Ayer, en un ejemplo más de 
circunspección, discreción, buen hacer, profesionalidad y eficiencia, el
 TS puso fin a una bochornosa zapatiesta con una decisión que ha 
provocado indignación hasta en el PP, partido que lleva el apellido de 
un banco. 
Es
 posible que la sentencia, cuando se conozca, sea jurídicamente 
irreprochable, aunque lo ajustado de la votación, 15-13, con voto de 
calidad ejercido, autoriza a suponer que no será así. En cualquier caso,
 no es cuestión de leerse todos los interminables relatos que fabrican 
sus señorías en su apelmazada prosa. 
Aunque fuera jurídicamente 
sostenible, es profundamente inmoral. La oleada de indignación popular 
es patente y, si la justicia se administra en nombre del pueblo, no 
puede administrarse en contra del pueblo, ya que el masoquismo es una 
enfermedad de las élites. 
Solamente la banca ha celebrado la decisión del alto tribunal de los expressos europeus, argumentando que "preserva la seguridad jurídica del mercado". Curioso
 lenguaje, curiosa expresión. Considérese bien y dígase si un fallo 
contrario (paganos, los bancos) no preservaría igualmente la seguridad 
jurídica del mercado. Si se responde que no, arguméntese el porqué.
¿Entonces? Obvio: la sentencia preserva etc., etc., porque falla a favor de la banca. 
Hasta
 aquí el alma crítica, feliz de haber descubierto el juego de la banca, 
de haber revelado la injusticia de la decisión y así motivado algún tipo
 de acción colectiva de protesta.
El
 alma crítica es cándida. La razón de la banca está clarísima. Pero hay 
más: ¿por qué el fallo a favor de la banca preserva la seguridad 
jurídica de los mercados, lo que quiere decir que el fallo contrario no 
lo haría? Exactamente ¿por qué?
¿Hay otra razón que porque la banca está en situación de alterar esa "seguridad jurídica" y los clientes no? 
La razón de la banca no es una razón; es una amenaza.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED 

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