Hace apenas un mes, un conocido analistas del mundo petrolero 
aventuró la hipótesis de que el precio del crudo podría llegar en breve 
plazo a cero e incluso a precios negativos. Esta profecía se puede decir
 que se ha  cumplido este lunes, cuando el crudo de West Texas, la 
principal referencia del precio del petróleo en Estados Unidos, ha 
batido récords históricos.
Si alguno de los jeques del mundo árabe ya fallecidos y otros que 
todavía están más o menos en activo echaran mano del archivo no dejarían
 de valorar en lo que merece aquel anticipo lanzado en el año 2000 por 
el jeque saudita Yamani, cuando dijo que el petróleo terminaría por 
desaparecer o pasar prácticamente a ser inservible  a la vuelta de 20 
años. Yamani lo fue todo en el mundo del petróleo durante más de 30 años
 y posiblemente es el mayor sabio que el mundo ha dado en esta materia.
Al ver estos días las noticias sobre la evolución de los precios, sus
 palabras están siendo recordadas por muchos.  Quizás más que nadie por 
los propios dirigentes saudíes, el país que ha venido liderando el 
mercado petrolero mundial, que ha sido primer productor del mundo hasta 
hace unos pocos años, cuando Estados Unidos le arrebató la primera plaza
 como mayor productor gracias a las nuevas aportaciones del petróleo 
shale oil, obtenido por los métodos del fracking, la  nueva tecnología 
con la que Estados Unidos ha conseguido poner en marcha importantes 
yacimientos con los que ha logrado no solo la primera posición mundial 
como productor sino el anhelado autoabastecimiento de crudo.
Pero la batalla estadounidense por ampliar sus capacidades mediante 
la puesta en marcha de los nuevos yacimientos gracias a millonarias 
inversiones está estos días afrontando momentos sumamente difíciles. Las
 cuentas ya no salen. Hace algo más de un año, los empresarios 
estadounidenses que se habían lanzado  de forma masiva a la búsqueda de 
los nuevos recursos petroleros llegaron a determinar que el nuevo 
petróleo así extraído sería rentable cuando los precios del crudo 
superasen los 50 dólares el barril.
Hace ocho años, se estimaba que las cuencas petroleras más 
prometedoras de Estados Unidos podrían ser altamente rentables en cuanto
 el petróleo bajase su precio por debajo de los 80 dólares el barril.  
Los procedimientos tecnológicos fueron desarrollados mediante nuevas 
inversiones hasta lograr un abaratamiento impensable en el precio del 
crudo, algo que haría imbatible a la nueva industria petrolera 
estadounidense. 
En pocos años, los avances tecnológicos han llevado a 
unos precios en torno a los 30 dólares el barril en las cuencas más 
productivas, lo que ha permitido que la industria petrolera 
estadounidense produzca, gracias al shale oil, más crudo que Irán y 
Venezuela  en conjunto. La rápida evolución de la nueva tecnología y un 
mercado más o menos estable en cuanto al nivel de demanda han permitido a
 los nuevos jeques del nuevo petróleo alimentar importantes ilusiones.
Ni qué decir tiene que todas estas fábulas se han venido abajo y se 
han disipado, llevando a la ruina  a los nuevos productores. Pero el 
problema, tal y como se está planteando estos días, no es la 
supervivencia de los nuevos productores, sino de la propia industria 
mundial y la situación en la que se van a quedar algunas economías 
importantes del mundo, como Rusia, Arabia, Irak o Irán, sin olvidar a 
Venezuela, altamente dependientes del crudo. 
Algunos de estos países 
pueden pasar directamente a un estado próximo a la indigencia, aunque 
alguno de ellos ya lo está. Adicionalmente, el sector petrolero de 
Estados Unidos  generará pérdidas milmillonarias en medio de la grave 
crisis económica que ha sobrevenido con la pandemia a la mayor economía 
del mundo.
(*) Periodista y economista

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