CARAVACA DE LA CRUZ.- La Confederación Hidrográfica del Segura ha autorizado, en un
expediente de contratación [1], el uso del herbicida glifosato para la
eliminación de malas hierbas en las acequias, así como para para el
mantenimiento de las plantaciones de chopos, a orillas de los embalses
de Fuensanta, Camarillas y Cenajo, en el alto del río Segura (Albacete),
una decisión a la que se oponen Greenpeace, Caralluma y el Consejo para
la Defensa del Noroeste.
Esta medida, destinada al control de la
vegetación en las zonas ribereñas, plantea serios riesgos para la
calidad del agua, la salud de las personas y la biodiversidad de la
región. Además, consideramos que no tiene ni siquiera en cuenta los
manuales de buenas prácticas publicados por el propio Ministerio de
Transición Ecológica (como no realizar aplicaciones en las proximidades
de los cursos de agua, balsas y acequias) [2].
El uso del glifosato tiene graves efectos negativos sobre la salud y la biodiversidad en los ecosistemas acuáticos:
Toxicidad para organismos acuáticos: el glifosato está clasificado
como tóxico para la vida acuática, con efectos duraderos. Afecta a una
amplia gama de organismos, desde algas microscópicas hasta peces,
moluscos, anfibios y lombrices de tierra.
Impacto en la cadena trófica: estudios han demostrado que el
glifosato puede afectar la fecundidad de microcrustáceos que forman la
base de la cadena alimentaria acuática. Esto puede tener consecuencias
en cascada para especies que dependen de estos organismos como alimento.
Alteración de comunidades microbianas: el glifosato puede estimular
la abundancia de ciertas bacterias acuáticas mientras suprime otras,
alterando el equilibrio de las comunidades microbianas. Esto puede
provocar cambios inesperados en todo el ecosistema.
Daño al ADN y estrés oxidativo: incluso a bajas concentraciones, el
glifosato y sus formulaciones comerciales pueden dañar el ADN y causar
estrés oxidativo en peces y otros organismos acuáticos.
Reducción de la biodiversidad vegetal: al eliminar ciertas plantas,
el glifosato también afecta indirectamente a las especies animales que
dependen de ellas para reproducción o alimentación.
Contaminación persistente: el glifosato se acumula en los suelos y
aguas, actuando como un contaminante pseudopersistente que afecta
continuamente a los ecosistemas acuáticos.
Aumento de la vulnerabilidad al cambio climático: la presencia de
glifosato en ecosistemas acuáticos aumenta la fragilidad de ciertas
especies frente al cambio climático, afectando negativamente su
supervivencia.
El glifosato, clasificado por la Organización Mundial de la Salud
como "probablemente cancerígeno para los seres humanos", ha sido objeto
de intenso debate debido a sus potenciales efectos nocivos sobre la
salud y el medioambiente.
Los colectivos denunciantes han expresado su
firme oposición a esta autorización, advirtiendo sobre las graves
consecuencias que podría tener para el ecosistema fluvial y en los
cultivos en la vega del Segura, aguas abajo de donde pretende fumigar
(aplicar mediante líquido en pulverización) la CHS.
Según estas
organizaciones, la contaminación por glifosato en determinados ríos
españoles ya ha alcanzado niveles alarmantes, con concentraciones que en
algunos casos superan cientos de veces los límites permitidos.
La aplicación de este herbicida en las orillas de los embalses del
Alto Segura podría exacerbar esta situación, poniendo en riesgo la
calidad del agua que abastece a cientos de miles de personas y que se
utiliza en el riego de cultivos ecológicos y con denominación de origen,
entre los que se encuentra el arroz de Calasparra.
Las consecuencias de esta decisión también podrían ser devastadoras
para la fauna y la flora acuáticas del río Segura. El glifosato, al ser
arrastrado por las lluvias y escorrentías hacia el cauce del río, no
sólo afectaría a las plantas objetivo, sino que también podría dañar a
organismos acuáticos y alterar el delicado equilibrio del ecosistema.
Además, la contaminación del agua por este herbicida plantea serias
preocupaciones para la salud pública, ya que el río Segura es una fuente
crucial de agua potable para numerosas comunidades.
La experiencia
reciente, del verano pasado, con la contaminación por bentazona, en el
mismo río Segura; demuestra la vulnerabilidad de estos recursos hídricos
y la importancia de protegerlos de agentes químicos peligrosos.
Las organizaciones denunciantes proponen alternativas sostenibles y
respetuosas con el medioambiente para el control de la vegetación en las
orillas de los embalses: el pastoreo controlado y la siembra de
especies nativas que compitan naturalmente con las plantas no deseadas,
el uso de soluciones naturales -como mezclas de vinagre, agua y jabón
biodegradable- o el uso de bicarbonato de sodio han demostrado ser
efectivas y seguras para el medioambiente.
"La autorización del uso de glifosato en el Alto Segura consideramos
que representa un retroceso en los esfuerzos por proteger nuestros
recursos hídricos y preservar la biodiversidad. Es imperativo que las
autoridades reconsideren esta decisión y adopten un enfoque más
sostenible y ecológico para el manejo de la vegetación ribereña.
La experiencia en otras regiones ha demostrado que es posible
mantener el control de las malas hierbas sin recurrir a herbicidas
tóxicos que ponen en peligro la salud de los ecosistemas y las
comunidades.
La Confederación Hidrográfica del Segura tiene la
responsabilidad de proteger este valioso recurso natural y garantizar
que las generaciones futuras puedan disfrutar de un río Segura limpio y
saludable.
Es momento de apostar por soluciones innovadoras y
respetuosas con el medio ambiente que nos permitan avanzar hacia una
gestión más sostenible de nuestros suelos y nuestros recursos hídricos",
declaran las organizaciones.