Con ligeras variantes, un gráfico de
Metroscopia viene repitiéndose en los últimos meses. Va ya para
tendencia. El bipartidismo se corrige a la baja en el sentido de que los
dos partidos mayoritarios encajan una merma considerable de voto que va
a las formaciones emergentes. Pero condena a otras dos a la
irrelevancia: a UPyD la borra del encerado parlamentario y el destino de
IU es incierto. Es decir, se mantiene el sistema de partidos del régimen del 78
con algunas correcciones al alza en el bloque de los menores.
Obviamente, que vuelva a haber una mayoría absoluta es cosa difícil,
pero no imposible.
Aun
perdiendo casi la mitad del voto, llama la atención que el PP conserve
un porcentaje de apoyo muy notable. Un 23,1% es mucho, dadas las
lastimosas circunstancias del gobierno y su partido. Ahí tiene que haber
gran cantidad de voto ficticio, más dictado por la desconfianza que por
la convicción. El penúltimo escándalo de la Púnica
deja al descubierto una forma de gobernar literalmente basada en el
delito. Y va a estar vivo hasta las elecciones. Lo lógico será que el PP
obtenga un porcentaje de voto menor que el vaticinado por Metroscopia.
Su líder es el peor valorado de todos.
Porque, aunque Mas aparece por
debajo de él, este dato es erróneo, ojalá que sin mala intención. Si la
muestra es "nacional", el índice de desaprobación de Mas es el más alto y
el de aprobación el más bajo. Pero eso no quiere decir nada. Para ser
justo el dato, en el caso de Mas la muestra debiera ser exclusivamente
catalana. Por lo demás llama mucho la atención que el porcentaje de
ciudadanos que conoce a Mas es superior a los de Alberto Garzón, Pedro
Sánchez y Albert Rivera, excusado es decir el nombre del presidente de
La Rioja. Sobre todo, el PP es el partido que suscita mayor rechazo. Un
52% del electorado no lo votaría en ningún caso. Obtiene mayoría
absoluta en contra.
El
caso del PSOE es muy curioso. Se recupera del vapuleo de 2011, pero no a
consecuencia de iniciativas o propuestas que le ganaran el favor
popular sino por la mera incompetencia de sus adversarios. El PSOE como
tal no ha hecho nada en materia de propuestas para conseguir la mejora
en los resultados, fuera de elegir un secretario general que desde el
primer momento ha entendido que lo suyo era estar en campaña electoral
permanente con un vago eco de Kennedy, Clinton, Obama, muy en la linea
de los demócratas. Su líder aparece en segundo lugar en índice de
aprobación popular, por detrás de Rivera y la intención directa de voto
es la más alta, el 16%. Y lo más importante es que suscita un porcentaje
de rechazo reducido, de un 13% de gente que no lo votaría en ningún
caso.
Lo
de Podemos se perfila como un descenso mantenido. No le ayuda nada la
permanente bronca con la confluencia con IU y la errática política de
alianzas. Pero lo que verdaderamente está destruyendo aceleradamente las
expectativas electorales de Podemos es la ambigüedad y la confusión de
su actitud ante la cuestión catalana. Esa ambigüedad se le tolera a los
partidos dinásticos, sobre todo al PP porque, siendo partidos de
intereses, ya se sabe que su discurso es falso o tiende a la falsedad.
Pero no puede ser el caso de Podemos, adalid de la nueva política.
Y su indefinición no le gana aliados en Cataluña, pero le hace perder
votos en España. Pablo Iglesias es el líder peor valorado en la
izquierda, solo por delante de Rajoy, la intención directa de voto es un
modesto 11,1% y, lo peor de todo, es el partido que tiene mayor índice
de rechazo, el 37% de los electores no lo votaría en ningún caso. Si la
técnica es la seducción, habrá que cambiar de modos y maneras,
aunque solo sea para no seguir cayendo antipáticos. Esos datos
negativos van a seguir siéndolo o incluso a aumentar su negatividad
según acabe valorándose el estilo de liderazgo de Iglesias como
autoritario, no democrático y puro culto a la personalidad.
En
el caso de Ciudadanos, supongo que la altísima valoración positiva está
más que nada basada en el desconocimiento del personaje, cosa obvia
dado que este ostenta el índice de conocimiento (86%) más bajo de todos
los políticos. Suscita escaso rechazo. Solo un 7% no lo votaría en
ningún caso, pero su intención directa de voto es de poco más del 10%.
No parece que Ciudadanos pueda configurarse como el partido del centro
en la tradición suarista porque ese espacio está ya ocupado en buena
medida por el PSOE.
Lo
más verosímil viene a ser una victoria ajustada del PSOE que verá así
justificado su enorme interés en no hacer nada. Si, además, hiciera
algo, por ejemplo, de oposición real, no puramente legitimatoria, es de
suponer que su expectativa de voto seguiría subiendo. Pero ese no parece
ser el criterio de la dirección actual que prefiere sentar plaza de
partido de orden, con sentido del Estado y ajustado a las exigencias
del sistema frente a los maximalismos estériles.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED