 Superada, parece, la fase del ardor patriótico con que la Moncloa quiso abordar la crisis del coronavirus y la lucha contra la pandemia, los uniformados vuelven a los cuarteles
 y abandonan el faristol desde el que cada día nos iban dando cuenta de 
sus hazañas de la jornada y en el que han cometido no pocas meteduras de
 pata.
Superada, parece, la fase del ardor patriótico con que la Moncloa quiso abordar la crisis del coronavirus y la lucha contra la pandemia, los uniformados vuelven a los cuarteles
 y abandonan el faristol desde el que cada día nos iban dando cuenta de 
sus hazañas de la jornada y en el que han cometido no pocas meteduras de
 pata. 
De aquel diseño monclovita de una campaña de publicidad bajo el 
lema de "lo paramos unidos" surgieron diferentes fases 
de actuación y así los portavoces civiles fueron dejando paso a los 
militares que, desde hace semanas, ya eran mayoritarios en las 
comparecencias públicas al tener que dar cabida al Ejército, a la 
Guardia Civil y a la Policía Nacional.
Alguien maquinó, sin duda, que una España como la actual, inmersa en 
una profunda crisis institucional y territorial que afecta también a la 
propia jefatura del Estado y a la monarquía española envuelta en un 
grave caso de corrupción, tenía en la lucha contra la pandemia una 
oportunidad para reforzar el mensaje de la unidad y que los uniformados 
eran la palanca ideal para conseguirlo. 
Mientras tanto, el rey emérito ha desaparecido del mapa e incluso se ha especulado con su hipotético exilio
 después de saberse lo de la cuenta en Suiza de decenas de millones y 
que los beneficiarios eran su hijo Felipe y su nieta heredera.
No era ese el papel, como se ha podido ver durante semanas, y además 
ha provocado más de un embrollo como el del general de la Guardia Civil 
declarando que el cuerpo "trabajaba para minimizar las críticas al gobierno". 
 Aunque el ministro del Interior se apresuró a declarar que había sido 
un lapsus, después se supo que había habido un correo electrónico a las 
comandancias de toda España para pedir que identificaran e informaran de
 las noticias falsas "susceptibles de provocar estrés social y 
desafección a las instituciones del Gobierno". 
Curiosamente, esta 
situación de desgaste político coincidía con una valoración positiva, 
según las encuestas, del trabajo desarrollado a petición de muchos 
ayuntamientos. 
Ahora, coincidiendo con la primera salida de los niños a la calle
 a partir de este domingo se ha aprovechado para cambiar el formato y 
para dar un mayor protagonismo a los portavoces sanitarios, algo que 
está más en línea con lo que hacen el resto de países de nuestro 
entorno. 
Se inicia con esta salida de los niños a la calle la primera fase del desconfinamiento
 que no tiene fecha de finalización y que ha provocado un inicio de 
fin de semana caótico ante los confusos mensajes del gobierno español. 
En parte, porque sigue empeñado en el mando único después de que se haya
 podido comprobar que había sido una mala decisión. Todo por evitar que 
una autonomía, la que sea, lo haga mejor que los ministerios de turno. 
Al final, siempre acaba siendo igual.
(*) Periodista y director de El Nacional
 
 
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