El 10 de mayo de 1925, hace 92 años, la Diputación Provincial iba a 
celebrar una asamblea en la que estaba en juego la unidad de los 
municipios murcianos en favor de la construcción de dos pantanos, el de 
la Caridad (Taibilla) y el de la Fuensanta. Se trataba de un proyecto 
hidráulico diseñado para aprovechar las aguas del río Taibilla, que 
impulsaban los ayuntamientos de Murcia y Cartagena. 
Había importantes 
objetivos en liza: garantizar el abastecimiento a 500.000 personas de 
casi todas las poblaciones de la provincia, incluida la base y el puerto
 de Cartagena; evitar inundaciones graves como las de 1879 y «llevar a 
los campos yermos el líquido fertilizante e impulsor de la riqueza», 
como escribía ‘La Verdad’ ese día en su portada, en un artículo titulado
 ‘Unidad indispensable’. 
Además de proteger contras las avenidas, ambos 
embalses ayudarían a acabar con la insalubridad de las aguas, evitando 
600 muertes y 6.000 enfermedades graves cada año solo en Cartagena, 
habitada entonces por 60.000 personas. La situación era igualmente 
penosa en Murcia, que carecía de canalizaciones para llevar el agua a 
las casas.
Pero también, los dos vasos proyectados en el afluente 
del Segura abrían la posibilidad de mantener 100.000 hectáreas de 
cultivos en la provincia, ya entonces sometida a un importante déficit 
hídrico, con periodos de prolongadas sequías. Sin embargo, según 
avanzaba el proyecto, se suscitaron varias controversias, aireadas en 
los periódicos de la época, sobre quiénes debían tener uso preferente 
para la agricultura de los caudales sobrantes y por el temor de algunos 
municipios a quedar preteridos en el reparto. Había dudas sobre qué 
derechos de uso tendrían los regantes tradicionales del Segura y sobre 
el precio de ese agua. La posición defendida por este diario era que, 
frente a las «divergencias y las parcialidades», importaba «sobremanera 
no comprometer el éxito de la empresa suscitando rivalidades». 
En 
definitiva, que era un tema vital para la provincia y por tanto 
resultaba indispensable la unidad para lograr un solo anhelo: que los 
pantanos fueran «construidos para salvar de la tormenta de la sequía a 
toda una región feraz». Dos años después, en plena dictadura de Primo de
 Rivera, se crea por decreto-ley la Mancomunidad de Canales del Taibilla
 y se revisa el proyecto de 1925. 
Pero cuando todo parecía marchar hacia
 adelante, resurgió una propuesta alternativa que había sido descartada 
(la toma de agua del río Mundo), lo que provocó confusión a los 
ayuntamientos y la pérdida de esa unidad, que no hizo sino acrecentarse 
en tiempos de la República. Tras múltiples vicisitudes, y pese al 
enfrentamiento por el agua sobrante entre los regantes tradicionales del
 Segura y los agricultores de Lorca, Totana y Alhama, cuando iban a 
arrancar las obras del pantano del Taibilla estalló la Guerra Civil. No 
fue hasta 1945 cuando el agua del Taibilla llegó a Cartagena.
Con 
el trasvase Tajo-Segura cerrado, la Región vuelve, una vez más, a estar 
inmersa en una comprometida situación que amenaza hoy a un sector que 
representa el 20% del PIB regional y el sustento de más de 100.000 
personas. Con una grave sequía que afecta duramente a gran parte del 
país, y en un escenario de galopante calentamiento por el cambio 
climático, la ministra de Agricultura acaba de iniciar los primeros 
contactos para intentar, por fin, un Pacto Nacional del Agua que debería
 aportar soluciones estructurales a nuestro déficit hídrico. Y de cara a
 esas negociaciones políticas que tienen complejas aristas 
territoriales, los partidos de la Región han comenzado los contactos 
para alcanzar una posición común que defender en Madrid. 
Como 
expresamos hace 92 años en estas páginas, pensamos que la unidad es 
indispensable en un tema vital para la Región. La altura de miras que 
demostraron PP y PSOE, cuando el anteproyecto de estatuto manchego puso 
fecha de caducidad al Trasvase, puede y debe volver a reeditarse para 
alcanzar un acuerdo regional lo suficientemente sólido para que no acabe
 convertido en una débil baza negociadora en Madrid. 
Debe servir de 
lección lo ocurrido con los prometidos mecanismos de compensación 
previstos en el Memorándum que ahora se nos hurtan. Hoy solo es posible 
garantizar los recursos hídricos necesarios, presentes y a medio plazo, 
si se combinan los trasvases de otras cuencas, las desalinizadoras y las
 aguas subterráneas. 
Desde sus distintas y legítimas posiciones, los 
políticos de la Región deberían hacer un esfuerzo por aparcar prejuicios
 e intereses partidistas y enhebrar acuerdos que permitan el desarrollo 
sostenible de nuestro sector agroalimentario sin causar perjuicios 
medioambientales. Es en estos momentos difíciles cuando los políticos 
exhiben su auténtica talla. Aquí y ahora se juegan de nuevo el futuro de
 todos.
(*) Periodista y director de La Verdad

 
 
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