Las cosas de
palacio van despacio. Los supervisores mundiales del mundo
financiero parecen haber decidido no actuar con prisas para
empezar a aplicar las últimas reformas pensadas para afrontar la
crisis financiera más grave de la historia.
El Comité de Supervisión
Bancaria de Basilea ha aprobado los criterios de cómo se deberán
calcular los riesgos bancarios, pero el acuerdo no estará
plenamente en funcionamiento hasta el 2027. Además desaparece la
posibilidad de utilizar los modelos internos de cálculo de riesgos
vigentes en la actualidad.
Pese
al largo plazo fijado para la vigencia del acuerdo conocido como
Basilea III, los gobernadores y autoridades de supervisión no se han
puesto de acuerdo para aplicar una nueva estimación del riesgo bancario
por su exposición a la deuda soberana que estuvo en el origen de la gran
crisis en Europa. La deuda de los Estados se seguirá considerando sin
riesgo para los países de la OCDE según los criterios establecidos en
Basilea I que se aprobaron en 1988.
Esta tercera reforma del acuerdo de Basilea, que establece las nuevas
normas mundiales para medir la solvencia de los bancos y armonizar y
reforzar las exigencias de fondos propios de las entidades financieras,
ha tardado diez años en alcanzarse y tardará otros diez en entrar en
funcionamiento.
La entrada en vigor de las normas se ha retrasado desde el año 2019
previsto inicialmente hasta el 2022. Es decir que no entrará en vigor
hasta dentro de cinco años, pese a ser consideradas como las medidas
urgentes para afrontar la crisis. Al final habrán tardado 20 años en
aplicarse de forma plena.
Las prisas para aprobar el acuerdo, pese a las diferencias que han
subsistido hasta el último momento entre los representantes de Estados
Unidos y los de los países europeos más activos, Francia y Alemania, se
deben a la promesa electoral del presidente del EEUU, Donald Trump, de
desregular más su sector financiero lo que podría haber provocado
todavía más retrasos.
Aunque el Gobernador del Banco de Suecia, Stefan Ingves, aseguraba
que “estas reformas contribuirán a reducir el exceso de variabilidad de
los activos ponderados por riesgo y mejorarán la comparabilidad y
transparencia de los coeficientes de capital bancario ponderado por
riesgo”, los bancos más afectados por las medidas serán los europeos por
el diferente modelo de banca de uno y otro lado del atlántico.
Es tradicional que los bancos americanos titulicen sus hipotecas, lo
que hace que las saquen del balance y no cuenten para los cálculos del
riesgo. En el caso de los bancos europeos lo habitual es mantener estos
créditos en su balance, por lo que les afectarán más las nuevas normas
de Basilea III.
Los activos ponderados por riesgo según el modelo interno de un banco
deberá calcular activos ponderados por riesgo de al menos un 72,5 % de
los que calcula la regulación estándar de Basilea III.
Por todo ello, las reformas supondrán, según las primeras
estimaciones de la Autoridad Bancaria Europea, que la media de los
bancos europeos tengan que incrementar su capital mínimo en un 12,9 %.
En el caso de las 12 grandes entidades europeas, entre las que en España
solo figura el Banco Santander, el aumento será de hasta un 15,2 %.
Francia y Alemania se han opuesto hasta el último momento a la
aplicación de esta medida, pero contarán, como todos los países por otra
parte, con diez años para aplicarlas plenamente. Habrá tiempo para
estudiar el documento. Pese a que se da por hecho que no habrá otro
Basilea IV, no es descartable que sufra alguna reforma. Entre otras
razones porque la actual administración Trump no se ha comprometido a
aplicarla.
Los expertos dan por hecho que cada país va a ajustar la norma a sus
prioridades y peculiaridades, lo que casa mal con la afirmación del
presidente del Comité de Basilea y gobernador del Banco de Suecia de que
el programa aprobado hoy completa la reforma reglamentaria prevista
para resolver los problemas de la crisis financiera del 2007.
Pero resulta descorazonador que a la pregunta de si con estas medidas
el sistema está a prueba de crisis solo haya querido responder: “Hoy
estamos en mejor forma, y lo estaremos todavía mejor cuando se aplique,
pero es imposible predecir el futuro”. Solo le ha faltado decir, Dios
dirá. Al menos ha dicho algo. De nuestros responsables no hemos oído ni
una palabra. Y los bancos españoles están entre los más afectados.
(*) Periodista