Aquí, mi artículo de hoy en elMón.cat, titulado La República Catalana realment existent.
Antes
de adjuntar la versión castellana, unas observaciones que hacen al caso
de lo que aquí se dirime: si hay o no presidente, si hay o no República
catalana.
Leo en El País un artículo de Lluís Bassets, cuyo título (Puigdemont no es el presidente de los catalanes)
resume su contenido, por otro lado nada desdeñable porque acumula una
formidable batería de argumentos de muy variada factura en contra de la
idea de considerar a Puigdemont presidente de los catalanes. Casi podría titularse, al modo clásico, un adversus Puigdemont.
Por debajo de las razones aducidas, muy respetables pero igualmente
discutibles, late una convicción inconfesa: la cuestión independentista
responde a la acción de una sola persona. Los más de dos millones de
votos que la avalan en las duras y en las más duras, no cuentan. Los más
de dos millones que quieren escuchar lo que han escuchado, no lo que
Bassets piense que debieran escuchar, no merecen mención alguna.
Según
tengo entendido, el señor Alejo Vidal-Quadras propone en un tuit
liberar a los presos políticos, poner a Junqueras de presidente de la
Generalitat y desterrar a Puigdemont a perpetuidad. Digo que tengo
entendido ya que no he podido comprobarlo en la fuente porque me tiene
bloqueado. No importa gran cosa, pues se ha retuiteado mucho. Lo
interesante de este tosco plan que ignora todo sobre procedimientos,
incluida la buena educación, no es que sea perfectamente irrealizable.
Lo interesante es que, de modo mucho más primitivo y por ello más claro,
apunta al mismo objetivo de Bassets: tirar contra Puigdemont. En el
caso de Bassets por no ocuparse de los asuntos reales etc.,; en el de
Vidal-Quadras, simplemente, por ser el (verdadero) peligro. Los dos, muy
hábiles, queriendo aniquilar el liderazgo de Puigdemont a base de
ignorar el movimiento que lo apoya, lo convierten en su símbolo y, por
eso, muy en contra de sus deseos, lo ensalzan.
Bien
es verdad que la intención ladina en los dos casos es dividir el bloque
independentista, enfrentando a ERC con JxC y a Junqueras con
Puigdemont. En un caso (Bassets), más disimuladamente; en el otro
(Vidal-Quadras) a la voz del mando. Este último muestra una deplorable
ignorancia al tratar a Junqueras como un peón al que se puede cambiar a
capricho valiéndose de su ambición. La mentalidad autoritaria ciega. El
presidente de ERC simboliza hoy, junto a sus compañeros de prisión, la
fuerza moral del movimiento independentista en nombre de la dignidad de
un pueblo. Eso merece un respeto. Y lo tiene. Hasta de sus adversarios,
excluidos quienes ignoran qué sea el respeto.
Por
eso es esencial que ERC, en rauda respuesta a estas proposiciones (por
llamarlas de algún modo) haya aclarado que exige la constitución del
gobierno legítimo de la Generalitat, arbitrariamente depuesto mediante
el artículo 155.
No
hay otra salida que la constitución de un gobierno según los resultados
de las elecciones del 21D. Esto es, un gobierno independentista apoyado
en una mayoría parlamentaria absoluta del mismo signo. Si, después de
esto, hay diálogo o no dependerá del gobierno central.
Aquí la versión castellana:
La República Catalana realmente existente
En su Matemática de la historia, Alexandre
Deulofeu preveía en los años cuarenta del siglo pasado el fin del
imperio español para 2029. Hoy, cuando estamos más cerca de esa fecha
que del propio Deulofeu vemos que estuvo a punto de clavarlo. Una
diferencia de un decenio apenas es nada.
La
República Catalana es un hecho. Tiene la objetividad y la realidad de
los hechos. Y su tozudez. El imperio español trató de aniquilarla en la
cuna, al modo en que las serpientes que mandó Hera celosa querían acabar
con Hércules, que las destrozó. Hizo uno de sus pronunciamientos
autoritarios, con la habitual balumba y prosopopeya castellana: declaró
disuelto el govern de la Generalitat, destituidos su presidente y
consellers, clausuró el Parlamento y encarceló a algunas de las
personas destituidas y envió a otras al exilio.
Si alguien aquí ha recurrido a la unilateralidad ha sido el gobierno español con una aplicación ultra vires de
una norma excepcional, el artículo 155 de la Constitución. Ni el 155
prevé estas acciones ni el presidente del gobierno está facultado para
tomarlas , pero eso no importa porque este gobierno no se considera
vinculado por las normas escritas y no escritas de la democracia y el
Estado de derecho ni por su propio ordenamiento jurídico ya que es una
dictadura de un partido y una persona.
El partido, imputado en varios
delitos en procesos penales y la persona, acusada de haber cobrado
sobresueldos ilegales y comprobada avalista de las cuentas suizas de un
delincuente, debieran haber dimitido hace años y estar a disposición de
los tribunales como presuntos delincuentes que son todos ellos.
España
es el único país del mundo en el que unos presuntos delincuentes
gobiernan y se permiten el lujo de decir que otros cumplan la ley que
ellos quebrantan en todas y cada una de sus actuaciones. La figura de
unos delincuentes dictando autoritariamente las leyes que han de cumplir
los demás es exactamente la dictadura de Franco.
La única diferencia
entre este y sus émulos hoy día es que si aquel basaba su tiranía en el
ejército, estos la basan en los jueces. Pero la tiranía, la
arbitrariedad es la misma: No hay más ley que la que dicta el tirano y
cualquier otra norma o institución serán reprimidas por la violencia.
Para restablecer el orden de hecho (ya que no derecho) de la dictadura.
El
ejemplo más evidente de la contraposición es la República Catalana.
Destituida por la fuerza bruta del 155, con el apoyo de los sayones del
PSOE y C’s y la ambigüedad de Podemos, ha sido repuesta en toda su
fuerza y legitimidad con el voto mayoritario de la ciudadanía catalana
en unas elecciones cuya falta de imparcialidad, legalidad y neutralidad
únicamente han puesto más de relieve la fortaleza del pueblo catalán y
su determinación a la hora de defender su propia legalidad, sus
instituciones y sus representantes democráticamente electos.
A
día de hoy, los catalanes, tozudamente alzados, han votado en
condiciones muy desfavorables de juego sucio impuestas por unos
adversarios del bloque del 155 (PP, PSOE, C’s) que además de incurrir en
esta inmoralidad, han perdido. Y han votado para reponer en sus puestos
a su gobierno legítimo, depuesto, encarcelado y exiliado mediante el
abuso de un poder político a su vez delictivo.
Al día de hoy, el govern catalán es más legal y legítimo que el español y el president de
la Generalitat más legítimo y legal que Rajoy, el presidente avalista
de los sobresueldos que, en realidad, al no dimitir como mandan los usos
democráticos civiliados, se ha convertido en un usurpador.
La
República Catalana, solemnemente proclamada el pasado 27 octubre e
inmediatamente atropellada por la fuerza bruta, la ilegalidad y el abuso
del gobierno español, es más legal y legítima que ese mismo gobierno.
Con sus dirigentes en la cárcel o el exilio, con sus instituciones
suspendidas, sus partidos hostigados y sus gentes perseguidas es más
real, más auténtica y más sólida que este remedo de Estado democrático,
dictadura real de un partido, un gobierno y un presidente corruptos y
sus cómplices y aliados de la oposición.
Aparentemente
la desproporción de fuerzas es enorme en contra del independentismo.
Aparentemente. Pero la realidad, que no obedece a los deseos de la
oligarquía española y sus siervos de la izquierda, sigue respaldando los
derechos de los legítimos representantes de la voluntad mayoritaria de
los catalanes. Porque la fuerza de las instituciones no descansa en las
armas de los pretorianos ni en la demagogia de los políticos ni en las
prevaricaciones de los jueces, sino en la decisión del pueblo.
El
pueblo catalán habló el 1º de octubre pasado en condiciones de agresión
institucional de una violencia (y una cobardía) sin precedentes, y la
independencia tuvo 2.044.038 votos (90,2% de los emitidos con una
participación deel 43%). Volvió a hacerlo en el curso de unas elecciones
impuestas por el adversario, llenas de trampas, censuras, abusos y
manipulaciones y la independencia volvió a conseguir 2.063.361 (un
47,49% con una participación de cerca del 82%).
La República Catalana hoy existente es la plasmación real de esta voluntad mayoritaria del pueblo catalán, momentáneamente secuestrada, contra toda razón y derecho, por un gobierno extranjero en uso y abuso de la fuerza bruta.
Corresponde a la Unión Europea obligar al Estado español a reconocer la República Catalana actuar en cumplimiento de su propia legalidad o, en caso contrario, activar el artículo 7 del Tratado y proceder contra España por atentado contra los principios del Estado de derecho.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED