sábado, 1 de febrero de 2025

In memoriam Dr. Rafael Mendez / Manuel Cárdenas-Loaeza *


Palabras pronunciadas por Manuel Cárdenas Loaeza en la Ceremonia de Homenaje en que se impuso el nombre de Rafael Mendez Martínez, al Departamento de Farmacología del Instituto Nacional de Cardiología Ignacio Chávez en México.

 

"Es para mí un honor y una satisfacción dirigir a ustedes unas palabras en este homenaje a Don Rafa, agradezco en lo que significa, al señor Director y al Dr. Pastelín esta oportunidad.

Tuve el privilegio de recibir las enseñanzas y colaborar con el maestro Mendez, tanto en el Laboratorio Experimental como en Farmacología Clínica, nuestras familias fueron cercanas y convivimos en múltiples ocasiones en nuestros domicilios, en viajes en México y en el extranjero, y me hizo además la confianza y el honor de que fuera su médico de cabecera.

Estoy seguro que puede haber voces más autorizadas que la mía para esta encomienda, pues si bien pueden existir personas que le tengan el mismo cariño, respeto y admiración, no hay ninguno que los tenga más.

Para entender la polifacética personalidad del Dr. Mendez, del científico, del político, del intelectual, amigo y compañero de García Lorca, de Buñuel, de Dalí, de Moreno Villa, de José Clemente Orozco y de Sandoval Vallarta, con lo que va implícito su interés por la literatura, la cinematografía, la pintura y que recibió las enseñanzas directas de Ortega y Gasset y Unamuno en filosofía, hay que hacer referencia a su vida en España y en México.

A los 22 años obtuvo el grado de Doctor en Medicina en la vieja facultad de San Carlos. En la facultad había sido discípulo de Ramón y Cajal, y de Don Teófilo Hernando, de quien fue alumno Interno por Oposición en la Cátedra de Terapéutica y por cuya recomendación ingresó a la Residencia de Estudiantes, fundada por Cajal, en donde se relacionó con los personajes citados; su compañero de habitación fue nada menos que Severo Ochoa, Premio Nobel de Medicina, y comenzó a trabajar en Farmacología Experimental con su querido Maestro Don Juan Negrín.

A los 29 años de edad es Catedrático Numerario por oposición de Farmacología y Terapéutica de la Facultad de Medicina de Sevilla, el más joven de España.

Se forjó así la rara mezcla que configuró la personalidad de Don Rafael, un científico e investigador apasionado, preocupado e inquieto por su trabajo en sus horas de sueño y descanso, y un humanista involucrado en la literatura, la pintura, la arquitectura, la historia, el cine y todas las manifestaciones del intelecto humano.
 
 Terminados sus estudios en España y con becas de la Junta para Ampliación de Estudios que presidía Don Santiago Ramón y Cajal, fue a trabajar a Edimburgo con el profesor A. J. Clark por dos años, donde publicó varios trabajos. Estuvo en Berlín un año con Trendelemberg.

Su contacto con Sevilla y sus relaciones familiares desarrollaron en el Maestro otro aspecto de su polifacética personalidad, su afición por la tauromaquia, el flamenco y los gitanos, y su amistad con las figuras en esos campos.

Cuantas veces pasamos en privado veladas inolvidables con Sabicas, Lola Flores, Manolo Caracol, la Contrahecha, Cagancho o Luis Miguel Dominguín, todos ellos lo sentían uno de los suyos y lo llamaba Rafaelito.

En 1936 los cuatro Jinetes del Apocalipsis desatan su furia en España, azuzados por la Bestia Fascista. El Dr. Mendez fiel a sus convicciones y por su lealtad a su maestro Negrín, participó activamente en el bando de la legalidad. Su actuación podría dar lugar a varios guiones para películas cinematográficas de acción. 
 
Se le envió a Orán, París, Nueva York y Washington a comprar armas y material de guerra con enormes sumas en millones de dólares y para cumplir su misión tuvo que tratar con banqueros, gánsteres, el FBI, jefes de partidos políticos y, cómo él mismo dijo, con otras gentes del mal vivir. A su nombre el Banco de España depositó en Francia, Inglaterra, Estados Unidos y México 27 millones de dólares, de aquellos dólares. Liquidó todas las cuentas al centavo y al terminar su encomienda, ya que estaba en peligro de ser encarcelado.

Al volver a España, el joven científico fue nombrado Director General de Carabineros con cuarenta mil hombres a sus órdenes; imaginemos lo que eso sería para el hombre de paz y absolutamente desconocedor del arte castrense. Después fue Subsecretario de Gobernación, de él dependían la Policía, las fuerzas del interior y el servicio de inteligencia con su información secreta. Aprovechó ese puesto para salvar la vida de muchas personas.

Resulta todo ello tan inverosímil que él mismo decía que le costaba creerlo. Asimismo burla, burlando, hacía referencia a su derecho al trato de Excelencia que le correspondía, desde que el Rey de España le otorgó la Gran Cruz del Mérito Civil en 1981, como un reconocimiento a su labor y una rectificación a las acusaciones injustas.

Al terminar la guerra, marchó a Francia en donde se entabló contra él un proceso de extradición por el gobierno del cuartelazo, encabezado por Franco. Lo acusaba, o ironía de las ironías, de ladrón y asesino. 
 
Las autoridades francesas le recomendaron, para evitar complicaciones, salir de Francia. Se dirigió a los Estados Unidos y a través del Comité de Ayuda a la República Española formada por Cannon, recibió la oferta de investigador en Farmacología en Harvard con el profesor Otto Krayer, con quien había colaborado en Alemania. 
 
Los otros tres instructores eran Gordon Moe, Earl Wood y George Acheson. Ahí tuvo por primera vez relación de amistad con mexicanos: Rosenblueth, Sandoval Vallarta, Carrillo Flores y Graef Fernández. Cuatro años después, fue invitado a ser profesor de Farmacología en la Universidad Loyola en Chicago.

Nuevamente su carrera científica tomaba bases firmes y el porvenir parecía asegurado. Todo se disipó con la muerte de su adorada esposa, historia de amor que también podría servir como tema de una novela romántica. Quedó con dos niños Rafael de seis años y María de dos, una vez más todo se derrumbó.

En esa circunstancia, rodeado de nuevo por ruinas, recibió del Maestro Chávez el ofrecimiento, por indicación de Arturo Rosenblueth, de incorporarse al Instituto de Cardiología.

Llegó a México en 1946, en el remanso de paz, de amistad y de trabajo que le dio el Instituto, rehízo su vida. Conoció a Marga Blanco y se casó con ella, tuvo un hijo mexicano, Juan Pablo. 
 
En el Instituto fue Jefe de Departamento, Jefe de División y Subdirector de Investigación, luego fue Coordinador General de los Institutos de Salud, en esta su casa vivió hasta su muerte. Aquí llevó a cabo su labor científica más trascendente.

La obra científica del Dr. Rafael Mendez no necesita de elogios desmedidos, habla por sí sola y por el hecho conocido de que se le considera internacionalmente, como uno de los grandes investigadores y maestros de la farmacología cardiovascular.

Sus trabajos le permitieron elaborar todo un cuerpo de doctrina sobre los digitálicos y son los artículos sobre investigación con mayor impacto en la literatura médica, realizados en México. 
 
Las citas que de estos se hacen suman cientos y se encuentran en los más connotados libros de texto: la V Edición del Goodman y Gilman incluye doce, el Fish y Surawicz treinta y uno, y es bien sabido que cuando las investigaciones se incluyen en los libros de texto, es que han pasado la controversia y se aceptan como doctrina que se transmite a los estudiantes.
 
 Sus trabajos sobre antiarrítmicos son clásicos y su importancia quedó plasmada al solicitarle el Comité Editorial del Annual Review of Pharmacology la elaboración de un extenso artículo sobre el tema en 1970.

Para la elaboración de dichos estudios desarrolló técnicas precisas y nuevos modelos experimentales.

Consideraciones semejantes podrían hacerse de su otra línea de investigación, la medicación coronaria y los receptores adrenérgicos.

La labor de enseñanza y de formación de farmacólogos del profesor Mendez continuó en México y fue el cimiento firme para la creación de la Farmacología Mexicana, que ocupa ahora un lugar destacado a nivel mundial. 
 
Sus alumnos pronto destacaron, se desperdigaron por el mundo, y son destacados profesores y jefes de departamento lo mismo en Monterrey, Guadalajara, México, León y Veracruz, que en Nueva York, La Habana, Caracas, Buenos Aires y Glasgow.

Sería imposible mencionarlos todos, pero aún con la conciencia de ser injusto no puedo dejar de señalar a los aquí presentes: Juan José Mandoki, Pablo Rudomín, Jorge Aceves, Gustavo Pastelín y Fermín Valenzuela. A estos nombres añadiría los de Antonio Morales, David Erlij, Rafael Rubio, José Jalife y los de nuestros inolvidables Emilio Kabela y Carlos Mendez, cuya pérdida prematura nunca lamentaremos suficientemente.

Como ser humano Don Rafael fue modesto, alejado de cualquier exhibicionismo, y ayudó de manera callada, generosa y totalmente desinteresada a todos los que se le acercaron y prodigó su sabiduría, sin pedir nada a cambio. A esas cualidades se unían las que el Maestro atribuyó a Don Quijote, ''caballero del ideal, defensor de los humildes, crítico de los poderosos, resumen de los valores humanos de la libertad'';.

Agregaría yo, que todo ello bien pudo decir como el inmortal manchego al que tanto se parecía aún su físico, ''podrán hechiceros, malandrines y encantadores quitarme la ventura y la fuerza pero el ánimo nunca'';.

Fue Don Rafa un patriota, patriota de dos patrias, México y España. Por ello dispuso que la mitad de sus cenizas quedaran en México y la otra mitad en España.

Al recibir el Premio Nacional de Ciencias dijo: ''Por eso, los desterrados españoles nos hemos integrado totalmente a México, y por eso nos sentimos profundamente mexicanos. 
 
Porque no es el momento de la llegada ni la antigüedad de la ascendencia lo que marca el amor a México. 
 
En el proceder ante México y en el amor a México, no tiene por qué ser más mexicano aquél que conserva pura su sangre indígena que el que desciende de un abuelo asturiano o andaluz, y tan mexicanos como aquellos nos sentimos algunos delos que, aún no habiendo nacido en México, nos hemos integrado totalmente a este país ejemplar en su hospitalidad; los que hemos sido colmados de cariño por México y nuestros entrañables amigos mexicanos y correspondemos con amor y lealtad a nuestro país y a las responsabilidades que nos han confiado. 
 
Tenemos hijos y nietos nacidos en México a los que hemos inculcado el amor a México. Y formamos parte de México en todos sus avatares, en sus penas y en sus alegrías, en sus gracias y en sus infortunios''.


Fe de erratas

En la revista Arch Cardiol Mex 2011;81(4):343-350, se publicó en el Artículo Especial: The production of articles on cardiology from Latin America in Medline indexed journals, la filiación de los autores Daniel J. Piñeiro y Wistremundo Dones como Área de Investigación de la Sociedad Argentina de Cardiología y la filiación correcta es Sociedad Interamericana de Cardiología.


(*) Investigador Emérito. Departamento de Servicios del Instituto Nacional de Cardiología Ignacio Chávez. México D.F. , México.

La perversa doctrina política del "mal menor" / Lisandro Prieto *


El objetivo de los modernos es la seguridad de sus goces privados; y llaman libertad a las garantías concedidas por las instituciones de estos mismos goces"

Benjamin Constant

Hace poco tiempo, un gran filósofo y amigo de mis tierras, compartió conmigo un de Jean-Claude Michéa, titulado "El imperio del mal menor" (2007), en el cual se desarrolla una interpretación bastante interesante del "mal menor" como criterio político y ético dominante en la mayoría de las democracias occidentales contemporáneas. 

En una primera aproximación, se propone como una estrategia para evitar grandes calamidades, pero este enfoque prioriza decisiones que, aunque imperfectas, son consideradas menos perjudiciales que las alternativas disponibles. 

La obra precitada ofrece una profunda crítica a este principio, destacando cómo se ha convertido en el pilar de un liberalismo que ha decidido renunciar a los valores trascendentes en favor de una racionalidad meramente utilitarista y pragmática, motivo por el cual consideramos que es valioso realizar, sobre todo en estos días, el análisis pertinente del "mal menor", contrastándolo con las implicaciones para la política real y la ética devastada.

Antes de desarrollar en profundidad la crítica que se propone, debemos tener en cuenta que para Michéa, el "mal menor" es la expresión de un liberalismo político y económico que busca mantener la estabilidad social mediante la renuncia a grandes ideales colectivos. 

Nuestro autor argumenta que este principio es un reflejo de la lógica de una modernidad que privilegia el progreso técnico y el consumo individual sobre la construcción de un bien común. 

En este contexto, entonces, el "mal menor" actúa como una coartada moral para justificar políticas que apuntan directamente a perpetuar desigualdades estructurales y un vacío ético en la esfera pública.

Complementariamente, desde la perspectiva del autor de referencia, se sostiene que el enfoque individualista y moralmente simplista del "mal menor" erosiona los lazos comunitarios, al sustituir valores compartidos por una ética minimalista basada en la tolerancia y un contrato social cada vez más atomizado.

 Ahora bien, cabe preguntarse hasta dónde nos ha llevado esta forma de existir, en tanto que esta obsesión por evitar "mayores males" conduce a toda velocidad a sociedades en las que las decisiones se toman en función de cálculos utilitarios, sacrificando así cualquier aspiración de justicias verdadera o transformación social radical.

Procedamos ahora a intentar comprender lo precedentemente enunciado mediante algunos ejemplos puntuales. En primer lugar, tengamos en cuenta las llamadas "políticas de austeridad económica" en cuanto cómo los gobiernos, en nombre del "mal menor", implementan dichas directrices que perjudican directamente a las clases trabajadoras para evitar supuestas crisis económicas mayores, como la hiperinflación o el colapso financiero. 

Estas decisiones, aunque presentadas como inevitables para "salvarnos", consolidan un sistema económico que prioriza los intereses del capital financiero sobre las necesidades de las personas, perpetuando desigualdades estructurales que, paradójicamente, son aplaudidas incluso por quienes las sufren.

Otro ejemplo que puede servirnos para comprender este asunto es el desarrollo de las intervenciones militares. 

En este caso, el "mal menor" también se utiliza para justificar la invasión militar en nombre de una supuesta estabilidad global: lo que vimos en Irak o Afganistán fueron presentadas como acciones "necesarias" para evitar amenazas mayores, como el terrorismo o la proliferación de armas de destrucción masiva (que por cierto, nunca aparecieron). 

Pues bien, amigos míos, Michéa en este sentido sostendría que estas acciones no sólo fallan en resolver las causas subyacentes de los conflictos, sino que generan nuevas formas de violencia y desestabilización.

También, podríamos considerar brevemente la tolerancia minimalista que se desarrolla en la esfera de "lo público". 

Michéa señala que el énfasis en un ética basada en la tolerancia mínima, como evitar la discriminación explícita, ha reemplazado la construcción de valores compartidos más profundos. 

Por ejemplo, en el ámbito educativo, los programas de inclusión se limitan a medidas superficiales, como la representación simbólica, en lugar de abordar con seriedad las desigualdades estructurales que perpetúan la exclusión social.

Hay más, créame querido amigo lector, mucho más. Otro ejemplo, tan cruel como evidente, es el que podemos apreciar en la desrregulación total de los mercados laborales. En este aspecto puntual, nuestro autor critica cómo los gobiernos optan por flexibilizar las regulaciones laborales en nombre de evitar el desempleo masivo: estas políticas, vistas como el "mal menor", a menudo precarizan el trabajo y aumentan la inseguridad económica, perpetuando un sistema que prioriza las ganancias empresariales sobre el bienestar de los trabajadores.

Finalizando con los ejemplos prácticos, no podemos olvidar lo que sucede con las elecciones políticas. En este contexto, "el mal menor" se manifiesta claramente en los sistemas democráticos, donde los votantes se ven obligados a elegir entre candidatos que representan opciones insatisfactorias. 

Tal es el caso de las elecciones en países occidentales en los que a menudo enfrentan a partidos políticos tradicionales que, aunque diferentes en sus enfoques, comparten una adhesión común a las políticas neoliberales por las cuales ambos se derriten en su deseo. 

Ésto, según Michéa, no hace otra cosa que perpetuar una política que evita rupturas reales con el status quo sobre el cual tantos pregonan querer cambiarlo mientras que, por detrás, no hacen más que profundizarlo.

Procedamos ahora a plantear las críticas al principio del "mal menor" de Michéa, que encuentra ecos en pensadores como Christopher Lasch, quien, en su obra "La rebelión de las élites", denuncia cómo las élites liberales han reducido la política a una gestión técnica, desvinculada de las necesidades reales de los pueblos. 

Ambos autores coinciden en que esta lógica tecnocrática desactiva cualquier atisbo de impulso democrático genuino, al reducir el horizonte político a la elección entre alternativas igualmente insatisfactorias.

Sobre ésto último también tenemos que considerar lo ocurrido con el manejo de la crisis financiera del año 2008, en la que los gobiernos de las principales economías mundiales optaron por rescatar a los bancos y corporaciones con fondos públicos, justificando así estas medidas como un "mal menor" para evitar el colapso del sistema financiero global. 

Sin embargo, esta decisión ignoró por completo, y de manera intencional, las necesidades reales de las comunidades afectadas por las ejecuciones hipotecarias, el desempleo masivo y las políticas de austeridad, reforzando la desconexión entre las élites económicas y la ciudadanía.

Otro claro ejemplo de desconexión lo podemos ver en el ámbito de la discusión por el cambio climático, ante el cual las élites globales han adoptado compromisos mínimos, como los Acuerdos de París, presentándose como el "mal menor" frente a la inacción total. 

No obstante, estas políticas suelen carecer de medidas concretas y efectivas para abordar las causas profundas de la crisis, dejando a las comunidades más pobres en situaciones de mayor riesgo mientras se protege el status quo de las grandes industrias contaminantes.

Ni hablar de lo ocurrido con la gestión de la pandemia de COVID-19. Durante la pandemia, muchos gobiernos optaron por priorizar la reapertura económica frente a la protección de la salud pública, argumentando que un colapso económico sería un "mal mayor". 

Este enfoque tecnocrático y asesino, que desactivó debates democráticos sobre las alternativas posibles, ignoró las necesidades específicas de los sectores más vulnerables, como los trabajadores considerados esenciales o las personas sin el acceso adecuado a una atención médica digna y de calidad.

También, y por último en este aspecto particular, debemos tener en cuenta que la lógica del "mal menor" se observa en la creciente privatización de los servicios esenciales como la educación y la salud, presentada como una solución pragmática frente a la ineficiencia estatal. 

Sin embargo, estas decisiones han logrado la exclusión explícita de las comunidades más carenciadas, consolidando así una gestión técnica de la política que prioriza la eficiencia económica sobre el bienestar común.

Por su parte, el filósofo Slavoj Žižek, desde obras como "En defensa de las causas perdidas" (2008) acompaña a este enfoque, puesto que señala que el principio del "mal menor" puede convertirse en una trampa ideológica: en lugar de cuestionar las raíces de los problemas sociales, esta perspectiva liberal perpetúa el sistema de desprotección social al legitimar decisiones que nunca desafían las estructuras de poder existente. 

Tengamos en cuenta que para este autor, aceptar el "mal menor" equivale a renunciar a la posibilidad de un cambio real, puesto que así se neutraliza la capacidad crítica de los ciudadanos, los cuales, bastante flojos de papeles en cuanto a la formación reflexiva, terminan aplaudiendo las estructuras que los aplastan.

En la obra precitada de Žižek, argumenta que aceptar soluciones de compromiso, como las decisiones basadas en el "mal menor", impide la posibilidad de la gestación de cambios reales en las estructuras de poder. 

Al enfocarse únicamente en lo que es políticamente factible dentro del marco existente, se perpetúa una especie de cinismo colectivo donde las opciones transformadoras se descartan como utópicas, delirantes o inviables.

Previamente, en su obra titulada "El sublime objeto de la ideología" (1989) , Žižek explica cómo el discurso político tecnocrático opera al naturalizar las desigualdades y presentar las condiciones existentes como las únicas posibles. 

Desde esa perspectiva, el "mal menor" sería una herramienta ideológica que se encarga de impedir a los ciudadanos imaginar o luchar por un orden alternativo. En definitiva, Žižek nos sugiere que este enfoque es una estrategia que sirve a las élites para mantener intacto el statu quo, ya que canaliza el descontento hacia elecciones superficiales en lugar de cuestionar las bases estructurales del sistema. Y así nos va...

Frente a las críticas al "mal menor" recién expresadas, tenemos también autores como John Rawls y Jürgen Habermas, que defienden la viabilidad de un liberalismo basado en principios normativos sólidos. Rawls, con su teoría de la justicia como equidad, propuso un modelo en el que las instituciones deben garantizar derechos fundamentales y un mínimo de igualdad, evitando la necesidad de recurrir al cálculo utilitario. 

Por su parte, Habermas abogó por un liberalismo deliberativo, donde el diálogo racional permitiría construir consensos éticos que trasciendan la lógica del "mal menor".

Si bien estos enfoques ofrecen una perspectiva alternativa, en la que el liberalismo no se limita a gestionar crisis, sino que busca fortalecer las bases normativas de la convivencia democrática. Sin embargo, Michéa cuestiona si éstas teorías pueden aplicarse en un contexto dominado por la lógica mercantil, la devastación ética y moral y la fragmentación social actual.  

En fin, queridos amigos, el principio del "mal menor" refleja las tensiones inherentes a las democracias posmodernas, atrapadas en la necesidad de evitar el caos (para las élites) y el anhelo de una justicia transformadora.

La crítica de Michéa nos invita a reflexionar sobre los límites de un enfoque político que renuncia a grandes ideales en nombre de una estabilidad ficticia en la cual participamos muy pocos ciudadanos. 

Rechazar la lógica del "mal menor" no implica optar por el caos, sino recuperar la capacidad de pensar e imaginar alternativas que sean realmente más justas y solidarias puesto que sólo así será posible reconstruir una política que, en lugar de resignarse a lo menos malo, se atreva a perseguir lo verdaderamente bueno.

 

(*) Filósofo y profesor

Regreso de la Ética / Guillermo Herrera *


"Cuando un gobierno es opresivo, el pueblo se vuelve astuto y rebelde" escribió Lao Tse.

Ser rebelde contra el sistema era antes ser de izquierdas, porque la derecha era el sistema. Ahora ser rebelde contra el sistema es ser de derechas, porque la izquierda es el sistema, cuando algunos líderes políticos europeos están tratando de imitar el sistema de control social totalitario de China

El objetivo es siempre mantenernos divididos y enfrentados, porque unidos somos muy peligrosos para el sistema de la Matrix. Hay que trascender la dualidad izquierda-derecha y unirse en el sentido común.

Por mucho que se programe a la juventud, al final los jóvenes siempre llevarán la contraria al sistema establecido porque son rebeldes por instinto. Históricamente, la izquierda se ha asociado con la lucha contra estructuras de poder establecidas, mientras que la derecha ha representado la conservación del orden tradicional. 

Sin embargo, en las últimas décadas, se han invertido estos papeles, donde se han integrado en las instituciones ciertas doctrinas supuestamente ‘progresistas’.

La estructura de poder cambia con el tiempo, y lo que antes era contracultural o antisistema puede volverse parte del establishment o de la clase dirigente.

 Sin embargo, más allá de etiquetas ideológicas, lo esencial es analizar críticamente cada postura y actuar en base a principios sólidos, como la libertad, la justicia y la verdad, en lugar de seguir dogmas o banderas políticas como si fuera un equipo de fútbol.

 Quizás lo más sensato sea buscar soluciones prácticas basadas en la realidad, en lugar de aferrarse a etiquetas políticas.

La realidad suele ser más compleja que una simple dualidad izquierda-derecha. Tanto la izquierda como la derecha pueden tener elementos del sistema y antisistema simultáneamente. 

Trascender las etiquetas ideológicas puede ser positivo para fomentar un debate más constructivo. Lo importante es analizar las propuestas concretas de cada opción, más allá de las etiquetas y mantener una mirada crítica sobre los temas políticos y sociales.

TAOÍSMO

La doctrina política implícita en el Tao Te King se basa en principios como la no interferencia, la humildad y la armonía con el Tao. Lao Tse advierte que cuantas más leyes y regulaciones se impongan, tanto más desorden habrá. 

La confianza en el pueblo y la simplicidad son clave para mantener la armonía social. "Cuando el gobierno es opresivo, el pueblo se vuelve astuto y rebelde."

Lao Tse propone que el mejor gobernante es aquel que interviene lo menos posible en la vida de los seres humanos. La "no acción" no significa inactividad, sino actuar de manera natural, sin forzar ni imponer.

 Un líder sabio guía sin dominar, permitiendo que fluyan las cosas según su propia naturaleza. "Cuando el gobernante hace poco, el pueblo se contenta. Cuando el gobernante actúa mucho, el pueblo se rebela."

El gobernante ideal no busca destacar ni acumular poder, sino que actúa con modestia y sencillez. Lao Tse critica la ostentación y el afán de control, sugiriendo que un líder debe ser como el agua, que beneficia a todos sin competir. "El mejor gobernante es aquel cuya existencia apenas es notada por el pueblo."

El Tao es el principio universal que rige todo. Un buen gobierno debe alinearse con este principio, respetando el flujo natural de la vida y evitando la imposición de normas rígidas o artificiales. La virtud no se impone, sino que surge de manera natural cuando el gobernante actúa con integridad y compasión. 

Un líder virtuoso inspira al pueblo sin necesidad de coerción. "El que es bueno no discute; el que discute no es bueno."

En resumen, la doctrina política de Lao Tse en el Tao Te King aboga por un gobierno minimalista, basado en la humildad, la no interferencia y la alineación con el Tao. Es una filosofía que prioriza la armonía natural y la confianza en la sabiduría intrínseca de los seres humanos, en contraste con el control autoritario o la acumulación de poder.

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