Jorge
Bustos, jefe de Opinión de Ciudadanos -perdón, de «El Mundo»- fue uno de
los que corrieron a insultar a la vicepresidenta del Gobierno cuando
interpuso su providencial recurso contra la a todas luces fraudulenta
investidura de Puigdemont.
En un tweet -porque la nueva intelectualidad
de la derechita cool es muy de tweet y rasga- dijo: «Dónde está ese
ejército de infalibles abogados del Estado. Otro paso en falso del
Gobierno y Puigdemont reforzado para intentar el martes la fiesta
telemática que el Gobierno decía que no se iba a celebrar».
Ayer
Puigdemont le contestaba vía sms, esa otra gran herramienta de los más
hondos estadistas. «El plan Moncloa triunfa. Supongo que tienes claro
que esto se ha acabado». La novedad es que hemos tenido acceso a la
confesión por escrito, pero cualquier persona medianamente informada en
Cataluña sabía perfectamente, desde la misma tarde en que se aplicó el
artículo 155, que el independentismo se había acabado y que tanto
Esquerra como Convergència tenían y tienen la absoluta prioridad de
destrozarse entre ellos y, los dos juntos, acabar con Puigdemont: sí,
Carles, tienes en esto toda la razón: los tuyos te han traicionado.
También los tuyos de Junts per Cataluña, ansiosos por instalarse en el
poder y hablar de ti en pasado.
El presidente Rajoy ha ganado sin
usar ni un gramo más de la fuerza estrictamente necesaria. Ha ganado a
los independentistas y ha ganado a la España histérica, mezquina y
federica que con su resentimiento tira del país hacia lo funesto. Los de
las tantísimas lecciones al Gobierno también han sido derrotados en su
siniestra oscuridad. Las dos fuerzas que con más obstinación han querido
destruir nuestra convivencia razonable y razonadora han hecho el
«ridículo histórico» al que Puigdemont alude en sus publicados mensajes,
y tanto la vida pública catalana como la Generalitat intervenida
funcionan con apacible normalidad.
Es tan cierto que al
presidente Rajoy le han obligado a hacer lo que no quería hacer como que
lo ha hecho con mesura, con moderación, con prudencia, sin causar
estragos y además le ha salido bien.
Un día del pasado mes de
diciembre, hablando de todo y de nada, el presidente me dijo: «El peor
enemigo de un loco es la realidad». Y precisamente la realidad es lo que
se ha impuesto en Cataluña, muy por encima del delirio de Puigdemont y
de la vanidosa maldad de los que convierten sus complejos de
inferioridad en odio indiscriminado y falto de cualquier sentido de la
piedad. Han ido de la mano y se han alimentado el populismo narcisista
de Albert Rivera, el populismo independentista de Puigdemont y la
retorcida y nefasta tiniebla de la peor España. Locos de diversa
procedencia pero de la misma enfermedad que al final han naufragado en
la realidad, que una vez más ha sido su peor enemiga.
Dos ideas adyacentes pero no menores redondean el poder revelador de los mensajes que conocimos ayer.
La
primera constituye una fenomenal metáfora sobre cómo se ha llevado todo
este «procés», y es la pretenciosa utilización por parte de Puigdemont y
los suyos de un sistema de mensajería especialmente cifrado cuando luego
te dejas pillar del modo más tonto, todo muy como de un episodio de la
Pantera Rosa; y la segunda tiene que ver con la poca conciencia que
algunos tienen de sus propios actos y fue que Puigdemont, para protestar
por la filtración de sus mensajes, escribió un tweet -¡como Bustos!-
diciendo que «hay límites que no se tienen que violar». Pero qué
límites, Carles, si tú los has sodomizado todos.
(*) Periodista
http://www.abc.es/espana/abci-realidad-contra-locos-201802010159_noticia_amp.html