Todo apunta a que en las próximas horas, el vicepresident Oriol Junqueras, los siete consellers que también están en la prisión, bien de Estremera o de Alcalá Meco, y los Jordis,
 Sánchez y Cuixart, internados en Soto del Real, pueden ser puestos en 
libertad por el Tribunal Supremo modificando la decisión adoptada por la
 Audiencia Nacional. El juez Pablo Llarena empezará a tomarles 
declaración en la mañana de este viernes y decidirá posteriormente. 
El 
sábado se cumplirá un mes desde que los miembros del Govern entraron en 
la cárcel. Los dos Jordis ingresaron el pasado 16 de octubre. Esta es la
 situación de uno de los episodios más desgraciados de la vida política 
española en democracia, que ha recurrido a una prisión preventiva 
innecesariamente larga con el objetivo de dar un escarmiento al independentismo.
 Ni era la Audiencia la instancia judicial adecuada -muchos juristas han
 sostenido que las penas previstas no se ajustan a los hechos-, ni había
 capacidad real de destrucción de pruebas. Y la hipótesis de fuga 
hubiera podido ser resuelta de una manera diferente.
En cualquier caso, en el Madrid político se apunta que el gobierno español adquirió un doble compromiso con las autoridades de Bruselas cuando se le aceptó el artículo 155 de la Constitución:
 que las elecciones catalanas serían en el menor plazo posible y no 
en cuatro, seis u ocho meses, como se planteaba la Moncloa, y que la 
campaña se haría sin presos políticos en las cárceles españolas. 
El 
primer compromiso lo acató inmediatamente y el segundo debería 
sustanciarse en las próximas horas. Sea cual sea la decisión judicial, 
será difícil pasar página a una acción tan brutalmente injusta del 
Estado que ha puesto al descubierto algo mucho más profundo que las 
discrepancias políticas. El abismo de valores democráticos entre las 
diferentes formaciones y como, llegado el caso, se pueden dar por 
buenas situaciones tan extremas como el ingreso en prisión de 
adversarios políticos sin juicio ni sentencia firme.
No hay que olvidar tampoco que el president Puigdemont
 y otros cuatro consellers permanecen en Bruselas sin poder regresar, ya
 que pesa sobre ellos una orden de búsqueda y captura. Como tampoco hay 
que olvidar que cada día y cada hora que han pasado en prisión ha sido 
una gran injusticia y que las fórmulas jurídicas de cada defensa para 
que sus clientes puedan quedar en libertad son eso: fórmulas jurídicas, y
 que lo que realmente cuenta es su compromiso político y la entereza 
política y humana de estas semanas.
El 155 ya ha empezado a virar hacia otros objetivos y estas últimas horas hemos podido ver dos muy destacados: Sijena y Mònica Terribas.
 El primero basado en la inacción del Ministerio de Cultura como 
responsable de la Conselleria, que lejos de proteger los intereses de la
 Generalitat se ha dedicado a lo contrario: facilitar al máximo posible 
el camino al gobierno de Aragón. 
En el caso de Terribas, el objetivo es no sacar de la diana a los medios de comunicación públicos de
 la Generalitat, bien sea TV3 o Catalunya Ràdio. Sobre ambos se han 
lanzado infamias y calumnias y es necesaria una defensa mucho más firme 
por parte de las organizaciones profesionales. La pérdida de libertad de
 información es el objetivo y para ello el PP y Ciudadanos ya han 
demostrado que no tienen líneas rojas.
(*) Periodista y ex director de La Vanguardia

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