Un hachazo, como aquel al que puso los adjetivos más duros Miguel 
Hernández, se ha llevado este inicio de año la vida de nuestro compañero
 y amigo José Antonio Pujante Diekmann.
Hoy nos toca llorarlo y, a partir de mañana, llevarlo para siempre en nuestra memoria y en nuestros corazones, porque eso es lo que él más querría, coger sus testigos y continuar con el rigor, la inteligencia, el entusiasmo y su saber hacer todas aquellas luchas, anhelos y aspiraciones. Pujante dejó miles de horas y de kilómetros en Lorca, su pueblo de adopción, en nuestra Región de Murcia y en España.
José Antonio ha sido un ciudadano del mundo con muchas patrias, y 
casi ninguna fue un lugar físico. Nos contaba Pujante que nació en 
Francia casi por azar, como tantos hijos de la emigración española. Su 
padre, Paco Pujante, era un entrañable militante comunista de Monteagudo
 que llegó a hacerse catedrático de Filología francesa. 
Su madre, Karen,
 una alemana de Hamburgo que junto a Paco corrieron mundo haciendo los 
trabajos más insospechados. Hasta llegaron a conocer en los bares de 
aquella ciudad del norte de Alemania a Los Beatles de los primeros años.
 Y en uno de esos tumbos llegó al mundo, cincuenta y cuatro años hizo 
hace unos días, nuestro compañero Antonio, y después sus hermanas Isabel
 y Karen.
La suerte también quiso que esa familia se encontrase con la 
entrañable y numerosa familia lorquina de los Quiñonero Martínez, 
presidida siempre por la figura materna de Ana Emilia, maestra y 
dirigente comunista en la Lorca de la transición política, y de Miguel, 
maestro como Ana, y concejal por el PCE de las primeras corporaciones 
lorquinas de la democracia. 
Y fue precisamente en una de las fiestas 
anuales que el PCE celebraba en la Casa de Campo de Madrid donde Pujante
 conocería a su mujer, María Jesús Quiñonero, y fundarían una vida en 
común de la que nacerían Antonio y María, sus dos hijos, guapos, listos,
 cariñosos y solidarios.
Se nos ha ido una persona y un referente político imprescindible para
 nuestra Región, dejando un vacío enorme que llenaremos en su nombre y 
en su memoria. Pujante fue concejal durante varias corporaciones en el 
Ayuntamiento de Lorca, a mitad de los noventa entró en el Ayuntamiento y
 fue pionero descubriendo y denunciado el germen de la especulación 
urbanística y la burbuja inmobiliaria que estallaría una década después. 
 Lo hizo contra viento y marea, acompañado en esos años primeros de su 
compañero Enrique González y con el impulso y el apoyo de la 
organización local de IU de Lorca. Pero pese a haber sido un visionario 
en esas y otras realidades que estallarían después, y pese a la defensa 
brillante, que siempre fue marca propia, de cuantos asuntos municipales 
abordó, el pueblo de Lorca lo mandó de regreso al instituto, a impartir 
esas clases de filosofía que tanto le llenaron, cuatro años después.
No abandonó el barco de IU y logró entrar de nuevo con mucha fuerza 
en el consistorio lorquino a mediados de la primera década de este 
siglo, para después, tras una nueva y ejemplar actuación allí, ser 
impulsado a tomar las riendas orgánicas e institucionales de Izquierda 
Unida de la Región de Murcia.
Para asombro de propios y extraños, de compañeros y adversarios, 
Pujante fue durante dos legislaturas el diputado regional que más 
trabajó entre los ocupantes de los cuarenta y cinco sillones de la 
Asamblea Regional. El único que tenía nuestra organización a resultas de
 una ley electoral injusta y nada democrática que a lo largo de los años
 hurtó a nuestra organización decenas de diputados y diputadas. 
Pero, 
aún con esa soledad parlamentaria, lo hizo además con un altísimo nivel 
de formación política y preparación, dando voz a las mejores causas y 
razones: desde los trabajadores precarios a los dependientes, desde los 
derechos de la mujer a los espacios naturales protegidos, desde la 
defensa de sanidad y la educación pública a los desahuciados del trabajo
 y la vivienda, desde la defensa de la cultura y el patrimonio histórico
 hasta la denuncia de la corrupción y el despilfarro de las 
infraestructuras, desde las propuestas para una adecuada ordenación del 
territorio hasta la propuesta seria y argumentada en torno a la 
financiación de la autonomía y una justa política fiscal que hiciera 
descansar los impuestos en quienes más tienen y quienes más ganan.
Y todo con racionalidad, con filosofía, con conocimiento y un respeto
 al adversario político que ha hecho que todos reconozcan ahora la 
extraordinaria valía pública de José Antonio.
Lo vamos a echar mucho de menos. A él vamos a dedicar nuestro regreso al Parlamento en unos pocos meses. Hasta siempre, compañero.
(*) Coordinador regional de Izquierda Unida-Verdes en la Región de Murcia

 
 
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