Los
cerdos huelen, es una evidencia que no admite la posibilidad de
discusión. Y como huelen, entra dentro de lo normal que la Diputación de
Salamanca apruebe una moción para que igual que se miran numerosos
aspectos en la instalación de granjas, se incluya también el de los
efectos de esta realidad en la población más próxima.
La propuesta del
PSOE entra dentro de la lógica aunque últimamente todo lo que sea hablar
de granjas genere polémica, como si apoyar una moción así conllevara
estar en contra de la instalación de explotaciones ganaderas. Otra cosa
es saber si es viable conseguir un informe de estas características en
un plazo limitado de tiempo que no arruine la posibilidad de inversión.
Igual
que es una evidencia que los cerdos huelen, también lo es que los
pueblos se quedan vacíos. El informe del Servicio Público de Empleo
Estatal devela que a finales del pasado año 40 municipios salmantinos
tenían 10 o menos afiliados en actividades que se desarrollaran en el
propio municipio.
También es una realidad que el desierto
demográfico avanza en Salamanca y afecta ya a dos terceras partes, con
dos de cada tres municipios salmantinos con una densidad de población en
el territorio inferior a los 10 habitantes por kilómetro cuadrado.
Con
esta situación, no parece que Salamanca esté en condiciones de
despreciar la instalación de empresas ganaderas, sobre todo en una
provincia donde el sector tiene tanta importancia. Instalaciones de este
tipo son necesarias para garantizar la viabilidad de un sector que
necesita ganar en dimensión para sobrevivir y también pueden contribuir a
fijar población en el medio rural.
En el caso de las
explotaciones de porcino en este momento se imponen las de grandes
dimensiones donde los pequeños ganaderos apenas tienen protagonismo en
favor de las granjas de integración, que permiten a los industriales
obtener un producto uniforme -como demanda el mercado- ; sin apenas
riesgo para el ganadero porque produce animales de otros; y garantiza
una rentabilidad porque implica reducción de costes.
En Salamanca además
la potente industria agroalimentaria exige tener lo más cerca posible
estas explotaciones para reducir costes de producción, lo que
indirectamente implica fijar población en la provincia porque aunque no
aumente la población donde se instala la granja sí se genera empleo
donde se ubican las fábricas.
Entre las tres realidades
-Salamanca está despoblada y necesita empresas; el sector ganadero debe
ganar dimensión para ser competitivo y garantizar la viabilidad de la
industria agroalimentaria a la que abastece; y que es necesario
garantizar el bienestar de los vecinos incluso en aquellos casos en los
que su número sea muy reducido- es necesario regularizar la instalación
de granjas o macrogranjas.
No vale ni una oposición frontal,
como la que mantienen los grupos ecologistas -que criminalizan al
ganadero- ni tampoco la instalación de granjas puede afrontarse de la
misma forma en unos municipios que en otros, en parte porque tampoco los
proyectos son idénticos: no es lo mismo una explotación ganadera que
creará empleos que otra que no lo hará; no es idéntico un sector que
otro -en el porcino está establecido el tope de 720 unidades de ganado
mayor y, en cambio, en el vacuno no-; tampoco es igual la instalación en
un municipio con alta densidad ganadera que en otra con baja porque su
efecto sobre la población y el medio ambiente no es idéntico; o
ubicarlas en un municipio que vive del turismo que en otro que carece de
ese atractivo.
Bruselas obliga al cumplimiento de la normativa
de nitratos, pero luego es cada Administración la que tiene competencias
para regular la instalación de estas explotaciones.
Igual que
es necesario un pacto contra la despoblación -porque es absurdo que cada
administración aborde caminos separados dilapidando fondos públicos a
veces en ocurrencias o líneas que necesitan continuidad- también es
preciso que se llegue a un consenso sobre la regulación de las
macrogranjas, que empieza por su definición.
Un cerdo en un pueblo no es en sí mismo un problema, pero tampoco implica que sea la solución.
(*) Periodista