El triste espectáculo político que nos ha hecho vivir el presidente del gobierno en funciones, Pedro Sánchez, desde el pasado 28 de abril, ha llegado a su fin y España se encamina a unas elecciones generales el 10 de noviembre
 que no tienen otra clave que la voluntad de gobernar con una mayoría 
más amplia y, como hemos podido ver en las últimas horas, intentar armar
 de cara a las Navidades un acuerdo con la formación de Albert Rivera. 
No obstante, Sánchez necesita más diputados para ello y templar el "con Rivera, no" que gritaban las bases socialistas en la sede de la calle Ferraz tras el triunfo electoral. Sánchez quiere convertir aquel "con Rivera, no" en un "con Rivera, no ahora".
Aunque los socialistas parten de la base que son unos comicios sin 
riesgo los del próximo 10-N, las elecciones siempre las carga el diablo y
 cuando el nivel de tacticismo ha sido tan alto siempre se corre el 
riesgo de un voto de castigo o de una imprevisible alianza electoral de 
última hora. 
La ventaja de Sánchez en los sondeos se desdibujaría, por 
ejemplo, si la derecha fuera capaz de tejer una alianza en el Senado o 
de apostar por candidaturas conjuntas en las provincias electoralmente 
más pequeñas. Hoy todo esto es política ficción pero, hasta el final, 
cualquier cosa siempre es posible.
Vamos a asistir a una campaña más basada en emociones que en realidades. Así, el líder socialista está decidido a coger la bandera de la unidad de España tras haber roto cualquier relación con los independentistas, incluso con algún innecesario gesto de humillación, y, también a defender el artículo 155 de la Constitución contra
 Catalunya. El traje de faena ya hace días que se lo puso ya que su 
argumentario de campaña está escrito con los independentistas como los 
únicos malos de la política española.
Las elecciones españolas tienen una primera consecuencia en Catalunya:
 se aleja un escenario electoral hasta el 2020. Y, por en medio, las 
sentencias del Supremo. Hay mucha tela que cortar hasta el 10-N. Que no 
se le haga largo a Sánchez y el camino de rosas que hoy prevé no acabe 
siendo un camino de espinas.
(*) Periodista y ex director de La Vanguardia

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