Con el apoyo de la mayoría del millar largo de delegados del 39º
Congreso Federal del PSOE, la expectación de ocho mil militantes que
ocupaban todo el Palacio de Congresos de Madrid y recién salido del gran
reto de recuperar, a pelo, en unas primarias históricas, la Secretaría
General del partido, Pedro Sánchez Castejón, ha pronunciado este domingo
en la clausura del Congreso, su discurso más a la izquierda, el que
nunca había pronunciado el dirigente socialista, como muestra del giro
de lo que él llama “el nuevo PSOE”.
Un discurso de izquierda, pronunciado delante de grandes pancartas
que recordaban que el PSOE es la izquierda (“Somos la izquierda”) y que
su objetivo es terminar con el gobierno de Mariano Rajoy, con toda la
legislación aprobada cuando el Partido Popular tenía mayoría absoluta, y
para eso último, ha anunciado que procurará crear un nuevo espacio y
contar con el apoyo de Podemos y de Ciudadanos.
Sánchez, que ha
prometido a los indignados del 15 M que sus peticiones serán escuchadas,
ha asegurado que, bajo ningún concepto, apoyará el Referéndum de
independencia catalán. “Vamos a hacer una oposición de Estado, vamos a
estar con el Estado, pero no con este Gobierno. Rajoy debe tenerlo
claro: estaremos frente a este Gobierno, que corrompe todo lo que toca,
empezando por la Constitución”.
“Estoy a favor de España y del catalanismo como sentimiento,
transversal cívico, de amor por la tierra, la lengua y la cultura de
Cataluña. Criticando con dureza el “engaño histórico” del
independentismo y el “neocentralismo” del Gobierno del PP, ha dejado
claro que el PSOE “nunca estará ni apoyará al independentismo ni el
Referéndum”. Ni apoyará el independentismo ni apoyara el Referéndum de
independencia, y que su propuesta es la reforma federal, como solución
al actual conflicto “Defendemos que España es una nación de naciones
con una única soberanía, la del conjunto del pueblo español”.
Un discurso que es, probablemente, el que le pide, ahora, la
militancia, a la que ha ligado su mandato, en una política asamblearia
que produce escalofríos en ese PSOE, hasta cierto punto histórico (que
va, desde Felipe González, hasta el propio Rodríguez Zapatero, pasando
por los distintos aparatos de esas épocas) que, en bloque, de forma
sorprendente e inexplicable, ha apoyado incondicionalmente a la
Presidenta andaluza, en un difícil pleno que era casi imposible que
fuese corroborado por la ruleta. Desde la fila 12 del patio de butacas,
al lado de su fiel, Juan Cornejo, Susana Díaz, guardando la compostura,
ha seguido el desarrollo del Congreso, insistiendo en que Sánchez
acertaría con la formación de su Ejecutiva Federal y que, para eso,
tenía libertad absoluta.
Tan absoluta que, como tampoco ha hecho Díaz, ni siquiera ha
intentado coser ni zurcir nada de lo roto. Lo roto, roto está y, por
ahora roto queda. Sánchez que según sus allegados ha pasado los peores
momentos de su vida con la traición de los que componían su equipo,
(especialmente cuando Patxi López, el que más le insistió en que
dimitiera porque él no podía votar en contra de lo decidido por la
Gestora, le anunció que pensaba concurrir a las primarias) ha hecho una
Ejecutiva a su medida aunque sólo ha integrado a López y al extremeño
Fernández Vara.
Son los únicos recuperados, ante una oposición dentro del partido
desconcertada que no sabe que es lo que puede pasar con una Ejecutiva
muy numerosa (hay 29 hombres y 20 mujeres) y copada por adeptos, de
dirigentes con una lealtad a prueba de bombas; un comité federal en el
que pierden peso las grandes federaciones y un modelo de partido que se
abre a la participación de la militancia y que le blinda frente a
eventuales maniobras de desestabilización. Si antes la estrategia era
recuperar el Centro, ahora todo pasa por el giro a la izquierda,
recuperar lo perdido y construir una alternativa que entusiasme a los
jóvenes, el principal caladero de votos de Podemos.
(*) Periodista y economista