Desde el Salón del Trono del Palacio Real de Madrid, uno de los más
importantes escenarios de la grandeza de España como Nación, el Rey
Felipe Vl ha dirigido un mensaje de tranquilidad, de seguridad y de
esperanza al país con ocasión del tradicional Mensaje Navideño y,
después de las elecciones generales del pasado domingo en las que, por
primera vez, desde la implantación de la democracia en nuestro país, ha
salido un endiablado puzzle político en el que ningún partido ha
obtenido escaños suficientes para poder gobernar con una mayoría cómoda.
Ante el clima de inquietud en el que vive el país, el Rey ha querido
transmitir “un mensaje de esperanza en que la reflexión serena, el
contraste sincero y leal de las opiniones, y el respeto tanto a la
realidad de nuestra historia, como a la íntima comunidad de afectos e
intereses entre todos los españoles, alimenten la vigencia de nuestro
mejor espíritu constitucional”. Se ha referido a su discurso de
proclamación en el que manifestó que en la España constitucional caben
todos los sentimientos y sensibilidades, caben las distintas formas de
sentirse español; de ser y de sentirse parte de una misma comunidad
política y social, de una misma realidad histórica, actual y de futuro,
para hacer después una referencia a Cataluña, sin citarla: “La ruptura
de la ley, la imposición de una idea o un proyecto de unos sobre la
voluntad de los demás españoles, solo nos ha conducido en nuestra
historia a la decadencia, el empobrecimiento y al aislamiento”.
Don Felipe que quiso transmitir el mensaje de que estamos ante una
gran Nación, una Nación con una gran Historia que en parte estaba
representada en el Palacio Real desde el que hablaba, insistió en que
había que apreciar los logros de España, valorar su pluralidad política y
diversidad lingüística y reconocerse en todo lo que comparten los
españoles sobre el cimiento de la Constitución. Insistiendo en la
grandeza de España quiso destacar que estamos ante “una gran nación
definida por una cultura que ha traspasado tiempos y fronteras, por las
artes y por una literatura universal; enriquecida por nuestra lengua
común, junto a las demás lenguas de España, que también explican nuestra
identidad. Un país que a lo largo de los siglos han tejido pensadores,
científicos, creadores, y tantos y tantos hombres y mujeres; y por el
que muchos de los cuales han dado su vida por España.” Y, también, ante un gran Estado, cuya solidez se basa hoy en unos
mismos valores constitucionales que compartimos y en unas reglas comunes
de convivencia que nos hemos dado y que nos unen; un Estado que
reconoce nuestra diversidad en el autogobierno de nuestras
nacionalidades y regiones; y que tiene en el respeto a la voluntad
democrática de todos los españoles, expresada a través de la Ley, el
fundamento de nuestra vida en libertad”.
En resumen: un gran discurso en el que el Rey ha querido poner el
acento en la grandeza de un país con una gran Historia , un gran estado,
y una Constitución que es un punto de partida para lo que hay que
afrontar en las próximas semanas y meses. Estamos pues, en algo más que
en un ‘Juego de Tronos’, esa serie que se ha convertido en el icono de
una nueva clase política, pero que tiene poco que ver con la realidad .
Aquí, el juego es otro y tiene que pasar por la Constitución de 1978.
Con toda seguridad este ha sido el discurso más difícil de los que ha
tenido que pronunciar el Rey Felipe VI , desde su subida al Trono tras
la abdicación de su padre, el Rey Juan Carlos, en el mes de Junio de
2014 . El más difícil por las circunstancias políticas en que se
produce, por el mapa electoral que a partir de ahora conforma el
Parlamento, y por la nueva etapa que se abre en España en la que se
tendrá que abordar, entre otros temas, la reforma de la Constitución. El
papel que ahora le corresponde al Monarca para elegir a un candidato
que forme un Gobierno, que en la etapa de su padre fue de puro
automatismo, jugando con el esquema simple del bipartidismo, se ha
complicado, y las entrevistas en el Palacio de la Zarzuela serán mucho
más complicadas que la ceremonia de sacar la protocolaria foto.
En efecto, el papel previsto para el monarca por la Constitución, de
árbitro y moderador, ha sido siempre poco más que formal, ya que el
jefe del gobierno siempre había sido el líder del partido que había
ganado las elecciones. Ahora, con el marco político fragmentado que es
lo que ha salido de las urnas, las consultas que empezarán en el mes de
enero en el Palacio de La Zarzuela como escenario no serán, sólo para
sacar una foto protocolaria. Mucho han cambiado las cosas desde año y
medio cuando dimitió el Rey padre, igual que mucho ha cambiado la
situación, desde el discurso de Nochebuena de 2014 en el que el nuevo
Rey tuvo que abordar el procesamiento de su hermana Cristina, a la que
ha privado del título de Duquesa de Palma y pedir ejemplaridad para la
clase política en pleno huracán de la corrupción.
Hoy la situación política es más complicada que entonces. El
bipartidismo ha recibido un rejón de muerte, las principales ciudades
del país (Madrid, Barcelona, Valencia, Santiago de Compostela, Zaragoza y
Cádiz) están en poder de plataformas de izquierdas, estamos ante una
crisis institucional de la que se intenta salir con un Gobierno que sea
capaz de hacer frente a importantes retos políticos, económicos y
sociales y Bruselas, que ha pedido la formación de un gobierno estable,
contempla con preocupación la evolución de los acontecimientos, después
del giro a la izquierda de Portugal y de la difícil evolución económica
de Grecia, factores que, junto con el español, y la negativa de Italia
de respetar los objetivos de déficit establecidos por Bruselas, va a
influir en el futuro de la eurozona.
Aunque su papel es puramente representativo (por eso ha querido este
año escoger como escenario de su discurso navideño el Salón del Trono,
del histórico Palacio Real de Madrid) si algo tiene este Rey es una
información exhaustiva de lo que pasa, una formación muy completa para
analizar los problemas que le rodean, una prudencia que la ha puesto de
manifiesto en este año y medio que lleva en el poder y, sobre todo, una
extrema habilidad, para que, por lo menos hasta ahora, en el debate
político nacional, no se haya abierto claramente la polémica sobre la
forma de Estado, sobre Monarquía y República.
(*) Periodista