contra la opacidad de los
 paraísos fiscales, a donde han ido a parar a través de los tesoreros 
del PP las comisiones ilegales recaudas por ese partido. 
Ni siquiera, 
tras las setenta normas anticorrupción, se ven obligados los populares a
 dar explicaciones sobre la financiación en negro de la compra o 
reformas en sus sedes.
De entre toda la retahíla, el punto más gracioso es el que determina 
que “los militantes del partido habrán de participar en la elección de 
los órganos de dirección”. Pues bien, todo lo demás es tan auténtico 
como esto.

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