Imposible encontrar mejor escenario para contemplar el actual proceso
de descomposición y recomposición del centro-derecha que el homenaje a
Gregorio Ordóñez, el líder del PP en Guipúzcoa asesinado hace veinte
años por la ETA.
Como siempre, junto a su viuda Ana Iríbar, estaba
Aznar, creador del PP y de la causa política por la que Goyo dio la
vida. No es que la causa fuera el PP, claro está, sino España, pero el
partido que nace el 1 de Abril de 1990 produce una imantación de
voluntades que consigue reunir a todas las familias del centro derecha,
que eran bastantes.
Estaban los que
entraron en AP viendo la debacle de UCD, los que se fueron al CDS de
Suárez y tras el breve renacer del Duque y su marcha en 1989 volvieron
al centro derecha del PP de Aznar, los que naufragaron en la Operación
Roca en 1986 y vieron que lo más liberal que tenía España era el
flamante presidente de Castilla y León, y los restos de la masacre
etarra de AP y UCD del País Vasco, que encontraron una nueva motivación y
pusieron en pie una nueva organización española de centro-derecha que
combatiera ideológica y políticamente al nacionalismo de las pistolas y
al de las nueces, a la ETA y al PNV, jugándose la vida como Goyo Ordóñez.
La descomposición de UCD y la del PP
Hoy
no existe aquella sopa de siglas proveniente de la Transición, pero sí
una organización que se evapora por carecer de proyecto político y de un
liderazgo atractivo: el PP de Rajoy; y un partido por estrenar como
fuerza política en toda España aunque viniera siendo una fuerza política
nacional en Cataluña desde hace once años: Ciudadanos, de Albert
Rivera, que está recibiendo un aluvión de votos del PP de Aznar,
desengañados de Rajoy y también del PSOE, que son aquellos de UCD que
migraron con Paco Ordóñez al felipismo, volvieron luego al PP de Aznar,
se fueron del de Rajoy y ahora recalan en el proyecto liberal pero algo
progre de Rivera.
No estamos, pues,
ante esa cursilada de la "nueva política" sino ante la recomposición de
un espacio político de centro-derecha reformista cuyo programa es
prácticamente idéntico al del PP de Aznar en la Oposición, que sólo en
parte cumplió al llegar al Poder. Y que triunfó en el País Vasco
mientras se allanaba, como el PSOE, ante el nacionalismo catalán, con
las pavorosas consecuencias que hoy están a la vista. Pero el PP de
Aznar era un partido de oposición que fracasó a medias en el Poder. El
PP de Rajoy es un partido de Poder que se ha convertido en la oposición
al PP de Aznar.
Podría decirse que la UCD se descompuso porque ya no hacía falta, una
vez hecha la Transición y votada la Constitución. En cambio, el PP se
está descomponiendo cuando más falta haría un partido nacional sólido de
centro-derecha para hacer frente al desafío separatista catalán -pero
no sólo catalán- que cuenta con la complicidad, total o parcial, de toda
la Izquierda. Ciudadanos no está llenando ese hueco sino atendiendo a
esa necesidad.
Rajoy ha elegido a Soraya
El
Gobierno Rajoy-Santamaría -porque tras el ascenso de Ayllón a la
jefatura de gabinete de Rajoy, Soraya controla la agenda política de su
jefe- vive en estado de pánico tras la debacle electoral catalana, peor
que la peor que haya sufrido un partido nacional de centro-derecha en la
Democracia, y ante el hundimiento del PP en las encuestas en favor de
Ciudadanos. Es un movimiento de tal envergadura que no obedece a una
sola causa, sino a la coincidencia de muchas, cuyo balance es
inequívoco: un desgaste mortal.
Ante
esta situación, con el desafío separatista catalán no sólo abierto en
canal sino convertido en un caótico frente de desgaste para el Gobierno,
al que se pide lo que no ha hecho cuando presume de haberlo hecho todo,
Rajoy sólo tenía dos caminos: despedir a Soraya y recomponer el partido
o despedir al partido y entronizar a Soraya. Ha elegido esta última
opción, tal vez por la oscura esperanza de que ante un envite judicial
por corrupción le serán más útiles el duopolio televisivo y el CNI de
Soraya que la resistencia del PP a entregar la cabeza de su líder, como
el PSOE felipista en los GAL.
Pero el problema de fondo es que gestionar un presente que se está
viniendo abajo apelando a una "normalidad" futura que pasaría por
indultar a los separatistas presos después de su juicio y condena y por
buscar a un Puigdemont que se llame de otra forma aunque mantenga que el
proceso separatista con un perfil más bajo, aunque, claro, sin
renunciar a él. Mientras, PP y PSOE unirían sus fuerzas para demoler a
Ciudadanos antes de las elecciones municipales, autonómicas y europeas
del año que viene.
El partido, partido en dos
La crónica de Pablo Montesinos mostraba a la perfección un
partido roto en dos: a un lado, los pasados que no aceptan a los
presentes (Mayor, San Gil, Consuelo Ordóñez); al otro, los presentes que
detestan a los pasados pero los necesitan (Alonso, Semper, Maroto). Y
detrás, el partido nuevo, Ciudadanos, que cuenta tantos afectos como
desafectos cosecha Soraya, la figura más visible del desastre catalán y
la ruina del PP. Ningún representante del Gobierno del PNV, dizque socio
parlamentario de Rajoy pero aliado estructuralmente a ETA y que prepara
el zarpazo vasconavarro en cuanto lo permita el catalán.
Sólo una
representante de un PSOE más del PNV que del PP, dentro de lo poco que
es: casi tan poco como el PP vasco, que de la mano de los sorayos Alonso
y Maroto es ya, sencillamente, nada. Y dentro del Gobierno, la misma
ruptura: a un lado Cospedal y Zoido; al otro, Soraya y… Soraya. Ana
Botella, entre las niñas ashishinas, sonreía como en casa,
mientras su marido veía a Soraya padecer entre enemigos. Era difícil que
en tan breve espacio hubiera tanta distancia, pero la había.
La moción de censura de Ana Iríbar
Pero
todo quedó en nada al lado del discurso de Ana Iribar, toda una moción
de censura contra la gran defensora del diálogo con el separatismo
catalán y del pacto inútil con el separatismo vasco: "¿No
creen que ya va siendo hora de poner en su sitio a los nacionalismos y
muy especialmente aquí en Euskadi donde el relato de lo sucedido se
pervierte en favor de los asesinos y sus cómplices? (…) ¿No
creen ustedes que hace falta más tensión por parte de este Gobierno
suprimiendo no sólo a corruptos sino también a los herederos de
ETA-HB-Bildu de listas y organismos?" (…)
"No puede haber más amnesia moral ni concesiones. Algunos no estamos
por la reconciliación inmoral que promocionan instituciones vascas ni
por el perdón; ¡tensión democrática, Vicepresidenta!".
Y ante Girauta (Rivera, maricomplejines, no se atrevió a ir a buscar la sagrada heredad), Iribar habló de Cataluña: "Hoy,
la reivindicación de libertad debe ser más exigente que nunca. Muy
especialmente en Cataluña, pero también en el País Vasco. Allí donde el
nacionalismo consentido y mimado de este país utiliza las instituciones
del Estado para reivindicar su fantasía y poner la casa patas arriba"
(…) "La palabra libertad en sus bocas tiene el mismo efecto que la
palabra paz en boca de Otegi".
¿Podía
servir de algo el discurso de la heroica viuda de Ordóñez? De nada. Por
eso el PP está condenado a la disgregación y el centro derecha a la
recomposición. Porque los que deberían oír han decidido morir sordos.
(*) Columnista