
Un ciclo de más de cien años comienza pues a cerrarse y, en muy poco tiempo, todo se convertirá en historia a manos de Internet y otras múltiples opciones digitales. No hay marcha atrás. Los benefactores-beneficiados de aquí no ven ya su utilidad en tiempos de vacas flacas y cambios estructurales. Y si te he visto, no me acuerdo Chimo. ¿Quién es chimo? No se.
Es por eso que las desproporcionadas sedes de estos moribundos se han puesto a la venta hace meses como único gran activo, ahora de mucho menos valor por culpa de la subcrisis inmobiliaria que no remite, lo que sólo puede permitir prolongación de agonías y la más que probable seguridad de buenas retribuciones a los verdugos-depredadores por hacer más que bien, y rápido, su trabajo sucio con arrogantes venidos a menos, más por su derrota personal que por la crisis misma.
¡Quien los ha visto y quien los ve tan humillados por el oportunista de turno y la traición de quienes creen poder salvarse en solitario al margen de sus colegas y compañeros! Traidoras hay hasta en Cartagena a cambio de unas pocas migajas, insuficientes para hacer migas a las malas compañías que espantan a las buenas. Condición humana de lo más deplorable.
En otras cabeceras parecidas de las mismas empresas la situación laboral, muy deteriorada, es ya bastante insostenible y la no renovación de contratos está a la orden del día ante la falta de publicidad, cuyo precio de tarifa está de absolutas rebajas, pero a cuya oferta no acude casi nadie por la nula eficacia comercial de soportes descafeinados en pleno hundimiento de la demanda de bienes y servicios.
Es el final de este invento decimonónico que degeneró. Un final demasiado feo para una historia que tuvo mucho de romántica en las épocas iniciales de alguno de ellos. ¿1903?
Los periodistas entregados y agregados impostores de esta prensa local y regional murciana saben, no obstante, que su futuro pende de un hilo si la tendencia a la baja en caída libre no cambia pronto ante la oferta-no oferta de La Moncloa a los periódicos de papel prensa, en cuya eficacia propagandística ya no cree absolutamente nada el Gobierno de Zapatero por la penetración masiva y capilar de las televisiones digitales.
Esa ha sido su apuesta, como en Murcia es la de Valcárcel por 'La 7', una emisora que se va abriendo paso en detrimento de otras audiencias más envejecidas y de mucho menor capacidad de compra. En época de vacas flacas no se pueden tener abiertos todos los establos.
El presidente del Gobierno no está por ayudar a una prensa generalmente reaccionaria y absolutamente entregada a unos intereses que no son los del ciudadano y, ni siquiera, de los anunciantes no institucionales. Ante el tongo, dirá, que decida el mercado. Y el mercado ya está diciendo lo que no quiere: subproductos anodinos, inertes y demasido caros para su nivel de calidad y efectividad social como herramientas de propaganda.
La vengaza de unos y de otros ante una especie de prolongado fiasco está siendo fría, y la veo muy servida a tenor de lo que trasmiten apesadumbrados todos los quiosqueros. La sociedad abomina siempre de timadores aunque aquí tampoco faltan los traidores. Quien se vende una vez lo hace cien. Pero todo tiene un límite de tolerancia, de validez, y siempre hay fecha de caducidad como existen los finales de procesos. Ahí estamos ahora, pasando factura/as a los trileros de la comunicación pública más próxima.
La bancarrota de las arcas públicas regionales y la virtual desaparición a corto plazo de Caja Murcia y la CAM a manos foráneas, por mor de la reestructuración financiera impuesta por venir obligada, deja el panorama publicitario regional exhausto tras la volatización del sector ladrillero (que ha dejado púas históricas en las administraciones de todos los medios) y no quedar otras alternativas en el horizonte más que un sector murciano de la automoción, que tampoco volverá a conocer días de gloria por ambientalmente insostenible. De la gran distribución ya ni hablemos. El dinosaurio está herido de muerte porque la clase media murciana se encuentra en rápido trance de extinción. Sólo prospera entre nosotros el baratillo sueco.
Faltaba la vigilancia fiscalizadora del abogado Diego de Ramón sobre las formas encubiertas de ayuda directa en euros a una prensa local, hipotecada por parte de nuestras administraciones locales y regional, por su actuación decidida de plantear personalmente en Bruselas estas prácticas tan reiterada y contundentemente condenadas por la Comisión Europea por su atentado a la libre competencia.
El dossier, a punto de ser terminado por el letrado en su documentación incuestionable, puede ser la puntilla para unas tesorerías hoy muy escuálidas, pero que se han venido aprovechando todos estos años de bonanza de recursos públicos para engrosar las respectivas cuentas privadas de resultados de estos impresos o gacetas a cambio de puro incienso. ¡Caras se han vendido unas burras tuertas, cojas y vagas!.
Dicho todo lo anterior, no comprendo bien el silencio corporativo a lo que lleva semanas sucediendo en las plantillas de estos tres medios, un goteo incesante de bajas, que se amortizan todas, y una ambientación laboral perversa para que, irremediablemente, suceda lo que va a y tiene que suceder antes de diciembre a la gran mayoría de sus redactores.
Tampoco entiendo el silencio cómplice de los órganos profesionales con estas empresas que no hicieron lo que debían al verlas venir. La trama de compromisos y favores parece demasiado densa.
Economistas y psicólogos han tomado el relevo a directores-periodistas para comunicar malas nuevas. Y de gente con bastantes años de antigüedad se prescindirá al igual que se hace con un jornalero inmigrante y sin cualificar. Que nadie se crea intocable. En otras ciudades la criba ha comenzado por los despachos y mesas más inesperados. En Valencia, por poner un ejemplo cercano, hasta al director de un gran rotativo costumbrista han metido en el saco del detritus profesional creciente desde Cádiz a Tenerife y desde Madrid a Galicia.
Es el justo pago, en muchos casos aunque no en todos, a quienes desde hace tanto tiempo rompieron el compromiso de servicio a que les obligaba el código deontológico respecto de su contrato con una sociedad democrática, que ahora les vuelve la espalda, hasta no llorar por ellos. Los que sobrevivan, si sobreviven, volverán a sueldos de hambre sumidos en el descrédito.
Y es que, cada vez, queda menos pesebre para tanta víctima de su propia incuria, hasta llegar a ser inservibles para sus recientes amos. ¡Qué pena de profesión para quienes la amamos tanto... desde la libertad y la no dependencia! ¡Viva el Tribunal Supremo!