Al margen el 
preocupante método utilizado para colocar a Rodrigo Rato bajo el potente
 foco de la opinión pública y los múltiples delitos de los que es 
acusado por los medios de comunicación, lo único comprobable de todo lo 
publicado hasta el momento es que un ignoto juez de instrucción –el 35 
de Madrid- ha ordenado el bloqueo inmediato de todas las cuentas 
corrientes, depósitos, fondos y préstamos a nombre del que fuera ex 
vicepresidente del Gobierno, investigado por supuesto fraude y blanqueo 
de capitales.
Rato
 se convierte así en el último de una interminable lista de 
políticos y empresarios españoles imputados o acusados y 
algunos pocos condenados, por delitos de carácter fiscal, 
evasión de capitales, blanqueo de dinero, malversación de 
fondos, fraude y un largo etcétera, que se supone deberían haber 
devuelto las cantidades defraudadas, aunque la sensación 
existente –que no información- es que las cantidades 
recuperadas por esta vía son más bien exiguas.
Y como 
paradigma de lo que con frecuencia ocurre, no deja de sorprender 
que, por vez primera, la reforma del Código Penal que entrará en 
vigor a principios de julio de este año, contemple que será causa de 
denegación de la libertad condicional que los condenados por 
delitos contra la Administración no hayan cumplido sus 
responsabilidades pecuniarias o reparado el daño causado y 
además que "en los delitos fiscales o contra la Seguridad Social no 
podrán lograr la suspensión de las penas de prisión impuestas sin 
abonar las deudas tributarias o las deudas con la Seguridad Social o 
sin reintegrar antes las subvenciones o ayudas indebidamente 
recibidas o utilizadas".
Así las cosas, bueno sería conocer
 si el que fuera presidente de Caja Castilla-La Mancha (CCM), 
Hernández Moltó, ha desembolsado la parte de fianza civil que le 
corresponde de los 138,2 millones de euros a los que el juez de la 
Audiencia Nacional, Ruz, le emplazaba a pagar, junto al exdirector 
general, a mediados de diciembre de 2014, cinco años y medio 
después de que el Banco de España interviniera la entidad el 29 de 
marzo de 2009.
Lo mismo cabria preguntarse del extesorero 
del PP, Bárcenas, cuya fortuna la UDEF evalúa en 48,2 millones de 
euros, tras pasar más de un año en el penal. El que fuera presidente
 de la Diputación de Castellón, entraba hace unos meses en la cárcel 
para cumplir condena de cuatro años por delitos fiscales sin 
explicar cómo se puede ganar a la lotería nueve veces en doce años.
El
 expresidente de la CEOE, Díaz Ferrán, cumple condena por 
múltiples delitos societarios sin que se conozca si ha hecho 
frente a la devolución de lo sustraído, según sentencia judicial,
 con los 88 millones de euros en los que la Unidad de Delincuencia 
Económica y Fiscal (UDEF) cifró su patrimonio inmobiliario.
La
 lista se convierte en interminable y ahí están la familia Pujol; 
los 175 imputados en el caso Gürtel; los exconsejeros de Aguirre, 
Lopez Viejo y Granados; el expresidente Balear, Matas; el 
expresidente de Caja Madrid, Blesa; los imputados en los casos ERE y
 Formación Profesional de Andalucia, o los casos Campeón, Palma Arena, 
Noos, Palau, entre otros muchos.
Donde está lo robado
Llegados
 a este extremo, hasta el Papa Francisco se involucraba en la lucha 
contra la corrupción, al afirmar que "a los políticos, 
empresarios y religiosos corruptos" no les basta con pedir 
perdón, sino que deben "devolver" a la comunidad lo que han robado.
Aunque
 decirlo es fácil, la realidad resulta más compleja y no basta con 
ordenar el bloqueo de las cuentas, el rastreo de las mismas o las 
comisiones rogatorias, ya que “los malos” saben que el sistema 
judicial no cuenta con medios suficientes -1% de los Presupuestos 
Generales del Estado- y aunque la ley obliga al acusado a devolver el 
dinero, en la práctica cuesta mucho que se reintegre, hasta el 
extremo de que a un delincuente puede que le “compense” pasar un par 
de años en la cárcel, si cuando sale puede tener todo su patrimonio,
 algo que reconocía en su momento el instructor del caso Malaya.
Para
 conseguirlo, se embargan cuentas y bienes y se sacan propiedades a
 subasta, aunque si el condenado no dispone de medios para hacer 
frente a las indemnizaciones o la devolución del dinero que 
establece la sentencia, o no se demuestra que disponen de ellos, 
caben pocas opciones para la Justicia, salvo el embargo del sueldo una
 vez que el acusado quede en libertad y se reincorpore al mercado 
laboral.
Pero en un mundo en que los instrumentos para ocultar
 el dinero, son cada vez más sofisticados, las posibilidades de
 esconder éste son casi infinitas y la mayor parte de las fortunas 
que operan en paraísos fiscales están ocultas en la intermediación
 de sociedades o empresas pantalla, que permiten hacer más opaco 
el vínculo con la titularidad, y, de esta forma, evadir impuestos y
 ocultar patrimonio.
Así las cosas, no hay razones para el optimismo.

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