La Bolsa ha vivido un mes de febrero bastante negro ante la 
proliferación de señales positivas en el tejido empresarial, que al fin y
 al cabo es el que se pone en valor con las cotizaciones bursátiles. 
Casi un 6% de caída en el mes de febrero refleja el peor resultado de 
los mercados españoles de renta variable desde que en junio del año 2016
 los británicos votaron contra todo pronóstico en contra de la 
permanencia en la Unión Europea. 
Este patinazo se produce además en 
vísperas de las elecciones italianas de este fin de semana, 
acontecimiento sobre el que algunos medios económicos proyectan serias 
prevenciones y temores por su potencial impacto en el euro y en la 
estabilidad de la zona euro.
Estos días estamos viendo los resultados de las empresas españolas, 
algunas de las cuales desempeñan más del 70% de su actividad en los 
mercados exteriores, y el denominador común se refleja en mejoras de la 
facturación, aumento de los beneficios, pronósticos aún mejores para el 
año 2018, reducción del endeudamiento y aumento del dividendo. 
Pocos 
entornos más positivos para la renta variable como el que se ha estado 
visualizando a lo largo de estas últimas semanas. Los inversores tienen 
motivos para la satisfacción.
Pero a la hora de la verdad, los ánimos se proyectan sobre las 
cotizaciones con un veredicto severamente negativo. Los motivos de esta 
agria contradicción no son menores. 
Quizás el más molesto de todos los 
asuntos que se avizoran es el incierto impacto que va a tener en todos 
los ambientes económicos la subida de los tipos de interés, un cambio de
 orientación en las políticas monetarias de tipo ampliamente permisivo 
que vienen ejecutando los principales bancos centrales desde hace unos 
cuantos años con el objetivo de ayudar a la economía a superarse del 
duro castigo de la crisis de los años 2008 y siguientes.
La proyección sobre la economía que se puede estimar como 
consecuencia de una subida generalizada de los tipos de interés presenta
 perfiles inciertos. De hecho, los tipos ya están al alza en Estados 
Unidos y la economía sigue su curso con vigor. 
El nuevo responsable de 
la Reserva Federal estadounidense, la Fed, Jerome Powell, ha estrenado 
este martes su cargo lanzando un mensaje tranquilizador para los agentes
 económicos, pero ha dejado claro que el banco central estadounidense va
 a continuar subiendo tipos de interés y es posible que lo haga hasta en
 cuatro ocasiones a lo largo del año 2018, no en tres veces, como se 
estimaba hasta ahora.
Junto a las intenciones de la Fed, en Europa hay propósitos similares
 y para finales de año el Banco Central Europeo (BCE) podría poner en 
marcha una nueva orientación en su permisiva política monetaria, dejando
 de inyectar liquidez a la economía y elevando algo los tipos de 
interés.
Este es el mayor riesgo, la mayor sombra de dudas, que se proyecta 
sobre el futuro de la economía, con consecuencias potencialmente dañinas
 para las empresas y para las economías en general. No está claro el 
grado de preparación que presentan las empresas y los Estados para una 
subida generalizada de los tipos de interés. 
Posiblemente se han 
preparado mejor de cara a ese escenario las empresas que las economías 
ya que los Gobiernos siguen presentando una elevada dependencia del 
crédito y de la deuda, lo que en el caso de las empresas ha sido objeto 
de un cuidadoso tratamiento de aclimatación.
(*) Periodista y economista

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